Patrimonio

Bajo la piel de San Lucas

  • El investigador Fernando López Vargas-Machuca aporta una nueva cronología de la iglesia, que data en el siglo XV, y propone como autor de la misma a Alfonso Benítez

Una imagen del interior de la iglesia de San Lucas.

Una imagen del interior de la iglesia de San Lucas. / Pascual (Jerez)

La reciente rehabilitación de la iglesia de San Lucas, emprendida por la hermandad de las Tres Caídas, que tiene allí su sede canónica, ha acercado el templo al jerezano y visitante, en lo que se refiere a sus valores artísticos, un tanto desconocidos hasta ahora. Ahí están, entre otros, los trabajos de Fernando Aroca y José Manuel Moreno Arana sobre la sustancial reforma barroca del interior realizada entre 1714 y 1730; o los de este último investigador sobre los retablos y el patrimonio mueble del templo. O los de Fernando López Vargas-Machuca sobre la iglesia en tiempos medievales, es decir, en el marco de la arquitectura gótico-mudéjar que tan personalísimos edificios dejó en nuestra ciudad y su entorno entre finales del siglo XIV y la década de los sesenta de la siguiente centuria.

Precisamente, López Vargas-Machuca ha presentado nuevas propuestas en torno a San Lucas en la Edad Media, “y es que se puede afirmar que las naves del templo -hoy ocultas por las yeserías dieciochescas-, la ampliación de la capilla mayor y quizá también la portada septentrional son obra del mismo equipo de San Dionisio de Jerez y de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar”. Obras que asegura deben fecharse entre los años 40 y 50 del siglo XV.

“Si obviamos –dice López Vargas-Machuca– a quienes adjudicaban la obra de San Lucas a tiempos inmediatamente posteriores a la conquista, la mayoría de las guías artísticas y de los historiadores del arte vinculaban la fábrica medieval a la munificencia del regidor Alfonso García de Vera, quien en 1380 donó una importante cantidad de dinero para dignificar lo que no sería sino una mezquita reutilizada -mediando algunos arreglos y ampliaciones- para el culto cristiano”.

Por su parte, Hipólito Sancho de Sopranis estudió la capilla de Lorenzo Fernández de Villavicencio, “cuya interesantísima bóveda gótico-mudéjar oculta por los yesos barrocos es todavía visible desde lo que la Hermandad de las Tres Caídas conoce como ‘cuarto de la plata’”. El historiador portuense dató este recinto y la capilla mayor de la iglesia entre 1389 y 1433, mientras que proponía para las naves una cronología ya muy entrado el siglo XV, dada la aparición en las arquerías de una serie de arquillos trilobulados, motivo decorativo que al sur de Despeñaperros se asocian exclusivamente al tardogótico que eclosiona a raíz de la construcción de la Catedral de Sevilla.

Hoy se sabe que los arquillos trilobulados se utilizan también en un contexto gótico-mudéjar, dentro de un marco cronológico anterior al que hasta ahora se pensaba. “Por eso mismo, en 2014 lancé una nueva propuesta cronológica: no solamente la Capilla Villavicencio, sino también las naves, la sección rectangular -la más cercana a los fieles- de la capilla mayor y la portada septentrional corresponderían al marco cronológico indicado por Sancho, mientras que la parte posterior -sección poligonal- de la capilla mayor y -tal vez- la portada principal serían de un momento anterior, posiblemente adiciones realizadas a la mezquita”.

Ya en el monumental libro dedicado a San Mateo, López Vargas-Machuca realizó una aportación más: la capilla de Lorenzo Fernández de Villavicencio no correspondería al personaje con que hasta ahora se relacionaba, sino a su hijo homónimo y, por ende, “debe datarse a mediados de la decimoquinta centuria”.

Un nuevo descubrimiento permite modificar la propuesta y afinar. En el marco de las investigaciones de su tesis doctoral, Antonio Romero Dorado pudo acceder al interior de las cubiertas de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar y determinar algo hasta ahora no recogido por ningún historiador: los arcos formeros -los que forman las naves- se encuentran ornamentados por una serie de puntas de diamante. “Este motivo, de lejana ascendencia británica y signo de identidad de todo el gótico-mudéjar jerezano del XV, no hace sino confirmar los importantes vínculos de la iglesia sanluqueña con las realizaciones de nuestra ciudad, algo que hasta ahora sólo quedaba patente en la espectacular portada principal del templo vinculado a la casa ducal de los Medina Sidonia, portada que, de manera significativa, ofrece gran sintonía en sus formas con las de la Torre de la Atalaya de San Dionisio”.

El autor asegura que lo más interesante es la propia presencia de una banda ornamental marcando la rosca de los arcos, independientemente de que ésta se encuentre integrada por puntas de diamante o por otro motivo. “Esta decisión decorativa no conoce paralelos en la arquitectura cristiana medieval andaluza. No la encontramos en ninguna de las ocho iglesias cordobesas con tres naves que se han llegado a nuestros días. Tampoco en las diez que en Sevilla aún conservan una morfología más o menos medieval. Sin embargo, sí que tenemos banda decorativa en las arcadas de las dos iglesias de Jerez con tres naves: San Dionisio y San Lucas. Demasiada coincidencia como para no llegar a la conclusión de que las dos iglesias jerezanas y la sanluqueña son de la misma mano”.

Habida cuenta de que el templo dedicado a San Dionisio se estaba levantando en torno a 1430, que la Torre de la Atalaya se finalizaba a mediados de siglo y que -como han demostrado las investigaciones de Romero Dorado- la iglesia ducal debe datarse entre 1436 y 1448, “nos parecen los años treinta y cuarenta de la decimoquinta centuria los más adecuados para fechar la obra gótico-mudéjar de San Lucas. Ésta se remataría ya a mediados de siglo con la Capilla Villavicencio, obra del mismo taller pero ligeramente posterior en el tiempo”.

López Vargas-Machuca se atreve a proponer una autoría: Alfonso Benítez, sobrino del Fernán García, que a principios del XV había intervenido en la construcción de la Capilla de la Jura de San Juan de los Caballeros y sucesor de este arquitecto como alcalde del alarifazgo -una especie de maestro mayor de obras de la ciudad- desde 1433 hasta 1464. “Él parece la figura más indicada para terminar San Dionisio, para que el concejo de la ciudad le hiciera responsable de la Torre de la Atalaya -de propiedad municipal- y para que los Medina Sidonia le encargaran un edificio acorde con el poder de los Guzmanes”. Por ende, un equipo bajo su dirección, o al menos bajo la influencia directa de sus realizaciones, sería el encargado de la gran reforma de San Lucas en el siglo XV, la que le otorga la fisonomía que aún permanece escondida bajo la piel barroca.

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