“Este moyate da la vida”
El rebusco
Un vino con usos medicinales
Por su cualidades terapéuticas
Grave culpa de los médicos ha sido el dejarse llevar del criterio ridículamente puritano para condenar el uso del vino, sin discriminar terminantemente el mucho beber que es malo, del beber razonable que es bueno. Y no sólo por ser agradable, pues todo lo agradable tiene, por el hecho de serlo, una influencia benéfica sobre el alma humana, sino porque el vino posee, además, en muchas ocasiones, virtudes propiamente curativas".
Estas palabras están entresacadas de la conferencia que impartió el doctor Gregorio Marañón en Jerez el 5 de febrero de 1955, inaugurando la Cátedra del vino.
Ese mismo día, Marañón dejó plasmada su firma en el frontal de una bota de las bodegas Domecq.
Por otra parte, estudios recientes han demostrado los efectos favorables que tiene el vino de Jerez para la salud si se bebe de forma moderada. Estos argumentos vienen a sumarse a los que la tradición, y el conocimiento popular, daban por sabido. Más aún, confirmaba lo que otros expertos en las materias de la medicina y la alimentación habían aplicado muchos siglos atrás.
Médicos
En el 2006, el sector del vino, incluido el Marco de Jerez, se movilizó con motivo de la nueva ley que elaboraba la ministra de Sanidad Elena Salgado. Consideraban que el vino debía de estar incluido en la categoría de alimento y no, como pretendía la nueva ley de «bebida alcohólica peligrosa».
Para afianzar esta idea daremos algunos ejemplos, el primero en nuestra lista es Arnaldus de Villa Nova (c.1235-1313), alquimista, astrólogo y médico de origen catalán, el autor del primer tratado dedicado al vino, el Liber de Vinis, que, escrito hacia el 1310, no fue hasta 1478 que se tradujo e imprimió en Alemania.
Si de éste desconocemos su contenido, sí sabemos que en él se atribuyen al vino muchas cualidades benéficas para la salud, que posteriormente serían confirmadas por el catedrático de Medicina de la Universidad de Alcalá, Cristóbal de la Vega (1510-1573) en su Liber de Arte Medendi o Libro del Arte de la Medicina. En la parte segunda de esta obra, publicada en Lyon en 1564, hay un apartado dedicado a las bondades de algunos vinos españoles, incluidos los de Jerez.
Con razón, cuando Shakespeare publica en 1597 su obra Enrique IV (2ª parte), pone en boca de Falstaff lo que todo el mundo daba por hecho: "La segunda propiedad de vuestro excelente jerez es la de calentar la sangre que, estando antes fría y calmosa, dejaba al hígado blanco y pálido, lo que es signo de pusilanimidad y cobardía; pero el jerez la calienta y la hace correr del centro a las extremidades, ilumina el rostro que, como un faro, ordena arrimarse a todo el resto de este pequeño reino, el hombre, y entonces toda la burguesía de los espíritus interiores se reúnen alrededor de su capitán, el corazón, quien potente y ufano de su ejército, realiza cualquier acto que sea de valor; y este viene del jerez".
Será en Inglaterra que el jerez refrende sus especiales propiedades en el campo de la medicina.
El físico Nathanel Hodges (1629-1688), en su obra Loimologia, mencionará el consumo que hacía del sherry-sack como especial preventivo y diaforético durante la plaga de peste de 1665; y Thomas Sydenham (1624-1689), considerado el padre de la ética médica moderna, maceraba opio, y otras especias, con jerez para elaborar el anestésico conocido como Vinum Opii o laudano de Sydenham, considerado el primer medicamento patentado en el mundo.
Durante la segunda mitad del siglo XIX el jerez logrará el status oficial entre los médicos, al ser incluido en diferentes farmacopeas del mundo, como en la americana (1850), en la inglesa (1851), en la mexicana (1896), o la española (1930), ésta última vigente hasta bien entrado los años `50 del pasado siglo XX, con el apelativo de Vinum Xericum.
Más cercanos a nosotros, pero no por ello menos representativos, son los doctores jerezanos Francisco Revueltas Montel, Joaquín Aleixandre y Aparici, o Fermín Aranda, fervientes defensores de la prescripción del jerez en ciertas enfermedades y dolencias.
Del primero es el trabajo Vindicación del vino de Jerez. Demostración científica de sus excelentes cualidades higiénicas y terapéuticas. leído en el Congreso internacional de Medicina celebrado en Sevilla en 1882.
El mismo Revueltas Montel es la ponencia Las condiciones especiales de los vinos de Jerez, resaltando sus valores higiénicos y terapéuticos en el Congreso Regional de Ciencias Médicas de Cádiz, en 1879.
Por su parte, Joaquín Aleixandre participaría en el XIV Congreso Internacional de Medicina, que tuvo lugar en Madrid el año 1902. Su comunicación la tituló: Valor terapéutico de los vinos de Jerez.
