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Una nueva vida para la torre de la Catedral

  • La restauración se ha centrado en la limpieza de la piedra, reparación de la escalera, incremento de la seguridad e instalación de luces

  • Las palomas se convierten en una problemática por la suciedad y los daños que producen

La tarde está tranquila en el centro de la ciudad. Normal por otro lado, siendo viernes a las cinco de la tarde. Únicamente varios turistas, que parecen soportar el calor mejor que los propios jerezanos, se aglutinan frente a la puerta principal de la Catedral fotografiándose y conociéndola. Junto a este gran edificio del siglo XVI se puede observar otro más antiguo aún y con un gran valor artístico: la torre campanario. Ésta, según Antonio López, deán de la Catedral, data del siglo XIV y se encuentra dividida en dos partes construidas en diferentes siglos. La primera, la ya mencionada, de origen mudéjar. El segundo cuerpo es el campanario, diferenciado del primero por un balcón que se extiende por los cuatro lados de la torre. Este cuerpo añadido al anterior es más reciente, del siglo XVIII. López explica que la valiosa torre es "lo único que queda de la antigua Iglesia Colegial". La historia que cuenta el actual deán de la Catedral consigue que la visita se convierta aún más interesante si cabe.

Muchos tendrán en su cabeza la imagen de los últimos meses con el edificio rodeado de andamios. La restauración de la torre se hacía primordial por el estado que atravesaba y, por este motivo, el obispado decidió acometer la obra cuanto antes. Fue el pasado mes de agosto cuando la diócesis recibió la feliz noticia que le confirmaba que la restauración había concluido. Algo menos de un año se ha necesitado para reparar las zonas más afectadas de esta construcción. Una espera amena que ha tenido como resultado el estado óptimo del edificio.

Nueve campanas dotan de sonido a la torre, entre las que se encuentra la matracaLa intención del Obispado es que la torre pueda tener un horario fijo de visitas

Antonio López está dispuesto a mostrar todas y cada una de las zonas que componen la torre. Y vaya si lo hace. No se le escapa ni un detalle. La puerta de entrada es pequeña y estrecha. Nada que ver con la longitud de la torre. La subida se presupone complicada de afrontar, aunque Antonio, encabezando la ruta, se muestra confiado y seguro.

Lo primero que puedes observar al entrar, además de la escalera, lógicamente, es un nuevo cuadro de luz incorporado en la restauración. Un gran cilindro luminoso ocupa el centro del primer cuerpo y dota de luz a otros focos en las zonas más superiores del segundo cuerpo de la torre.

Es una escalera algo estrecha, pero cómoda para la subida. Tras avanzar varios metros, un extraño ruido hace que Antonio se detenga. "No os preocupéis, son las palomas que se cuelan dentro", explica. En los primeros peldaños ya se pueden divisar los primeros ápices de la restauración. Los escalones que forman la antigua escalera de caracol, construidos con piedra de la Sierra San Cristóbal, sufrían un importante desgaste, con grietas y socavones notables, por lo que ha sido necesario añadir piedra para igualar el nivel de todos. También, las paredes se encontraban en un mal estado, sobre todo, cuenta López, la fachada, que sufre más con la erosión del viento y la lluvia, incluso con las palomas, que anidan en los huecos. Estas últimas llevan suponiendo una gran problemática para las antiguas iglesias de la ciudad. Las palomas son animales que se reproducen a un ritmo impresionante y dejan una gran cantidad de heces diarias durante su estancia. Además, suelen anidar en pequeños huecos que van haciendo más grandes y que perjudican notablemente el estado de las paredes.

