Opinión

Bombero, fotógrafo y amigo

Se nos ha ido un Bombero (con mayúsculas), un Fotógrafo (también con mayúsculas) pero, sobre todo, se ha ido un Amigo (con mayúsculas de las más grandes posibles): se nos ha ido Francisco 'Tato' Cirera. Fiel a su capacidad de fascinar y sorprender, cuando todos los que le queríamos creíamos que sería capaz de doblegar a este puñetero COVID, que tanto daño nos está haciendo, como personas y como sociedad, y que hace menos de un mes se presentó en su vida, el condenado 'bicho' nos lo ha arrebatado para siempre.

Hijo del recordado Paco Cirera y sobrino de Antonio Molina, ambos bomberos de los antiguos, de los de una pieza, de los que hacían virtud de la necesidad y paliaban la escasez de medios con una entrega sin límites Escucharle hablar de historias antiguas de bomberos, de incendios espectaculares o de rescates casi imposibles, de saber cuándo sales de casa pero no cuándo vas a volver, algunas vividas en la intimidad de su hogar mientras su padre se batía el cobre y otras vividas en carne propia, era una delicia. Sin alharacas, sin sacar pecho, pero con la íntima satisfacción de haber cumplido su obligación, la cual no era otra, lo tenía muy claro, que el servicio a los ciudadanos de esta ciudad.

Tato Cirera había empezado a disfrutar de su muy merecida jubilación, tras más de 35 años de servicio, en enero de 2020, poco antes de que apareciera esta maldita pandemia. El pasado ocho de marzo, sus compañeros de la Agrupación de Bomberos de Jerez le entregaron la Medalla de Jubilado como reconocimiento a su trayectoria y su trabajo en el Cuerpo de Bomberos, al cual, aun jubilado, seguía muy vinculado a través de la referida Agrupación, de la que, por cierto, fue su primer presidente en sus comienzos, allá por 1984.

Otra de las facetas que caracterizaban al bueno de Tato, y que iban más allá de lo meramente profesional, era su amor por la fotografía. Miembro de la Agrupación Fotográfica San Dionisio de nuestra ciudad, junto a su esposa Lola, participó en infinidad de certámenes y exposiciones, tanto individuales como colectivas. Su pasión por el arte fotográfico en cualquiera de sus vertientes, le hizo ser acreedor de numerosos premios, así como de participar como jurado en innumerables concursos de fotografía y de codearse con primeras figuras tanto a nivel nacional como internacional. A colación de esto, recuerdo que se sentía especialmente orgulloso de haber conseguido, sin ser especialmente cofrade, el “Llamador de Plata” de su Agrupación san Dionisio. Fiel a la frase de George Eastman, el fundador de Kodak, “la luz hace la fotografía. Abrázala. Admírala. Ámala. Pero, sobre todo, conócela”, era un profundo conocedor no sólo de la técnica fotográfica sino también de cuantos recursos fueran necesarios para plasmar ese "instante decisivo".

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