Tampoco se cortó un pelo el cirujano Fermín Aranda a la hora de defender el jerez cuando expuso su conferencia en el II Congreso nacional ciencias médicas de Sevilla, en 1924.
La visita de estos congresistas a Jerez quedó reflejada de forma humorística en un medio informativo de tirada nacional en aquel año, donde uno de los médicos reunidos ante toneles de vinos exclama: ¡Esta medicina es la única en el mundo que quita las penas!.
Solo o acompañado
Para la ocasión recomendamos el ameno artículo de la investigadora Ana Gómez, Los vinos medicinales en la antigua publicidad del jerez, donde sus comentarios los acompaña con un variado material gráfico. Valga el ejemplo de la etiqueta de los vinos de Domecq para enfermos.
Otra etiqueta a considerar para este caso es la Gutiérrez Hnos., Invalid Sherry. En su texto, en inglés, se indica su uso en los hospitales más importantes, y recetado por los doctores más eminentes.
El imaginario del jerez relacionado con la medicina tiene varias facetas, como en la que vemos en una postal inglesa de 1915. Una enfermera sostiene una copa de jerez en la mano mientras besa a un soldado convaleciente. El texto expresa: No estaba prescrito (Not in the prescription).
Años más tarde, en 1965, el Daily Mail reproduce en sus páginas un dibujo del humorista gráfico Emmwood. Un hombre está en la cama co una botella de jerez en una mano, y una copa en la otra, junto a la cama está su mujer y su suegra con expresión enfadada. al pie de la caricatura se lee lo que le dice la hija a la madre: "Dice que es medicinal, que le alivia de inmediato".
Lo mismo pensarían los médicos que atendieron a Alfonso XIII de pequeño, con algo más de cuatro años, al suministrarle un poco de jerez con motivo de unas fiebres que le debilitaron de forma dramática.
La prensa de aquellos días de enero de 1890 se hacía eco de los partes oficiales: "Dióse al enfermo entonces una taza de caldo y otra copita de jerez con lo que se reanimó su quebrantada naturaleza, pudiendo enseguida conciliar un sueño tranquilo".
Los diferentes compuestos elaborados con vinos de Jerez hizo famoso al farmacéutico y enólogo Adulfo de Luque Rodríguez. De sus laboratorios Lukol, fundado en 1890, surgió el popular jerez quina La enfermera.
Otro galeno local, José Estrade, crea en 1937 los laboratorios Estrade, elaborando el Lorén toni-digestivo a base de pepsina, condurango, coca de Perú, nuez vómica y vino generoso de Jerez.
En Inglaterra, a finales del XIX, Jacob Hertz y Percy Colligwood lanzan al mercado el jerezcona, una bebida de carácter medicinal que combinaba la quinina de la chichona con jerez añejo.
Literatura y cine
Si en el árido terreno de la ciencia hemos comprobado la importancia de nuestros caldos a lo largo de los siglos, el arte, como el cine y la literatura, contarán de forma singular historias donde los profesionales de la medicina recomendarán, o disfrutarán de una copa de jerez.
De la literatura vamos a seleccionar a uno de los grandes, al canario Benito Pérez Galdós, que en más de treinta de sus obras introduce el jerez en la trama de las novelas. En Fortunata y Jacinta se puede leer que el médico ha indicado a su paciente: «Y a sus horas una copa de jerez o Pajarete»; como en El amigo Manso: «Le recetaba vino de Jerez y agua de hojas de naranjo agrio». Sin olvidar La de Bringas: «El médico me dice que tome un dedito de jerez».
En otras de sus novelas, Las tormentas del 48 y El Doctor Centeno, el vino de la tierra tiene diversas funciones medicinales.
Si es fuera de nuestras fronteras, el personaje de El grito de la lechuza, escrita por Patricia Highsmith, es aficionado al amontillado: «El doctor sacó una botella de amontillado cuando se sentaron a la mesa».
En el cine tenemos variados ejemplos de cómo los galenos tenían siempre un jerez a mano. Si no recuerden al doctor Watson de Sherlock Holmes y la persecución de los argelinos; al padre protector, Austin Slooper, en La heredera; al triunfador Andrew Manson de La Ciudadela; al científico Jekill en El extraño caso del Dr. Jekyll; o al forense de Sombras y nieblas.
Si dejarnos al cirujano que interpreta James Robertson en Un médico en familia, que pide a uno de los estudiantes que le recuerde llevar jerez a casa para su mujer.
Como coda final para la reflexión recordemos las sabias palabras del reputado filósofo y médico judío andaluz, Maimónides (1135-1204): «Los beneficios que trae consigo la ingestión de vino son muchos, si es bebido en cantidad apropiada. Conserva el cuerpo en condiciones sumamente saludables, lo mismo que cura muchas enfermedades. Pero el conocimiento de su correcto consumo es desconocido para la mayoría de las personas».
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