En el nombre de mi perro o del toro o del venao...
Tierra de nadie
Que el mundo está para borrarlo del diccionario es obvio; que la lógica está prescrita de nuestra sociedad, evidente; que la ética ha sido ilegalizada y encarcelada y, por tanto, la moral expatriada, indiscutible. Las consecuencias de tanta sinrazón, de tanto disparate justificado como argumento, de tanta concentración de supina estupidez nunca podrían calificarse como deseables, está claro, así que… aquí estamos, contemplando , entre el pasmo y la indignación, como algunos individuos que se denominan 'animalistas', ríen, se felicitan, festejan, aplauden y celebran la tragedia, de dimensiones difíciles de imaginar -por insondables- que supone que un ser humano, empujado por el acoso padecido, decida voluntariamente poner fin a su vida.
Se llamaba, que en paz descanse, Melania Capitán. Era una joven llena de vida, con una familia que la quería y a la que quería, con un buen trabajo, con 27 años y con toda una vida digna de ser vivida, que la esperaba.
¿Su pecado?: ser cazadora. ¿La causa más que probable de su terrible decisión?: el acoso despiadado, rabioso, cruel y continuado por parte de muchos de esos ¿seres humanos? que se hacen llamar animalistas. La persiguieron en las redes sociales, la insultaron, amenazaron y agredieron verbalmente, hasta lo indecible, siempre al cobarde amparo de un ordenador anónimo, siempre a la sombra de la miseria espiritual de quien no tiene alma conocida ni madre que la pariera. Fueron a su centro de trabajo a 'exigir' a sus superiores que la despidieran… ¡por ser cazadora! Publicaron su dirección física, su número de teléfono personal… para que otros mezquinos, tan zafios y rastreros como ellos, continuasen, como los licaones africanos, la persecución de la presa hasta su fin.
'Mel Capitán', así se la conocía en el mundo cinegético, era una mujer dinámica, con personalidad y valentía… hasta que la barbarie 'animalista' la superó. Era cazadora, y no sólo no se avergonzaba de ello, ¿por qué habría de hacerlo?, si no que presumía de su pasión, sana, regulada y controlada, noble y tan cabal como legal, ¿por qué no habría de hacerlo? Fue su sentencia de muerte. Una condena dictada por fanáticos excluyentes, por 'ecotalibanes' descerebrados, por proyectos de seres humanos que se quedaron en el intento ¡Aterrador y terrible, estremecedor e inasumible!
Son los que se jactan de 'defender' los derechos de los animales pero a la vez pisotean, con botas de clavos fascistas y locura fanática en sus suelas, el más elemental, el primero de los derechos de un ser humano: su derecho a la vida. No, enloquecidos santones de un credo demoníaco, no es lo mismo la vida de un animal que la de una persona. Y aunque nadie debe permitir, por supuesto, la crueldad con los animales, no es con nosotros con quien tenéis la batalla, porque ni la caza es cruel ni nosotros asesinos, ni vosotros quien para prohibir nada.
El que una actividad no os guste, ya sea la caza o los toros, la cetrería o la pesca, las carreras de caballos o el silvestrismo, los galgos y las liebres; por los motivos que queráis buscar o inventar, no es razón, ni mucho menos, para que tratéis de justificar el uso de la violencia, dar patente de corso al odio desatado o argumentar el insulto, la amenaza o la agresión. No, no lo es; y no, no tenéis el mínimo atisbo de razón; y no, no podéis hacer de vuestra capa un sayo y arremeter contra quien piensa, siente o vive en desacuerdo con vuestros particulares postulados.
No hemos llegado hasta aquí para volver de regreso a la tenebrosa Edad Media, a su lúgubre Inquisición, la quema de brujas, el potro de tormento y el público escarnio con sambenito incluido, ¿quién, o qué, os habéis pensado que sois?
Puede que muchos de vosotros, 'animalistas', con el paso de los años y el saber de la experiencia, os deis cuenta de lo que estáis haciendo. Si sucede a tiempo para rectificar, bien; pero si es demasiado tarde, el arrepentimiento no sirve para nada. En ese caso, que se sepa al menos quienes sois y lo que de verdad hacéis.
Vivid y dejad vivir. Vuestras personales frustraciones no son causa suficiente para hacerle cargar, con los fracasos que tengáis que arrastrar, a vuestro perro, al último toro que lidió, por ejemplo, Cayetano Rivera, o al venao que abatí en el penúltimo rececho en la Sierra de la Culebra.
PD: En recuerdo de Melania Capitán Tomas, y en el de todos los cazadores de buena voluntad que la acompañan.
PD 2: ¿Cuántos muertos necesita Podemos para condenar a Maduro, el dictador asesino de Venezuela? ¡Ya son 153!
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