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Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

El rey de los helados, el imperio de Enrique Soler

  • Sembró Jerez de kioscos de helados y en las tardes calurosas, las calles eran recorridas por carrillos ambulantes con mantencados, polos y frías granizadas. Enrique Soler Mira trajo los helados a la ciudad en el año 1940 y creo un pequeño imperio. Los trabajadores de los carrillos de mano y de los kioscos eran todos procedentes de Valencia, Castellón y Alicante.

EN los años treinta y tantos, hubo un hombre que vino de Gijona (Alicante), abriendo en Jerez, en 1940, la primera fábrica de helados que tuvo nuestra ciudad. Se llamaba Enrique Soler Mira y su industria la abriría en unos locales de la plaza Aladro, número 9, junto al bodegón del célebre y hace años desaparecido tabanco de ‘La Jarra’.

    En la fábrica de helados trabajaba toda la familia, Soler y sus siete hijos, más los diez valencianos que habían venido con él. Y pronto empezó a inundar Jerez de kioscos, sembrándolos por todos los barrios. Incluso en sitios muy céntricos como la calle Porvera, donde instaló uno, en la esquina de la Puerta de Sevilla; dos en la plaza del Arenal, a ambos lados del reloj de Losada y del kiosco de periódicos de Clavijo; otro en Santiago, junto al viejo que había de churros; otros dos en la Alameda Vieja, cercanos al kiosco de la música; y en otros lugares.

    Y para llegar hasta los últimos rincones, sacó  a la calle un buen número de carrillos de mano, con recipientes para helados de vainilla, horchatas, polos de varios gustos y la fresca granizada. Los trabajadores de estos carrillos y los de los kioscos eran todos valencianos o procedentes del reino de Valencia, Castellón y Alicante.

    Soler también estaba presente en los toros, en el fútbol y en las playas. Había valencianos que también vendían, en estos sitios, helados de Soler, los que ofrecían al público llevándolos a hombros, en unos grandes garrafones. Por cierto que, en El Puerto, también abriría su hijo Enrique una sucursal, años  después.

    Soler creó un pequeño imperio, vendiendo también turrón que fabricaba en su empresa, con la marca de ‘La Cartuja’. Y dulces variados. Entre los que más se vendían estaban sus pastelillos de gloria y las blancas y dulces peladillas. A finales de los cuarenta o principios de los cincuenta, cuando la calle Larga estaba en todo su mejor auge, Soler abrió en dicha calle, número 15, el mejor bar que tuvo Jerez, en mucho tiempo, la ‘Granja Soler’, con un hermoso y elegante salón de puertas acristaladas, y más de una decena de mesas ante el mismo, en la terraza de la acera, servidas por uniformados camareros, creo recordar que llamados Manuel y Nicolás; mientras, la barra del mostrador era atendida por profesionales de la categoría y la profesionalidad de Pina y su mano derecha Pepe Benicio Copano, dueño más tarde de ‘La Cepa de Oro”’. Y al frente de todo el negocio, el hijo mayor de don Enrique, llamado Ángel, que murió joven, sucediéndole su hermano Pepe, que se casó con una hija de Nadal, uno de los propietarios de la relojería de enfrente. Pepe Soler que era profesor mercantil, era un hombre muy agradable y simpático que siempre estaba en el bar, como cajero y relaciones públicas, atendiendo a todo el mundo.

     La ‘Granja Soler’ figuraba como Café-Bar-Horchatería. Y en local aparte, más pequeño, y casi al lado del café, con un pequeño mostrador alto, estaban las hijas de don Enrique, vendiendo helados, turrones y dulces con la marca de fábrica de la casa.

    Eran los años en que la única competencia posible que tenía la ‘Granja’ era el café y restaurante ‘Fornos’, de Agustín Corrales, en la misma acera, en el número 45, y el bar ‘La Española’, muy prestigioso también, en la acera de enfrente, propiedad del montañés Federico Enrique Gutiérrez Mantilla. Pero el más lujoso y el más moderno y confortable de todos era la ‘Granja Soler’, donde paraba la crem de la crem. Y a la hora del desayuno y a media tarde, a la hora del café, siempre estaba completamente lleno.

    A los valencianos que atendían los kioscos y carrillos de helados de Enrique Soler Mira, se les conocía por los cariñosos apelativos de ‘Valencia’ o ‘Ché’, indistintamente, y uno de ellos, llamado Ángel Donet ‘Angelete’, que despachaba helados en el quiosco de Santiago, quiso ser torero, llegando a torear alguna vez en las novilladas de noveles que organizaba Pepe Belmonte, si mal no recordamos.

    Primero desaparecerían de nuestras calles los carrillos de helados, y más tarde, poco a poco, uno a uno, todos los kioscos de Soler. Al morir José Soler Sirvent, también desapareció la ‘Granja Soler’. Pero la fábrica  de helados, de turrones de Gijona y dulces de la plaza Aladro 9, se trasladó al edificio de las oficinas de esta empresa familiar, en la calle del Rosario número 6, donde aún continúa, desde hace casi cuarenta años, con el único despacho, al frente del cual están las hermanas Edelmira y Carmen Soler Sirvent, las últimas herederas del rey de los helados.

    Estos exquisitos productos tienen hoy otras pequeñas fábricas y despachos, en nuestra ciudad, pertenecientes a otros propietarios, siendo el más antiguo de todos ellos ‘La Polar’ de la plaza del Arenal, fundado por otro ché ilustre, cuyas puertas llevan abiertas más de medio siglo. Por lo demás, los helados han dejado, hace tiempo, de ser un dulce frío exclusivamente para el verano. Ahora hay helados todo el año y en muchos sitios, empezando por los supermercados. Pero los primeros de todos los que se fabricaron en Jerez los hizo el rey de los helados, Enrique Soler Mira, el hombre que sembró nuestras calles de kioscos y carrillos, teniendo todo un imperio en sus manos, que ya cuenta con más de setenta años de existencia.

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