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Jerez

La modernización pasó de largo

  • Los agricultores de La Greduela siguen regando sus cultivos como los pioneros de la colonización · Antiguas máquinas de gasoil extraen el agua del río para proceder al riego · La pequeña historia de una ilusión incumplida

En la tranquila Greduela, a tiro de piedra de la barriada de La Ina, sus cerca de ochenta habitantes asisten sentados al sol al paso del progreso por delante de sus propias narices. Aunque pequeña en dimensión, La Greduela no se diferencia mucho del resto de poblados que la dictadura puso en marcha a mitad de los cincuenta: los planes de colonización llegaron al extenso término de Jerez, el segundo más grande del país, familias venidas desde los sitios más remotos forjaron con el tiempo grandes y prósperas villas y poblados. Muy cerca de La Greduela, por poner un ejemplo, en La Ina, aún conviven descendientes de aquellos pioneros que trajo la millonaria familia Palafox desde Granada.

En La Greduela también sobreviven gentes con orígenes foráneos, como de Sanlúcar, aunque hay mayoría de Jerez. Y la juventud huye del campo, como en otros pagos. Pero hay una cosa que le diferencia claramente de las demás: es su situación. La Greduela limita al norte con los montes, pero tanto al sur, al este y al oeste está la frontera del agua, la frontera del río Guadalete, lo que le convierte en casi una isla, casi en un atolón rodeado de agua que ha acompañado su vida desde 1958. El río, la vida. Para bien y para mal: La crecida de 1996 aisló al poblado y casi sesgó la vida de sus gentes. No se construyó un nuevo puente hasta nueve años después. Vergüenza política. Y para lo bueno, no hay que olvidar que el río ha dado vida a la barriada, aunque hoy día el problema que más acucia a los lugareños sea precisamente ése: el agua.

Domingo Tejero tenía tan sólo 15 años cuando llegó junto a sus padres y sus nueve hermanos a La Greduela, atraído por los planes de colonización. Ahora cuenta con 67, aunque su físico le quite años. Llegaron los Tejero un mes de diciembre de 1958 y le adjudicaron un sitio provisional en los barracones, junto al monte. En los antiguos e insalubles barracones "donde no entraba ni un pájaro" también estuvo Francisco Gómez Mena, Paco, también con 67 años a las espaldas, otro agricultor de ese puñado de labriegos que, durante cincuenta años, no han renunciado al campo y han luchado por la subsistencia, por el agua. Los Tejero y los Gómez, como los Aldón o los Carrasco, son la 'gran familia' de La Greduela. En tanto tiempo, hubo los inevitables cruces de sangre, aunque parece que son los Carrasco y los Gómez los que se llevan la palma.

Carrasco es también María José Tejero, hija de Domingo, una luchadora de 38 años que se vuelva en su tiempo libre en defensa de sus convecinos. Nació allí mismo, como su marido,en el hogar que hoy comparte con Luis y sus dos hijos. En la estancia, viven frente por frente su padre Domingo y su mujer. Forma parte, además, de la directiva de la organización agrícola Coag y, en los últimos días, ha revolucionado la vida de la barriada cuando decidió poner pie en pared y denunciar a los cuatro vientos las penurias y rudimentarias condiciones que, durante toda una vida, atraviesan los quince agricultores del poblado para sacar adelante, año a año, sus cosechas.

No exagera María José: Originariamente, La Greduela fue una finca transformada por el antiguo Iara, que adjudicó parcelas de regadío que disfrutaban de un derecho de toma directa de agua del río Guadalete. Los antiguos colonos de La Greduela dispusieron de agua mediante antiguos motores que les procuraba el riego de sus cultivos. Pasaron más de cincuenta años y la situación no ha variado. En La Greduela siguen sacando agua del Guadalete utilizando antiguos motores de gasoil, muchos de ellos aún con manivela. María José no encuentra explicación a una situación que se mantiene "en pleno siglo XXI, en plena exaltación del uso sostenible y con garantía del agua, en pleno proceso de modernización de toda la superficie regable en Andalucía y en una zona como La Greduela, considerada de regadío".

