La dislexia como reto
Reflexiones sobre psicología
Porque las barreras están para superarlas y hay que enfrentarse a ellas
¡Terminó el verano! Esto no significa lo mismo para todos. Están los que no han trabajado en dos meses y los que, con suerte, han podido ir de camping tres o cuatro días. Y luego estamos los demás, cuyo verano ha sido igual que el resto del año, excepto que ha hecho más calor y los domingos hemos ido a la playa en vez de al parque. Con los niños pasa algo parecido, los hay que no vuelven a coger un lápiz; los que colorean alguna mañana esporádica en la que no encuentran nada mejor que hacer; los que sus mamás los ponen a hacer deberes tres o cuatro veces por semana. Y luego están los demás, para los que el verano significa cuadernillos, dictados, redacciones, lecturas y resúmenes. Esto es lo que les ocurre a los niños con dislexia.
La dislexia es una deficiencia de la lectura, la escritura y el aprendizaje. Afecta a un 5% de los niños entre 7 y 9 años, sobre todo varones. Se le atribuye una base genética y no está relacionado con la inteligencia. Según la edad, el grado de dislexia, etc., pueden verse afectadas la memoria, el vocabulario, las áreas motrices y el habla. Un diagnóstico precoz de la dislexia puede ayudar al niño ya en el aprendizaje de las primeras letras. Entre los 6 y 11 años los síntomas son más evidentes, pero también hay indicadores de dislexia antes de esta edad. Podemos observar en niños de 3 a 5 años varios de los síntomas siguientes: lento desarrollo del vocabulario; dificultades para pronunciar o articular lar palabras (sobre todo en las palabras nuevas o largas); dificultad para memorizar números, el abecedario, meses del año, colores, formas; falta de capacidad atencional; torpeza al correr o saltar; dificultad para seguir instrucciones o aprender rutinas; ser inquieto o demasiado activo; dificultad para abotonar o subir cremalleras; poca destreza al manejar el lápiz o las tijeras; problemas de comunicación con sus iguales.
Cada niño es especial en sus particularidades y merecedor de un estudio y tratamiento personalizado, no todos los niños con dislexia presentan los mismos síntomas. Yo misma tengo dislexia diagnosticada desde muy pequeña y he disfrutado de una excelente forma física, destacando siempre en diversos deportes. Soy ordenada y minuciosa. Me encanta memorizar fechas. A pesar de ser zurda, tengo una letra bonita (eso dicen) y escribo con renglones rectos. Eso sí, siempre me ha costado lo de las tijeras y soy una torpe cuando de usar cuchillos se refiere. He sido una niña normal con muchas faltas de ortografía, lo que me ha costado algunos exámenes y muchos veranos.
A los niños con dislexia se les suele tachar de vagos y distraídos, cuando en realidad sienten impotencia de no poder hacer las cosas como los demás.
A todos los que tenemos un niño con dislexia cerca, sobre todo a aquellos profesionales que trabajan dentro de las aulas: hágale saber que se interesa por él y que desea ayudarle, puede sentirse torpe e inseguro ante una mala reacción del profesor, no lo permitamos; explíquenle la tarea directamente a él, de forma que pueda entenderla; evalúe sus progresos respecto a su nivel inicial, no respecto al nivel de los demás alumnos; hágale saber que puede preguntar siempre que no comprenda algo, con confianza, sin preocupación; asegúrese de que ha entendido la tarea preguntándole sobre lo que debe hacer; cuando le dé información nueva, procure que haya contacto visual y háblele despacio; déle más tiempo que a los demás para terminar la tarea, los apremios de tiempo le pondrán nervioso y cometerá errores; etc.
Resumo, de nuevo el futuro de estos chicos dependerá de unos padres dedicados, un profesor competente y de la comprensión de todos. Y digo yo, ¿para qué estamos? Pregunten, indaguen, no den por hecho nada. El mundo es de los curiosos.
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