-¿Cómo ha caído en Trebujena el futuro decreto sobre el fin de la pesca de la angula?

-Mal, aunque se veía venir. El sector ha ido sufriendo un abandono legal que le aboca a la desaparición.

-Es curioso, la pesca de la angula desparecerá sin que nunca se haya regulado.

-Jamás nadie se preocupó. Se ha vivido en una situación alegal. Eran los propios pescadores los que pedían una regulación, sus paradas biológicas, el control del furtivismo... Nadie les hizo nunca caso. Y no se puede decir que se pescara a espaldas de nadie cuando la Junta subvencionó hace años una planta para el tratamiento de las angulas.

-¿A cuánta gente puede dejar esta medida en el paro?

-Hace diez o quince años la angula movía mucho empleo, pero ahora se ha convertido en una actividad complementaria. Los pescadores que quedan son gente que lo ha hecho tradicionalmente, pero ese ingreso extra es fundamental para su economía en la mayoría de los casos. Ahora habrá que ver si la Junta de Andalucía ofrece alguna medida compensatoria. Lo que no puede ser es que se diga se acabó la pesca y os quedáis a dos velas.

-¿Es el fin de los riacheros?

-Diez años son muchos años, pero siendo grave la prohibición de la pesca, que sí que creo que puede acabar con la pesca en el río, lo que debe preocuparnos más es la alarma ambiental y social de un río turbio, de una turbidez doscientas veces superior a lo normal que no sabemos de dónde proviene, de qué tipo de contaminación. Lo que está en juego ya no es la angula ni la riqueza que genera, sino el propio río.