Para llegar hasta el lugar donde, cada año, los Tejero colocan la máquina en el margen del río hay que bajar una escarpada cuesta, llena de trampas, que se encuentra metros después del nuevo puente. La caída, que ha formado el murete de contención del río, es peligrosa. De aquí sale una conducción de 'pvc' que llega hasta el hogar de los Tejero. Antonio Aldón es famoso por contar con la vía más larga: un kilómetro. Los problemas son múltiples: En muchos casos, las conducciones han de pasar por otras propiedades, el gasto en gasoil de una máquina oscila ente los 50 y 60 euros las veinticuatro horas, el traslado de la maquinaria es lento y duro y tampoco resulta extraño que la manipulación de las máquinas provoque algún que otro accidente. Y una avería puede ser letal: En La Greduela cada vez es más difícil encontrar a algún técnico o algún manitas que entienda de esas rudimentarias máquinas.

Pero lo que más irritó a los labriegos de La Greduela fue ver con sus propios ojos que la modernización de la infraestructura de la zona regable se olvidaba de la barriada. "Estamos olvidados y hartos de esperar tener un riego acorde a los tiempos", refiere María José. Los agricultores se reunieron y decidieron ir a por todas: Si se incorporaban a la Comunidad de Regantes de Guadalcacín, se beneficiarían de los nuevos planes de modernización de riego. Tirarían las máquinas a la basura y disfrutarían de un sistema de riego más comodo y de mayor calidad del agua.

Todo esto ocurrió hace cinco años, cuando los agricultores de La Greduela formularon su ingreso en la Comunidad de Regantes de Guadalcacín. El trámite era sencillo: La Comunidad aprobaría la incorporación de los regantes de La Greduela y, una vez con el visto bueno de los comuneros, se trasladaría a la Confederación Hidrográfica, ahora a la Agencia Andaluza del Agua. Se habría cumpido la ilusión, el nombre que, paradójicamente, ha llevado como bandera la asociación vecinal de la barriada. María José volvió a disparar ayer contra la Comunidad de Regantes: El ingreso de La Greduela fue aprobado hace cinco años por la Comunidad, se refrendó en una segunda asamblea de comuneros, pero aún andan a la espera de que se oficialice su incorporación: "No sabemos lo que está fallando. Estamos hartos de reclamarles a los responsables de los regantes que realicen los trámites para que podamos optar al riego, pero no obtenemos respuesta".

Pablo Ruiz Carmona, un apellido de sobra conocido en Guadalcacín, es el presidente de la Comunidad de Regantes de Guadalcacíon. De él y de los cerca de 2.500 regantes pende cualquier decisión. Pablo, un hombre que se ha volcado con La Greduela (en unas Navidades llegó a costear la cabalgata de reyes), narró a este periódico que se han desvivido por la barriada, que han hecho trámites y burocracia por sus vecinos que ni siquiera correspondía a la Comunidad, que todas las propuestas de incorporación se aprobaron en asamblea de comuneros y se remitieron a la Administración; "hasta veinte centímetros de grosor de papeleo, pero ahora dicen que no los tienen, que no los han recibido, que todo es culpa de la torpona burocracia. La Comunidad nada tiene que ver con este problema".

Esta versión nada tiene que ver con la opinión de Juan Carlos Camas, antiguo concejal socialista que tuvo responsabilidades en la sociedad estatal Seiasa y en la Cuenca Atlántica, ahora con tareas en la Agencia Andaluza del Agua, conoció de primera mano el problema de La Greduela. Recuerda que los expedientes de los regantes llegaron a sus manos, que la Administración estaba dispuesta a asumir a los agricultores de La Greduela, aunque puso un condicionante a Ruiz Carmona: Era necesario que la comunidad de Regantes realizara, a cuenta del nuevo planeamiento urbanístico de la ciudad, una propuesta para la reordenación del perímetro de la zona regable, que habría de ser consensuada en asamblea por los comuneros, pero que aún se está a la espera de una respuesta. Aquí se pierde el hilo del problema. Camas ha recordado que existen otras fórmulas, aunque más onerosas y largas en el tiempo, que darían solución al problema de La Greduela: Solicitar de la Administración la modernización de su pequeña zona regable. Entretanto, en La Greduela ya se desempolvan las antiguas máquinas para otro verano. Domingo, como Paco y muchos más, cultivarán algodón. Lo harán con los antiguos artilugios y volverán a recordar, sentados bajo el sol, que por allí, un día cualquiera, hace años, pasó de largo el progreso.

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