Mucho mejor que el gintonic
CHIN CHIN
HAY que ver la suerte que tenemos aquí, que nos crecen viñas por todos lados y no hay que andar tomando gintonics. Porque a los gintonics hay que echarles rodajas de pepino, y nuez moscada, y grosellas. Hay quien les pone regaliz y quien los adereza con vainilla. Pero con el vino no hace falta tanta tramoya. A los vinos generosos no hay que añadirles nada, porque la complejidad la traen puesta de casa. Los hay que recuerdan también a regaliz, o a vainilla, pero con una ventaja: en la copa no tenemos que soportar tantas cosas flotando, puesto que cada matiz lo desarrolla el vino metido en una bota y a base de paciencia. En las catas celebradas en la Mezquita ha quedado claro. Si ya es un placer degustar un palo cortado mirando a la Meca, ¿qué me dicen si en vez de uno, se pueden probar cinco o seis de una sentada? Esas catas son ideales para meter las narices donde sí te llaman, porque cada copa se encarga de brindarnos una barbaridad de sensaciones, y todo gracias a que una sola variedad de vino ya es un mundo. Por ello hay unos amontillados que son más amables y otros más rocosos. Cada uno con sus notas, sean de chocolate, de barniz o de frutos secos. Pero sin tener, ya digo, que atiborrar el catavino de virutas ni de avellanas.
También te puede interesar
Lo último
El parqué
Rebotes en Europa
EDITORIAL
Una decisión necesaria para Europa
La ciudad y los días
Carlos Colón
La UE y el aborto: sin conciencia
Contenido ofrecido por Turismo de Ceuta
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía