Tierra de Nadie

Reinicio

A ver…, ¡vaya!, parece que algo no va bien… Me pide, el ordenador, reiniciar el sistema; supongo que no me queda otra opción… Pulso 'reinicio ahora' … a ver… se apaga la pantalla… se apaga el sistema operativo… se detiene el motor de la computadora…

Las heridas por tiempo infectadas y las llagas necrosadas, o con gangrena, y los organismos en descomposición, todos hieden. Las bacterias que se nutren de la carne muerta y viven de ella, provocan reacciones químicas que liberan compuestos que desprenden un olor fétido, insoportable, inequívoca señal de la presencia, próxima o ya cierta, de la muerte. Nuestro mundo huele a eso. Somos como esas bacterias, sobrevivimos sobre algo que estuvo vivo pero ya no lo está, y lo que hacemos, apesta.

La mayoría de las personas que están en política -unos ocho de cada diez- se dedican a cualquier cosa menos a hacer política. Nadie les obligó, por supuesto, a “dedicarse” a ella ni nadie fue a pedirles, por favor, que prestasen sus “servicios” a la comunidad desde la Administración; fueron ellos los que decidieron su destino, pelearon duro por conseguir entrar, se deshicieron de rivales, se sirvieron de métodos aceptables y no aceptables para ir subiendo escalones, y dejaron atrás amigos o familia, o los dos, para alcanzar el puesto de sus sueños; y lo hicieron, digámoslo ya de una vez, no para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos ni tampoco para servir al bien común, a la Justicia, la igualdad y la libertad, no; lo hicieron para servirse a sí mismos, para ganar todo el dinero posible, para colmar sus vanidades, para asegurarse un futuro a costa de quien sea y, casi, de lo que sea.

Pero nuestros “políticos” -esos ocho de cada diez sobre los que escribo- no llegaron hasta dónde están en una nave espacial proveniente de un oscuro rincón de una galaxia muy lejana -esto puede suceder en 'Star Wars', pero no es el caso-; ellos son como nosotros, somos nosotros. Nacieron en los pueblos o ciudades en los que nacimos todos; jugaron en la calle, como hicimos nosotros, incluso con nosotros mismos; fueron a los mismos colegios que a los que nosotros fuimos; se enamoraron de personas que conocemos… Las gentes que están en política -buenos y malos-, ya sean los dos políticos o los ocho que ni lo son ni se les espera, no ya es que sean fiel reflejo de la sociedad, es que son la sociedad misma ¿O quieren pensar ustedes, amables lectores, que sólo la morralla ocupa Parlamentos, ministerios y presidencias, y los “buenos”, los que valen y son de buena voluntad, nos hemos quedado todos aquí? Es obvio que no es así.

La ciudadanía, el pueblo, las gentes, nosotros… estamos tan estropeados y podridos como los que nos mandan. La villanía, la envidia, la vanidad, la falsedad, y el egocentrismo infestan a ocho de cada diez ciudadanos 'respetables'. Si quieres peras has de ira a recogerlas de un peral, por mucho que esperes bajo un olmo, no conseguirás ninguna, nunca. Así que no se hagan ilusiones: la misma mierda en la que viven, y de la que se alimentan, sus 'señorías', es en la que nosotros, 'ejemplares' ciudadanos, vivimos. Es lo que hay.

Establecido este principio, y asumido como inmutable, sobre la esencia de la sociedad que entre todos hemos ayudado a malparir, es hora de pensar en hacer algo para cambiarla, para cambiarla de verdad, ni parches, ni parciales e inútiles 'enderezos', ni consejos edulcorados, ni monsergas regeneracionistas, ni, por supuesto, 'revoluciones' prostituidas por alguno de esos ocho de cada diez larpeiros soplagaitas 'asaltaideas'; nada de esto servirá para conseguir algo que en verdad sirva. –'Larpeiro' es una palabra gallega que usaba con frecuencia mi abuelo José, allá en el Betanzos de mis veranos infantiles, quiere decir sinvergüenza-

Lo único, en mi opinión, que puede darnos una esperanza con cierto fundamento, razonable, es un reinicio del sistema.

Pero, reiniciar el sistema supone apagar la 'pantalla' … apagar también el 'sistema operativo'… detener el 'motor'… y… esperar que, si no falla el 'programa', se vuelvan a encender, en orden inverso, y a funcionar como debieran, todos los elementos.

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