Menos de cinco minutos han pasado desde que López inició la subida y ya se encuentra en el límite del primer cuerpo de la torre, el más antiguo y valioso. Es el punto donde se sitúa el primer balcón. Aquí Antonio López enseña otra de las modificaciones de la torre, en este caso en materia de seguridad. Dos cristaleras de seguridad rodean el balcón, con el fin de evitar alguna que otra desgracia. López cuenta que en la Giralda ocurrió algo similar. "Tuvieron que colocar las rejas porque había personas que se suicidaban desde ese lugar". Esta puerta de cristal tiene la posibilidad de ser abierta con llave por si en algún momento se tuviera que acceder al balcón. Además, se ha aprovechado esta ocasión en materia de protección para cubrir los máximos huecos posibles de entrada a la torre, con el fin de impedir el acceso a las palomas. "Aún así, siguen entrando porque es imposible sellar la torre", cuenta el deán de la Santa Iglesia Catedral mientras señala alguno de esos huecos libres. Durante la explicación de Antonio se escucha un sonido agudo, de esos que se te cuelan hasta el mismísimo cerebro. Se trataba de un simulador de aves rapaces, para conseguir ahuyentar a las palomas, o al menos intentarlo. "Ni con esas se van. Son muy listas y se cachondean de todo el mundo", lamenta Antonio López. "De hecho, en otra iglesia pusieron un ave rapaz disecado y la primera semana no se acercó ninguna paloma. Pero, a la siguiente semana, se subían hasta encima del ave". Tampoco pudo ser con las jaulas que Medio Ambiente les instó a colocar. "Sí, capturamos a algunas, pero las demás se seguían reproduciendo".

Dejando a un lado a estos animales, y continuando con la visualización de las nuevas modificaciones, saltan a la vista las cuatro primeras campanas. Éstas llegaron hace cuatro meses tras ser restauradas por una empresa de Torredonjimeno (Jaén). "Las hemos tenido que dejar guardadas hasta que terminase la restauración de la torre, pero por fin están colocadas". Ahora están en silencio e impresiona verlas de cerca, pero "en media hora tenemos que bajar antes de que comiencen a sonar", advierte López. Éstas pudieron escucharse por primera vez tras su restauración en el Corpus y, hace unos días, volvieron a retumbar en el pistoletazo de salida de las Fiestas de la Vendimia. Además, están programadas para que suenen cada hora, como es lógico. Antaño se hacía manualmente. Ahora, cuenta López, "tenemos un mando con el que las activamos desde abajo sin necesidad de subir a la torre". Una curiosidad de estas campanas son que todas tienen un nombre. Casi todas con nombres de santos. Entre ellas se pueden observar cómo están grabados los nombres de Sagrado Corazón, Salvadora y San José, San Miguel menor y mayor, Salvador y La Gorda.

Antonio se dispone a continuar mostrando la última parte de la torre -el punto más alto-. Para ello, había que subir por una pequeña escalera de caracol, esta vez de hierro. Se trata de otra de las modificaciones de esta torre. La que se encontraba anteriormente en ese lugar padecía un grave deterioro y se decidió sustituirla por una réplica.

Ahora sí, López llega a la segunda zona de campanas. Salta a la vista una de ellas. Es diferente al resto. "Se trata de la popular matraca o campana de madera, única en el país debido a su gran tamaño", explica. Está compuesta de una caja, en forma de campana, dotada de diversas asas metálicas que golpean al girar sobre sendas piezas de hierro clavadas en la madera, lo que consigue que su sonido también sea muy particular. Junto a ella, tres más, en cada lado de la torre, que completan las 8 principales. Aunque aún hay una más tres metros más arriba, que conforman las 9 campanas de la torre.

Las vistas desde este punto deja una imagen espectacular de todo el centro de la ciudad. La zona del balcón donde se puede presenciar el reducto y el Obispado deja a la derecha una perspectiva espectacular de la Catedral. Girando el cuello algo más a la derecha la instantánea que deja el Alcázar es única.

El reloj marca las 17:45. Es hora de iniciar la bajada antes de que el sonido de estos nueve gigantes acabe con algún oído. Durante el descenso se puede observar algunas palabras escritas en la piedra. "Hay muchas que son valiosas. Ésta, por ejemplo, -indica Antonio López mientras señala una de ellas- se trata del nombre de una persona de origen inglés y es muy antigua. Otras, por contraposición, son de albañiles que han estado realizando alguna obra en el interior de la torre y han querido dejar su sello, por lo que tampoco tienen algún valor".

La restauración de la torre-campanario, que ha conseguido recuperar el volumen de la misma para elevar la resistencia de sus muros, ha formado parte de un programa de rehabilitación y apertura al público del edificio. Antonio López señala que "la intención es que se abra en un horario fijo de visitas, para que todo el que lo desee pueda conocer la torre y disfrutar de ella, pero aún no hay nada cerrado, por lo que no sabemos cuándo se abrirá". La estrechez de sus escaleras y huecos para acceder a la zona más alta supondrán el acceso de grupos reducidos.

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