Jerez

El pregón, canto sereno y María como figura central de la Pasión

  • De los más cortos de los últimos años, duró poco más de una hora · Tuvo dos plegarias ambas cantadas por el sacerdote, una introducción y el resto en los cinco misterios dolorosos del rosario

Poco más de una hora estuvo en el atril Jesús Fernández de la Puebla Viso en un pregón eminentemente mariano. Contó y cantó la pasión de Cristo a través de María. Y lo hizo con su hábito mercedario -la segunda vez que se ve el mismo detrás del atril del Villamarta-, de forma serena, pausada, sin altibajos, sin romper el esquema que seguramente traía preconcebido.

Fue un pregón, retrato de sí mismo, en el que prevaleció la poesía sobre la prosa. No buscó el aplauso fácil y puso de manifiesto sus grandes dotes como predicador. El pregón lo estructuró mediante los cinco misterios dolorosos del rosario. En ellos encajó a todas las advocaciones de Cristo y María excepto la Cena y La Estrella, cofradías que le sirvieron a Jesús Fernández de la Puebla para empezar a caminar sobre su obra a las 12,36 de la mañana. Bien construido con una versificación exquisita que gustó sobre todo entre los entendidos, el pregón estuvo bien dicho, con parsimonia, sin estridencias y gesticulaciones. Buscó la complicidad del público usando un recurso que al padre Jesús le sale solo: naturalidad y bondad. No se le podía pedir el pellizco de aquí pero en lo fundamental acertó transmitiendo el mensaje que deseaba: fe y esperanza y sobre todo, María como epicentro de todo su pregón. Fue la exaltación de un cofrade, de un creyente, de un hombre que profesa un enorme amor a la Virgen.

José Antonio Zarzana hizo la presentación de un amigo al que sin duda admira por que "es un regalo de Dios hecho persona". Fue una exaltación de jerezanía en una presentación justa y medida en la que recordó la niñez del pregonero, su tierra natal, sus progenitores, un recorrido vital necesario para introducir al Jesús pregonero, "un hombre excepcional que deja estela allí donde va", dijo Zarzana Polo que se preguntó no saber "que había hecho para merecer la dicha de presentarle".

El o los momentos que pasarán a la historia por su singularidad, el principio y el final. El sacerdote mercedario quiso comenzar y rubricar el pregón con sendas plegarias que cantó de viva voz acompañado con la música del órgano que tocó José Carlos Morales. Al no buscar las palmas del público, no arrancó muchos aplausos pero los que se produjeron fueron sinceros como el que surgió al final de los versos que dedicó a la Madre de las Mercedes, titular del Soberano Poder: "Qué precioso nombre, Madre que huele a nardo y canela. Eres salud del enfermo pues has curado mi pierna y eres Madre de Jerez, Mercedes, Patrona y Reina". Así cantó a la advocación de su alma la misma que vino de Sevilla en forma de pañuelo en las vísperas de una operación que milagrosamente no llegó a suceder.

Como no podía ser de otra forma, cuando habló de la hermandad del Transporte, a través de Madre de Dios de la Misericordia, la dedicación fue clara a Diego Conde: "azucena mercedaria, que me tienes cautivado con tu divina mirada; que por ti soy religioso y visto de librea blanca y por ti soy sacerdote para llevar la palabra, para llevar a tu hijo a los que buscan la gracia. Madre de la Misericordia, preciosa morena clara, contágianos la hermosura que se desborda en tu cara. Eres la hija del Padre, del Espíritu morada, y del Señor del Consuelo eres Madre Inmaculada". De antemano, Jesús Fernández de la Puebla dedicó pregón a los costaleros aunque la mención explícita a ellos fue en el entorno de la parte dedicada a la Cena que fue también excusa perfecta para exaltar la eucaristía: "Calle Tornería. Lunes Santo. La Cena invade corazones con su arte costalero. Hay sensaciones en las que el cielo y la tierra se encuentran. En las trabajaderas se toda el cielo. Costalería jerezana, danzarina de Dios. ¿No os dais cuenta que al hacer bailar a su Hijo en vaivenes de arte y gracia, también ilumináis la fe del mundo cofrade? En el exordio o inicio de la obra ofreció una definición de la Semana Santa de la que dijo que la "Semana Santa es libro vivo; no es cosa del pasado. La Pasión y la Pascua se prolongan. Miramos al Cristo del siglo uno y al Cristo del siglo veintiuno ¡qué garantía! Son dos mil años los que celebramos la Semana anta, a pesar de los tumultos impetuosos sucedáneos de la verdad, de la traición y del engaño. Semana Santa, fuente de gracia y salvación donde los pasos del misterio del Señor y de la Virgen nos ayudan a seguir las huellas de un Dios encarnado, dulce locura de amor y misericordia. Es carne y es hueso, como tú, como yo. Es persona y sigue vivo. La Semana Santa no sólo es cultura, es fuente de gracia para los creyentes para todos… La Semana Santa es redención, liberación y abrazo de Dios al hombre". La oración con el Huerto fue el argumento del primer misterio doloroso del rosario - "evangelio de los sencillos"-. Como capítulos del pregón, con la Amargura abrió el segundo: "Amargura ve deprisa que contigo se hace llano el camino para los hombres día y noche, paso a paso". El tercer misterio se inició con La Coronación y cantó a La Esperanza : "Tengo sed, sed de lo eterno y la contemplarte, María, Esperanza de la Yedra, has colmado mi alegría". La cruz en el camino del Calvario, los nazarenos de Jerez en el cuarto misterio: "mi Señor Jesús, en tu indigencia. Tu como yo estamos los dos caídos en el suelo. Déjame que te mire muy de cerca, frente a frente si es s que puedo mirarte en mi ceguera. Y decirte como el ciego del camino Señor de la Salud, que vea". El quinto misterio empezó a abrir la puerta del final del pregón con unos deliciosos versos que dividió en las siete palabras de Cristo. Y María siguió siendo el hilván de todo con La Soledad: "Ya se han secado tus lagrimas y entre tus manos prietas el clavo que traspasaba a la vida verdadera. Déjame que te acompañe en esta noche de estrellas que yo soy también tu hijo, Soledad de la Porvera"; y a la Piedad, "Pasas bella entre las bellas bajo tu palio de estrellas la noche del Viernes Santo, recogiendo en tu amplio manto de nuestro amor las centellas"; y a Las Angustias, por Lete y Paco Ruiz Cortina, "Deja caer en mi frente, como lluvia en la campiña, tus besos que son amores"; y a la "Señora del Aleluya, del hombre en pié, renacido como el volcán que lanza fuego en busca del infinito". Plegaria final a la Virgen, a La Cabeza, palmas por bulerías y por Jerez, himno de España y final.

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