Jerez

Los últimos esparteros

  • La espartería Becerra en la calle Porvera sigue en pie tras 101 años de historia

  • Manuel y Juan Luis mantienen el negocio artesanal, con piezas que viajan por el mundo con sello jerezano

Manuel Becerra trabaja en su taller de  la calle Porvera.

Manuel Becerra trabaja en su taller de la calle Porvera. / Miguel Ángel González

Antonio Becerra no era consciente cuando comenzó a trabajar con el esparto de la historia que marcarían sus manos. Historia de historias. 101 años dan para mucho y hoy sus hijos, Manuel y Juan Luis siguen transformando los hilos desde su taller de la calle Porvera. Son los últimos esparteros, guerreros de la artesanía que se mantienen en pie frente a la decoración impersonal. La espartería que se cobija en la muralla es alma de la ciudad, oficio señero y señorial, esparto que abrazaba las botas de vino y que ahora viaja por el mundo a través de alfombras y persianas.

“Mi padre comenzó en un taller de la calle Lancería, trabaja allí de lunes a viernes y los fines de semana venía aquí, sólo descansaba los domingos por la tarde. Su jefe se jubiló y él se quedó con el negocio, y después llegamos mi hermano y yo”, relata Manuel.

A los 16 años comenzaron los hermanos y tras un parón para realizar la mili, Manuel y Juan Luis volvieron a la espartería. “Esto es todo para nosotros. Es un trabajo artesanal poco valorado. Llevo 40 años aquí y hemos pasado por muchas rachas, pero ésta nos cogió por sorpresa”, declara Manuel. El artesano hace referencia a la crisis económica provocada por el coronavirus, unos meses que han sido duros para la familia: “Es muy complicado. Leo el periódico por las mañanas y sólo se habla de algunos sectores como los afectados por la crisis del Covid, cuando somos muchos más negocios los que lo hemos pasado muy mal o peor. La crisis nos ha pillado a todos, sin distinción”. “Hemos sobrevivido porque tenemos un negocio muy específico, una cosa muy concreta que no es común y además no tenemos trabajadores”, declara Manuel. Hay que destacar que ahora se buscan mucho las fibras naturales para la decoración y aquí lo natural rebosa por las esquinas.

Las esteras y las cestas tapan el suelo, figuras de animales cuelgan de las paredes y Manuel se sienta en una pequeña banqueta de madera y esparto para crear cada uno de los pedidos. Muchas veces saca el banco a la calle y cose desde este pequeño rincón de la ciudad.

El negocio de la espartería ha cambiado mucho en estos años. “Antes teníamos clientes y ahora no hay nada fijo. Antes venían más a la tienda y ahora se compra mucho por internet. Pero yo no cambio esto por nada, me gusta lo que hago. Es una pena que no se vea cómo se trabaja, creo que no sólo hay que comprar una cosa, sino conocerla”, subraya el artesano.

La batalla de los precios siempre hace daño al pequeño comercio artesanal, ese que no realiza productos idénticos a bajo coste, sino el que parte de materiales de la tierra y elabora uno a uno con muchas horas de trabajo.

Manuel recuerda que en Jerez había cinco esparterías, “pero ahora solo quedamos nosotros”. “Los turistas vienen y nos hacen foto y se llevan cosas. Se han llevado persianas a Francia, Valencia... Las persianas es lo que más nos piden, aunque también nos reclaman mucho cabeceros, lámparas y alfombras”, apunta el jerezano, quien ha restaurado hasta una antigua mecedora de rejilla.

“Antes de jubilarme, me gustaría enseñar el oficio a alguien para que no se perdiera. Sería una pena que nadie siguiera con este producto tan nuestro y con tantos años de tradición”, remarca Manuel. Las puertas de su espartería siempre están abiertas, esperando que la luz siga entrando en este rincón de la muralla.

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