Los 'hijos' de la crisis del ladrillo

Dejaron de estudiar para dedicarse a la construcción. Ahora sobreviven como pueden

Los 'hijos' de la crisis del ladrillo
Los 'hijos' de la crisis del ladrillo
Fernando Ruiz Jerez

03 de agosto 2014 - 01:00

Si llamamos al timbre de muchas casas de la comarca jerezana, encontramos el sufrimiento de personas que están padeciendo el estallido de la 'burbuja' inmobiliaria. Algunos dejaron los estudios para sumarse al carro del peón que cobraba 1.400 euros; la mayoría ni siquiera tuvo acceso a la educación primaria; muchos son trashumantes del campo a la construcción a los que no le ha quedado otra que trabajar de albañil, fontanero o electricista; y los menos cursaron estudios relacionados con el sector de la construcción.

Unos y otros han dedicado gran parte de sus vidas a este sector y, tras perder su empleo, han visto frenadas sus posibilidades de un futuro mejor. No han vivido por encima de sus posibilidades, pero se ven atrapados en un callejón con difícil salida. El apoyo de sus familiares y amigos es vital para estos huérfanos de la construcción, ya que gracias a su ayuda pueden ir tirando. El miedo a perder sus casas ha provocado que den prioridad a pagar la hipoteca que a llenar la nevera. ¿Cómo llegar a fin de mes?, ¿cómo pagar la hipoteca y comer en el mismo mes? o ¿qué hecho para estar en esta situación? Son algunas de las interrogantes que se plantean estos vecinos cada día, preguntas que muchas veces no encuentran respuesta o que generan nuevas dudas.

OFICIO QUE SE APRENDE

La primera puerta en la que llamanos al timbre es la de una pequeña unifamiliar de Estella del Marqués. Nos recibe Cristóbal García, con su nieto en brazos. A la temprana edad de 14 años, este vecino, en desempleo actualmente, comenzó a trabajar en la construcción de la mano de sus hermanos mayores. Perteneciente a la familia de 'Los Moscas', Cristóbales el menor de 9 hermanos. Nacido en el número 16 de la calle Arboleda de la pedanía jerezana, a los 7 años se mudó con sus padres a la barriada de Olivar de Rivero. En la casa que comparte con sus padres, crió junto a su mujer a Juan, Ana y Paloma, sus tres hijos. Allí permanecieron hasta el año 2007, cuando vuelve de nuevo a la pedanía que le vio nacer.

La familia de 'Los Moscas' está muy arraigada a la construcción. El menor de este clan familiar siempre ha trabajado de empleado, pero hubo un tiempo en el que Cristóbal, junto a otro de sus hermanos, tuvo una pequeña empresa de construcción, momento que "aproveché para comprar lo mejor que tengo hoy, mi huerto".

Cristóbal 'el Mosca' tiene 52 años y lleva 28 de oficial de primera. Reconoce que "nunca he estado como ahora". Lleva 5 años parado y no ve una posible solución al asunto. "Lo único que soluciona esto es un trabajo. Siempre he estado trabajando en la construcción y cuando aflojaba la obra me iba al campo, pero ahora es que no hay ni siquiera eso". Antes lo llamaban para trabajar unos cuantos meses, pero de un tiempo a esta parte "nada de nada".

Marido, padre y abuelo. Cristóbal tiene una paga de 400 euros mensuales -que en noviembre se le acaba- y con ello tiene que hacer frente cada mes a una hipoteca de 300 euros. "Eso es lo que no se me quita de la cabeza". Debido a la escasez de recursos "he tenido que dejar parada mi Citroen C-15", la cual tenía más de 24 años. Ahora "sólo tenemos un coche en la familia".

La gran ayuda alimenticia que tiene es su huerto. En él pasa las horas cultivando patatas, tomates, ajos y demás verduras, que almacena para el resto del año. "Cuando pienso mucho en el asunto de la hipoteca cojo la soleta y me voy para el huerto, donde siempre hay cosas que hacer. Allí comienzo a sudar y se me olvida todo".

La crisis "comencé a notarla hace 5 años, cuando la nevera de mi casa no estaba como siempre había estado". En ese momento, "es cuando empiezas a notar la crisis".

A sus 52 años, Cristóbal se encuentra en una encrucijada difícil de asimilar, ya que su oficio está destinado al estancamiento. Mientras tanto, la solidaridad de su familia está siendo vital para él y su mujer. La ayuda de los más cercanos están endulzando la amarga realidad que a su medio siglo de vida está viviendo Cristóbal.

Tras salir de la casa de Cristóbal seguimos con nuestro paseo. Llamamos a la puerta de Juan Doña. Este vecino de Estella tiene ahora 38 años y ha sobrevivido gracias a la construcción durante gran parte de su vida; ahora no puede. Juan no recibe ninguna ayuda y llega a fin de mes con lo que la madre naturaleza le proporciona y gracias a la solidaridad de sus vecinos.

Tras nacer en Estella, cambió de barrio y se mudó con su madre al 'Mopu'. Allí vivió momentos difíciles. Pronto dejó la escuela y la madre se lo llevó al campo para que le ayudara a recoger algodón. A los 18 años, y de la mano de sus hermanos, empezó su andadura en la construcción. Comenzó desarrollando funciones de peón. Estuvo así 5 años, hasta que se vio capacitado para desarrollar tareas más complejas.

