El niño que soñó con ser como su propio padre

Los intensos ochenta y seis años de Mauricio González-Gordon

Juan P. Simo

25 de noviembre 2009 - 07:34

La vida de Mauricio González-Gordon no sólo ha sido una vida dedicada al vino y a la bodega. Formado entre Jerez, California y Sevilla, también se ha entregado en estos 86 años a la defensa de la naturaleza, la ornitología y la vela y navegación, de la que es un enamorado. “Quien no se divierte -repite siempre-, es que es tonto”.

Siguiendo el consejo de su padre ManuelMaría, que hubo de trabajar en unos astilleros en Glasgow antes de ejercer su profesión de ingeniero, Mauricio ingresó en 1939 en el Taller del Aire, cerca de la actual Madre de Dios, donde se montaron los últimos ‘Ratas’, para realizar trabajos de lima. “La prueba que me hicieron para ascender consistía en hacer, todo a mano, en el centro de una pieza de hierro de poco menos de un centímetro de grosor, u orificio triangular perfecto, donde después debía encajar una pieza triangular”.

ELVINO: Mauricio González-Gordon ha pasado por todos los cargos de responsabilidad de la empresa familiar. Uno de sus mejores logros se inició en 1946, cuando viajó junto a Ramón Guerrero hasta Nueva York en barco, llegando hasta California por carretera de día y durmiendo en trenes cada noche. Alli conoció al profesor Amarine, gran estudioso de la viticultura, y regresó con la idea de levantar el primer centro privado deInvestigación Enológica. Miembro del Consejo Regulador del jerez durante 24 años y capataz de honor de la bodega San Ginés, siguió de cerca el pleito del ‘sherry’ tanto en su primera sesión en Jerez como en la Alta Corte británica.

LANATURALEZA: “De niño, ya me gustaba salir al campo con un tirachinas y tirar a los pajaritos. Con ocho años, ya tiraba a las codornices, a los conejillos... Fue allí donde mi padre me enseñó a reconocer las primeras especies de aves. Me empecé a aficionar a reconocer a los animales. Él me obligaba a aprender el nombre de cada ave en inglés y en español. Así comenzó mi afición”. Con el tiempo, en 1954, conoció a José Antonio Valverde y a Paco Bernis, que decidieron sumarse junto a Mauricio y otros dos expertos a la creación de la Sociedad Española de Ornitología, de la que fue presidente. La sociedad creció y creció y de cinco personas hoy cuenta ya con cerca de veinte mil en toda España. También se encargó de traducir al castellano el libro ‘Guía de las aves de Gran Bretaña y Europa’, que ya ha alcanzado su quinta edición. Pero la intervención principal que le ha alzado como gran defensor de la naturaleza ocurrió en Doñana, cuando consiguió con ayuda de la familia y expertos contarrestar las intenciones del franquismo de cultivar en el coto eucaliptos para la fabricación de caucho y urbanizar el litoral. “Destruir o desvirtuar estos parajes es como suprimir los atributos de este país. Algo como prohibir al individuo humano las creaciones poéticas”.

LAVIDACOTIDIANA: Cuando los achaques y las piernas se lo permiten, Mauricio vuelve a la bodega. En su despacho, se ‘entrega’ al ordenador dando salida a la correspondencia. Parte de su tiempo libre lo invierte en la familia: Casado con Milagros López de Carrizosa Eizaguirre, su hija Bibiana le ha dado cuatro nietos. Y son siete si sumamos los tres hijos que ha aportado su hijo Mauricio tras su boda con Cristina Luque. El resto de la vida del marqués de Bonanza está plagada de reconocimientos: Fue medalla de oro de la Cruz Roja por sus servicios durante trece años como presidente de la asamblea local. También lo fueron su padre y su abuelo. Vicecónsul danés en Jerez durante veinte años, fue nombrado Caballero de Dannebrog por la reina de Dinamarca, ostenta además la Cruz al Mérito Naval y la Gran Cruz al Mérito Agrario en la sección de Alimentación.

¿Qué quiso ser de niño?, se le pregunta: “Yo admiraba mucho a mi padre y, por éso, suponía que el camino de mi padre era el camino bueno, porque mi padre no presumía de nada. Era fantástico en éso, siempre estaba buscando la manera de hacerlo mejor todavía”.

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