Un investigador jerezano aporta una nueva hipótesis sobre la ubicación de la Batalla del Guadalete y de la ciudad de Lakka
Miguel Ángel Borrego apoya la idea tradicional de la posible localización en los llanos de Caulina
Hallan en Jerez restos de osos pardos prehistóricos
En una conferencia impartida en la Universidad de Salamanca el pasado mes de febrero, sintetizada en un reciente artículo de divulgación en la revista Al-Andalus y la Historia [https://www.alandalusylahistoria.com/?p=4931], el investigador jerezano Miguel Ángel Borrego plantea una nueva hipótesis sobre la ubicación de la ciudad de Lakka, mencionada en la obra del geógrafo al-Ḥimyarī, y de la batalla del wādī Lakka o del Guadalete.
Secularmente, la localización exacta de este enclave y el de la famosa contienda entre Tāriq y Rodrigo ha sido motivo de debate. De hecho, la interpretación de la Crónica mozárabe de 754 y algunos textos árabes del siglo X llevaron a la historiografía del XIX a situar esta confrontación en los alrededores de la laguna de La Janda (la al-Buḥayra: “el lago”, de las fuentes árabes), cerca de Algeciras, a pesar de que las referencias toponímicas remiten casi de un modo obligado a las orillas del wādī Lakka, identificado con el río Guadalete, del distrito de Sidonia.
Con todo, diversos historiadores de los siglos XIX y XX, como Pascual de Gayangos, Reinhardt Dozy, Eduardo Saavedra o Lévi-Provençal teorizaron sobre otras posibles ubicaciones, tales como la laguna de La Janda, y los ríos Barbate o el Salado de Conil, (el Barbāṭ y el Bakka, respectivamente, de las crónicas), a los que confundieron con el hipotético wādī Lakko o “río del Lago”, lectura forzada del original wādī Lakka para llevar al entorno de Algeciras el escenario de la batalla.
Sin embargo, en los años cuarenta de la pasada centuria, Claudio Sánchez Albornoz reavivó la hipótesis original de situarla en el Guadalete tras afirmar que la ciudad de Lakka, que daba su nombre al río, se encontraba, efectivamente, próxima a su ribera, concretamente junto a la antigua capital de la cora, Qalsāna, en la Junta de los Ríos, basándose en los datos de al-Ḥimyarī y en el hallazgo en el monte Testaccio de Roma de ánforas tipo Dressel 20 que mostraban supuestas inscripciones asociadas a Lakka.
Miguel Ángel Borrego retoma esta línea de investigación, pero proponiendo que la Lakka de al-Ḥimyarī se compadece mejor con los vestigios romanos de las posibles termas, teatro, cisternas y otros edificios de época imperial que aún se conservan en la Sierra de Gibalbín, a unos veinte kilómetros de Jerez.
Además, el arroyo Salado de Caulina, llamado también Badalac y Badalejo, que nace en aquella serranía y que es el segundo afluente en importancia del Guadalete, refuerza esta teoría, al relacionarse etimológicamente con el nombre wādī Lakka, como ya apuntara hace unos años Alberto Cuadrado Román. A todas estas evidencias, Borrego añade que Gibalbín posee un importante manantial de aguas sulfurosas, en uso hasta hace un siglo por la población del entorno como baños termales, compatibles con los que al-Himyarī destaca también en su descripción de Lakka. Con esta hipótesis, diferente a la de aquellos investigadores que localizan en las ruinas de Gibalbín a la ciudad de Ceri/Cerit, cuyo nombre aparece inscrito en monedas del siglo I a. C. halladas en el entorno y a lo largo de toda la ribera del Guadalete, Miguel Ángel Borrego apoya la idea tradicional de la posible ubicación en los llanos de Caulina, atravesados por el río Badalejo, de la batalla del Guadalete. La propuesta plantea un nuevo interés en la sierra de Gibalbín y la campiña jerezana, no sólo como un espacio de indudable valor arqueológico, sino también como un lugar clave en la historia de al Andalus.
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