Quería ascender dentro del gremio, pero Jerez en ese momento albergaba un gran número de buenos profesionales que hacían muy difícil la empresa. Así que, en 1996 y para conseguir su objetivo, decidió emigrar a Mallorca. A los pocos días de llegar a la isla encontró trabajo de oficial de primera y emprendió un futuro prometedor. Más tarde conoció a su pareja e inició una nueva vida a mil kilómetros de su ciudad natal. Tras estar 6 años en territorio balear, regresó a tierras andaluzas al recibir una oferta de empleo de Málaga.

"En 2002 llegué a Málaga y me recogió un chiclanero que me dejó que viviera en su casa la primera semana. Cuando encontré un piso donde alojarme, llamé a mis cuñados para que se vinieran a trabajar". Era un momento bueno el que vivía la Costa del Sol. "En esa época llegué a ganar hasta 4.000 euros, pero hacienda se cebó conmigo". Ya en 2007 empezó a notarse el bajón del sector en Málaga, así que "decido regresar a la ciudad natal de mi novia. En el Puerto estoy dos años trabajando en una obra, pero es aquí cuando comienzo a notar que esto va cada vez a menos". Finalmente, en 2009 arregló la casa de sus padres de Estella para habitarla.

Una vez "me asenté en el pueblo es cuando realmente me di cuenta de la crisis en la que estamos inmersos". Desde su regreso no ha encontrado "trabajo estable, la luz y el agua sigue subiendo y no tengo esperanza de que esto vuelva a estar donde estaba".

Durante los momento que pasamos sentados con Juan, su amigo y vecino de enfrente le trae una bolsa de tomates recién cogidos de la mata. El vecino posee una carpintería, y también está pasando momentos difíciles. La solidaridad existente entre los más afectados por la crisis es vital para que puedan sobrevivir.

Nuestro caminar por Estella del Marqués nos lleva hasta la calle del Sol. En esta céntrica vía reside desde hace nueve años una joven familia que se ha visto salpicada brutalmente por el fin del negocio de la construcción. Ellos son Sergio Muñoz, Brígida Gómez y sus dos niños.

A la edad de 10 años, Sergio tenía bastante claro que quería ser delineante, gracias, en parte, a la clase de dibujo lineal.Tan claro lo tenía que le dijo a su padre que o "estudiaba ser delineante o no hacía nada". Estuvo cursando delineación desde 1994 hasta 2002, compaginando este último año los estudios con un trabajo a tiempo parcial en una empresa de comida rápida.

Al acabar sus estudios encontró empleo en el estudio de arquitectura de Javier Cámara, en el Puerto. El salario era de 480 euros, "ínfimo" para lo que se pagaba en ese momento. "Buscando mejores condiciones salariales decidí en 2004 salir del estudio para trabajar en una empresa dedicada a la creación de proyectos para casas con estructura de hormigón". "En Barcons, en 2006, cada delineante llevaba proyectos que aglutinaban a urbanizaciones enteras. Ahora eso es imposible". La sorpresa me la "llevé cuando al regreso de mi luna de miel me despidieron".

Tras tres años realizando proyectos de 'freelance', este delineante comenzó a notar la crisis en 2009. "Cada vez es más difícil encontrar algo relacionado con la construcción". Ha mutado de oficio para seguir sobreviviendo. Lleva cinco años desempeñando funciones de administrativo, aunque siempre ha intentado reengancharse al sector de la construcción. Su último chasco lo sufrió en Citier, empresa relacionada con las energías renovables que le dejó más de 6.000 euros a deber.

Actualmente, esta familia subsiste con 736 euros al mes y tiene que pagar 536 de hipoteca. Dan las gracias por "no haberse endeudado más". Se construyeron su casa encima de la de los padres de Sergio y muchos días tienen que recurrir a ellos para poder comer.

Cayendo la tarde, hacemos parada en 'El Rinconcito', una pequeña tienda de alimentación que está junto a la iglesia de la Asunción, en la barriada de Olivar de Rivero. El comercio abrió sus puertas en febrero de 2013 y a día de hoy su dueño no ha obtenido ninguna ganancia. Cada mes tiene que pagar 1.500 euros entre alquiler, seguridad social, luz...

La tienda es de un joven emprendedor de 24 años. José Alberto Pérez dejó de estudiar a los 15 para irse con su tío a ganar 1.500 euros en la construcción. En 2007 y tras haber estado dos años con su tío, ingresó en Uniforman, una subcontrata de la Junta de Andalucía. Allí permaneció hasta 2011, cuando decidió no ir más a trabajar debido a que la empresa no llevaba al día los pagos. "Esto me provocó ansiedad y que me despertara a media noche sobresaltado. Tras ser constante en sus reclamaciones consiguió el pago de la deuda. A su vez solicitó la capitalización del paro. Estas dos inyecciones de capital le sirvieron para poder emprender su negocio. Su madre es un pilar fundamental.

"Las subvenciones son todas mentira, y la Administración no te ayuda en nada. En julio de 2013 me retrasé en pagar el autónomo tres días, perdí la bonificación por menor de 30 años y tuve que pagar 200 euros más que un mes cualquiera'.

"Es vergonzoso que el día 9, 19 y 24, todo el mundo tenga que pedir fiado", por eso él lleva una política de precios bajos. "Cuatro barras te valen un euro, y no tienes porqué llevártelas todas el mismo día". Cuando "pongo los precios observo las necesidades de los vecinos, asumo que voy a ganar menos, pero es vital para sobrevivir a la crisis".

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