Juan Miguel de Pablo Urban. Psicoterapeuta y docente

“Ser hombre con mayúsculas consiste en asumir la fragilidad”

“Ser hombre con mayúsculas consiste en asumir la fragilidad”

“Ser hombre con mayúsculas consiste en asumir la fragilidad”

–Acaba de publicar ‘El ciclo de andros: masculinidad, paternidad y psicoterapia’ (Letrame). ¿Cómo surgió este libro?

–He observado a menudo las dificultades y ansiedades que presentan muchos varones a la hora de poder definirse en su masculinidad y, cómo no, en su paternidad en estos tiempos donde todo está suspendido y cuestionado. No es infrecuente encontrar varones que ante la llegada de los hijos entran en pánico y escapan, desertando como padres y como pareja. No son raras las separaciones y divorcios de parejas muy jóvenes ante esta situación. Otros, más responsables, acuden a terapia angustiados ante la tarea que se les presenta, lamentando haberse embarcado en semejante viaje, pero intentando responder dignamente a su función. Otra de las cuestiones tiene que ver con la visibilización de este problema, mientras que existe abundante bibliografía que recoge multitud de estudios e investigaciones sobre la construcción de género en la mujer, encontramos pocas publicaciones que se hayan dedicado a profundizar en la construcción de la masculinidad y de la paternidad en los hombres.

-Díganos, ¿está la masculinidad más necesitada que nunca de ser bien entendida?

–La masculinidad tradicionalmente ha sido malentendida al ser identificada exclusivamente con el modelo hegemónico masculino derivado del patriarcado, ya sea desde el varón al asumir los presupuestos machistas como las señales identitarias de lo masculino, ya sea desde el feminismo por convertirla, sin diferenciar adecuadamente los conceptos, con el origen de todos los males. En la actualidad, lo que ya toca es poder acercarse a lo masculino, a la identidad de lo masculino, de una forma más limpia y desprejuiciada, dando espacio a las alternativas de masculinidad que vienen surgiendo en los tiempos de la posmodernidad y permitiendo una adecuada sinergia con lo femenino. Los modelos hegemónicos de masculinidad y de feminidad son restrictivos y constriñen las posibilidades de crecimiento individual y la libertad.

–¿Cómo ayuda el feminismo a buscar esa masculinidad?

–Mientras que el feminismo, incluyendo el más radical, ha sido muy útil para promover y liderar políticamente los avances necesarios para conseguir logros en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, también se ha convertido, en los casos más extremos, en un modelo intransigente que comete los mismos pecados que el machismo que intenta erradicar.

"El feminismo más extremo comete los mismos errores que el machismo que intenta erradicar”

–¿A quién le cuesta más entender la masculinidad, a los hombres o a las mujeres?

–La dificultad se presenta por igual. La mujer tiene clara su trayectoria y hacia dónde se dirige, el proceso ha estado sustentado adecuadamente en el empoderamiento de lo femenino. Para los hombres, la dificultad se presenta, tras los avances sociales y el desarrollo de un pensamiento más integrador, por la desubicación que supone estar en esa especie de terreno ignoto que surge entre los modos de funcionamiento del varón antiguo y la distonía que se presenta en las propuestas que provienen o se derivan del feminismo, es decir, propuestas sobre cómo debe ser el hombre y con las que el hombre no se siente identificado. Todas y todos desean tomar decisiones y llevarlas a cabo, sentirse con libertad en su elección personal y buscar el encuentro para un desarrollo social armónico.

–En realidad, ¿cómo debe ser la masculinidad?

–La masculinidad debe abandonar el dilema entre el hombre “duro” y el hombre “blando”. El hombre debe poder mostrar toda su energía, su fuerza y su capacidad de proyección en el mundo. Debe trabajar para desterrar el miedo que le lleva a la huida de la paternidad o a la deserción como padre cuando vienen los hijos, para ocupar dignamente el lugar que se le requiere, responsable en el crecimiento de los hijos, en ser guía y modelo de conducta. La identidad de lo masculino saludable, es decir, ser hombre con mayúsculas no consiste en ser macho, ser heterosexual, estar anestesiado emocionalmente y competir para obtener poder. Consiste en asumir la fragilidad y los miedos, afrontar los retos en la vida para, de esta forma, ocupar un lugar digno en igualdad, sembrando en el mundo, en la vida, como padre y facilitando el crecimiento emocional de los hijos o de los proyectos que cada cual desee emprender.

–¿Tiene algún otro libro a la vista?

–Sí. Trasladar al papel las diferentes conclusiones recogidas, así como las relaciones que se vienen estableciendo tanto a nivel conceptual como pragmático derivado de la experiencia clínica, es otra de los aspectos más gratificantes, y a la par costosos, del ejercicio de la escritura. Me apetece seguir escribiendo porque en este momento de mi vida, ya cumplidos los sesenta años, es una tarea que me vivifica y reconcilia conmigo mismo.

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