El 'pastor de los pobres' ya descansa en la Catedral de la diócesis que creó
Los restos de don Rafael Bellido reposan en un altar presidido por San Juan Grande · El traslado de ayer fue seguido por un templo lleno de público, con la asistencia de familiares y los regidores de Arcos y Jerez
El obispo bueno, el pastor de los pobres, el amigo de los gitanos, un hombre santo. Son algunas de las expresiones que han trascendido para definir quién fue y qué hizo don Rafael Bellido Caro, fallecido el 16 de marzo de 2004, primer obispo que tuvo la diócesis jerezana; el que tuvo la misión de ponerla en marcha y un obispo que no dejaba indiferente; con carácter y fuerte personalidad. "Dejarme ser obispo a mi manera", decía en no pocas ocasiones, frase que ha servido para titular la biografía que de él ha escrito Andrés Luis Cañadas Machado y que en gran medida viene a ilustrar con palabras quién fue y cómo ejerció su ministerio.
La figura y la memoria de don Rafael fue ayer eje de la celebración de La Inmaculada en la Catedral, presidida por el actual prelado, José Mazuelos Pérez, celebración que incluyó el extraordinario acontecimiento de que los restos del primer obispo fueron trasladados a su nueva morada en el primer templo diocesano, ocupando una tumba al pie de un altar presidido por el Patrón de Asidonia-Jerez, san Juan Grande. La Catedral se llenó de fieles para seguir esta celebración, con una amplia representación de organismos y asociaciones de la Iglesia local como la Unión de Hermandades, hermanos mayores, la hermandad del Rocío y delegaciones diocesanas, entre otras.
Más de una veintena de sacerdotes concelebraron una eucaristía acompañada por el coro y capilla musical catedralicia dirigida por Ángel Hortas, que con sus magníficas interpretaciones hizo crecer en muchos enteros la solemnidad de la celebración. Hubo también representación institucional civil como la del Ayuntamiento de Jerez, con la alcaldesa y su gobierno, y del Ayuntamiento de Arcos, con la presencia de su alcalde; la Academia de San Dionisio, además de una amplia presencia de la familia de don Rafael Bellido Caro.
En su homilía, el prelado jerezano reflexionó sobre la figura de la Virgen María y el misterio del dogma inmaculista, que ayer entroncaba con la celebración singular diocesana del patronazgo de la Inmaculada sobre Asidonia-Jerez. Tuvo referencias a la figura protagonista de La Inmaculada de 2012, monseñor Bellido Caro pidiendo "evocar la figura del primer obispo que nos llama a la santidad y nos ayude a ser fieles en el modelo sacerdotal". Al final de la pontifical, se organizó el traslado del féretro, depositado desde el viernes en la capilla del Resucitado, rodeado de flores y con cera encendida.
Se dispuso un cortejo integrado por sacerdotes diocesanos, portando el ataúd cofrades de la hermandad de La Resurrección que lo llevaron hasta un túmulo instalado la pie del presbiterio que se dispuso flanqueado con los hachones del paso del Cristo de la Viga y cubriéndolo un paño funerario de la Catedral, todo acompañado por la sublime música del Funeral de la Reina Mary de Inglaterra, de Purcell, interpretado por un grupo de viento y un tambor destemplado. Abriendo la comitiva estuvieron 17 sacerdotes, todos precediendo al féretro y cerrando el obispo junto a ocho canónigos.
Ya en el túmulo, se leyó el acta que daba fe del recibimiento de los restos en la Catedral. Se reseñó su llegada a Jerez, su labor constructora de la diócesis, y esa parte de su recorrido vital que estuvo vinculado a la diócesis que Juan Pablo II puso en sus manos. Tras unas preces, el ataúd, portado por sacerdotes, fue llevado hasta el altar que siempre recordará su nombre. Sencillo, con un camarín que alberga la imagen de san Juan Grande en cuya base la tumba se selló con una lápida que exclusivamente inscribe el nombre del prelado, la referencia a que fue el primer obispo, su escudo y su lema: 'Servir a Dios con alegría'.
La parte más emotiva se vio en los rostros emocionados de la familia de don Rafael, de sus allegados, de los que han trabajado duro para que se hiciera realidad lo de ayer y de no pocos sacerdotes que cuyos ojos vidriosos por la emoción delataban el cariño y el amor que permanece por la figura del 'Pastor de los pobres'.
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