Cuando ruge el González Hontoria
Jueves de Feria
Un mediodía muy tranquilo y caluroso da paso a una tarde más que bulliciosa, con un Real abarrotado, en una jornada en la que el paseo de caballistas fue el total protagonista
Ambiente del jueves en la Feria de Jerez 2025

De menos a más. Y subiendo. Literalmente, la temperatura del ambiente en el Real este jueves fue a más, y en todos los sentidos. La Feria afronta sus días grandes, jornadas en las que siempre se espera un lleno total desde la hora de almorzar. Sin embargo, la tónica de la semana ha sido similar, y este jueves no fue diferente: mediodía tranquilito y, de repente, la marabunta. Como en la película de Byron Haskin, se sabía que iba a llegar, que iba a rugir. Y rugió. La Feria rugió. Como tiene que ser.
Refugiados del calor, el público llenaba las casetas a la espera de una brisa o que entrara un poco más la tarde y que el sol dejara de apretar. Mientras tanto, a refrescarse y disfrutando de las vistas, las que sean, aunque este jueves fueron los coches de caballos los protagonistas, en ese paseo de caballistas frente al templete de González Byass, con la valoración de mejores caballistas y enganches y la pertinente entrega de premios.
Y así la cosa iba subiendo, pasando las horas. Y mucho mejor cuando te toca en la mesa de al lado un grupo cantarín, pero de los buenos, de estos que te hacen arrancarte a bailar. Incluso, haciendo migas con otros grupos que pasaban cerca, uniendo voces por una buena causa: pasarlo bien.
Y es que no se puede remediar. Por mucho que nos cueste admitirlo. La Feria es así, con todas las incomodidades del mundo: calor, albero, dolor de pies, es cara... Pero, y lo bien que te lo pasas. Y la de gente que te encuentras y reencuentras... Santas incomodidades. “A mí no me importan. Las llevo bien”, aseguraba una mujer en una caseta. Y lleva razón la señora. Que se lo pregunten a cualquiera. Bueno, aunque sientas que los pies “me los están raspando con una lija por el polvo del albero, que parece arena de Valdelagrana”, se quejaba una chica. “Pues yo vengo de Madrid, donde hace frío y llueve y estoy disfrutando del sol ahora mismo”, comentaba optimista la exalcaldesa Mamen Sánchez.
Y es que es así. La Feria es para disfrutarla, aunque sientas que estás a veces en el Salvaje Oeste cuando tratas de cruzar el Real, evitando los caballos, chocarte con gente o resbalar en el barro del albero recién regado por el camión. Y además, porque algún que otro caballista iba vestido de aquella manera, saltándose a la torera la normativa o es que lo mismo tampoco nadie le impidió el acceso. Alguien que conozco diría: “¡Esto con Pacheco no pasaba!".
Total. No importa, “hay café”, rezaba un cartel. Cafeína y p’lante, que llegan las horas de las actuaciones y la gente se va moviendo de una caseta a otra buscando lo que quiere oír y bailar. Ruge, ruge el Real. Esto no hay quien lo pare ya.
Del Real tranquilísimo a la hora de comer, sin muchos caballos tampoco, a un bullicioso González Hontoria que te atrapa y no tienes más remedio que dejarte llevar. Es la hora de la fiesta y hay que ir cogiendo posiciones. “Oye, vamos a la caseta... que actúa... Noo, vamos a... que canta... Bueno, primero a una y luego a otra”, acuerda un grupo de chicos.
Y por el camino, yo me entretengo. Y más reencuentros. Y es que hay gente que se ve de Feria en Feria. Tiene gracia la cosa. Pues sí. Un gran punto de reunión donde las puertas se abren a la alegría y la diversión.
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