La incierta vida de Laura

El drama de 'Las mujeres de Acasa'

Cómo vive una empleada de Acasa. Han protestado y llorado juntas un año sin ver la solución a sus problemas de pago Siguen trabajando pero no cobran los atrasos

La incierta vida de Laura
La incierta vida de Laura
Juan P. Simó

Jerez, 18 de febrero 2013 - 01:00

Viven en la más absoluta incertidumbre. Son más de 360 'rehenes políticas'. Las 'víctimas' del insensible abismo entre políticos de distinto cuño. No cobran pero trabajan. Incombustibles, sortean como pueden la diaria espada de Damocles de los impagos por culpa de la mierda de la política. Y sacan la casa adelante como dios les da a entender. De golpe y porrazo, espoleadas por el drama de un padre de familia en paro, se han erigido en las que 'tiran del carro' de la economía familiar. Alguna se quedaron en el camino. Estas mujeres son unas mujeres valientes. Son, por supuesto, 'las mujeres de Acasa'.

Y en esto de elegir, las hay para todos los gustos: 360 trabajadoras, 360 dramas. Unas perdieron sus hogares, otras recurren sin consuelo a los servicios sociales, las hay que no pueden afrontar ni un alquiler y así una larguísima lista de lamentos que se estrellan en un muro o llegan a puertas que nunca se abren. Hemos escogido a Laura Caballero, 38 años, una más de esa 'legión' de mujeres que arrastra como una cruz el desasosiego de una sobresaltada existencia.

La vida de la pequeña Laura fue una vida normal. La de una niña de Las Viñas de una extensa familia de nueve hijos. Su padre fue un buen padre. Cuarenta y nueve años trabajó el hombre en la azucarera del Ebro. Una vida entera y nueve motivos para salir adelante. Luego y como todas las de su edad, la joven Laura estudió auxiliar clínica y técnica en laboratorio. Conoció a un joven, Eduardo, se enamoraron e hicieron planes para formar una familia. Y como aquello no iba en broma, Laura y Eduardo aparecieron casados en Tenerife, Allí trabajaron siete años: Ella en la hostelería; él, en lo que siempre hizo, la construcción. Eran los buenos años del turismo y los dos se comían el mundo.

El matrimonio vuelve a Jerez en 2002. Compran un piso en San Telmo Viejo y viene Alba, la primera de las dos hembras. Sobra el trabajo. Todo iba sobre ruedas: De San Telmo Viejo la familia acabó en un hogar de 134.000 euros en El Agrimensor. Pasaron los años. Laura encontró trabajo en una empresa de servicio de ayuda a domicilio. Era Servihogar. De Servihogar fue, con el tiempo, subrogada a Servisar. Y, desde entonces, aquella película rosa se esfumó. Los retrasos de pago se sucedieron y el dinero no llegaba en ocasiones a su tiempo. Luego aparecieron en Acasa.

Lo peor llegó después. La 'pompa' del ladrillo estalló y el encofrador y gruísta Eduardo quedó de brazos cruzados. Han pasado ya casi cuatro años buscando un empleo, pero ahí sigue, sin descanso, yendo a Barcelona o Málaga o donde haga falta. Regresa desesperado el hermano de un héroe, Sebastián Martín, que hace cinco años trató sin éxito de salvar la vida de un pequeño y sus padres por una salida de gas en una casa de San Telmo donde años antes encontraron la muerte tres niñas y que nadie deseaba ocupar.

Las 'mujeres de Acasa', por tanto, ya estaban curtidas en los retrasos cuando llegan a la actual concesionaria. El salario de esas 360 empleadas -de una media de entre 600 a 700- corre a cargo de la Junta de Andalucía en un 80% mientras que el resto es de responsabilidad municipal. No entraremos en echar pestes a uno o a otro porque sería cosa prolija. Actualmente, se les adeuda las nóminas de octubre, diciembre, paga extra de Navidad y enero. Las 'mujeres de Acasa' se limitan a señalar con el dedo a los tres partes: Junta, Ayuntamiento y concesionaria.

Con Eduardo en dique seco y Laura sobre un hilo, los Martín se vieron obligados a negociar con el banco la deuda que restaba por cubrir del hogar del Agrimensor, unos 108.000 euros de los que se liberaron mediante una dación en pago. Volvieron entonces a San Telmo Viejo y alquilaron un piso por el que pagan 275 euros al mes, luz aparte. Menos mal que nunca falta la ayuda de la Cruz Roja.

Y Allí anda Eduardo, dándole vueltas a su mala suerte: Cuando consiguió en junio pasado un trabajo en La Rioja, a los pocos días tuvo que dejarlo y venir a Jerez para atender a las dos niñas y a su mujer Laura, que sufrió una importante lesión de rodilla por una caída de moto que aún la tiene convaleciente.

Por eso, en la casa de los Martín entran ahora los 420 euros de Eduardo y, con suerte, con mucha suerte, los 700 euros que la mutua concede a Laura y que habrá de devolver cuando se reincorpore al trabajo. Cuando llegan, claro, que ha habido ya que 'meterse en abogados'. Mientras esto hablamos, interviene una y otra vez Carmen, la suegra de Laura, otra de esas muchas 'madres corajes' que pasaron por todo, que tuvieron esa discreta pero dura vida y que guardan aún fuerzas para proteger a sus nietos.

Ay, si no fuera por los abuelos...

stats