Una jornada en la línea 9

Transportes

Crónica de un viaje circular por Jerez en el autobús de circunvalación Los residentes de la zona Sur son los que más usan este servicio

Varios usuarios dentro de la línea circunvalación 9 para llegar a su destino, días atrás/Fernando Ruíz
Varios usuarios dentro de la línea circunvalación 9 para llegar a su destino, días atrás/Fernando Ruíz
Fernando Ruiz Jerez

22 de agosto 2014 - 01:00

Un día cualquiera de un verano rarísimo. La plaza de las Angustias espera la llegada del autobús de la linea 9, que realiza el recorrido de circunvalación por la ciudad. La temperatura sube pasado el mediodía. Las mujeres llegan de la plaza de abastos con una bolsa de 'mandaos' en una mano y en la otra el abanico. El tabanco y el dominó se ha convertido en refugio hasta la hora de almorzar para mayores jubilados que se acercan por la sombra a la parada. El cantar del cuponero pone banda sonora a la espera y el calor pone la conversación.

El reloj marca la una de la tarde y el autobús no ha llegado aún. 10 minutos de retraso que lo único que hacen es impacientar aún más a los usuarios. La tortura de esperar se convierte en condena cuando es un niño quien la realiza y más, cuando se le ha acabado el helado. El nerviosismo colectivo hace que la gente se mude de parada para ver si viene alguna otra línea, más rápida. Y en ese momento de trashumancia, aparece el 9 por la calle Diego Fernández Herrera. Tras pagar el 1,10 euros de la tarifa normal, zarpamos. El aire acondicionado está puesto, pero apenas se nota. Los quehaceres diarios son motivos de conversación. Los usuarios más habituales se saludan.

La primera etapa de nuestra ruta transcurre desde Las Angustias hasta Estancia Barrera, lugar donde hará parada Julia Romero, que a sus 61 años ha venido "al centro para arreglar unos papeles y a comprar el 'pescaíto' fresco de la plaza". La única queja que esta señora argumenta es que de Estancia al hospital, "tarda una hora, y si tengo el médico a las 9 de la mañana, tengo que coger el autobús a las 7". Para Romero, "debería de haber más autobuses constantemente en verano, ya que debido a las vacaciones de verano de los pequeños, el servicio se ve recortado". A pesar de todo, está bastante contenta con la línea y para ella "son mis pies y mis manos".

En este recorrido no encontramos con Manuel, asiduo de esta línea. "La cojo para hacer el servicio de voluntariado en el cementerio". Satisfecho con la línea, pero en "desacuerdo con los precios, ya que los parados deberían pagar la mitad", para él "los horarios se cumplen, pero se tarda mucho en ir de un sitio a otro". Llegamos a Torresoto y Manuel se levanta para tocar el avisador de parada. "El estado de los autobuses nuevos está bien, pero los que trajeron de Madrid eran un desastre", dice antes de bajarse.

Son las 13:45 y el autobús se ha llenado al pasar por la zona Sur. Algunos pasajeros van al hospital, otros al trabajo, un grupo de cuatro chicas adolescentes se ha subido en Vallasequillo II y se dirige a Área Sur. Entre ellas, Mónica Banderaaprovecha las vacaciones para hacerle una visita sus padres. "A casa de los abuelos, vamos, por eso cogemos este autobús", le dice a su hijo Óscar, de 3 años. "Echo de menos la puntualidad y que pasen con más frecuencia, ya que si pierdo el de circunvalación alguna vez, tengo que esperar bastante hasta que pase otro o perder mi hijo un día de colegio". Lo que más le gusta a Mónica del recorrido es la "gran cantidad de sitios por lo que pasa el autobús", y no ve necesaria "una ampliación en el número de paradas".

Avenida del Mosto, San Benito, San Joaquín, El Bosque, o Carrefour Norte son solo algunas paradas de las 87 que tiene esta línea. Una de ella es Piscinas Jerez. La euforia de los niños lo anticipa. En esta parada desembarcan una veintena de jóvenes jerezanos deseosos de refrescarse.

Tras la estampida juvenil hacia la piscina, el relax llega al autobús. El reloj del móvil marca las 14:30, instante en que acaba la jornada laboral el africano Víctor. Botas de montaña beige, pantalón de pana, camisa azul marina y gorro de paja forman el uniforme de este ciudadano procedente de Eritrea (noreste de África) que se dedica a la venta de pañuelos. Llegó a España en avión hace 5 años y ha estado viviendo en Sevilla, Valencia y Zaragoza, "pero me quedo con Jerez". Anteriormente "iba a trabajar en bici, pero el autobús es más cómodo. Dependiendo de los horarios uso la línea 4, 9 ó 14". Apasionado del fútbol y de la música, desconoce el flamenco, y tampoco ha probado el vino porque su religión no se lo permite. A sus 39 años vive tranquilo en una habitación alquilada en Madre de Dios, y dice, sonriendo que "si un día no hay dinero para comer, esperamos a otro día".

Son las 15:00 horas y el autobús asoma por la plaza de Las Angustias.

Fin del trayecto.

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