"Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan"

Francisco Román. propietario del restaurante Don Paco, de Madrid

Pocas personas han conocido la noche tan bien como él Jerezano afincado en Madrid, escribe un libro con sus vivencias, donde desfilan algunas de las grandes figuras del espectáculo del siglo XX.

"Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan"
"Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan"
Miguel López

04 de abril 2016 - 01:00

- Don Paco, tiene usted noventa años y está a punto de cumplir 91. Empezó a trabajar en la hostelería de niño y se ha pasado más de la mitad de su existencia en tabernas y restaurantes. ¿Hay vida fuera de las tabernas, tascas y bares?

- Afuera de los bares y adentro, adentro, adentro, claro. Eso es muy importante. Yo he estado dentro desde los diez años, en la hostelería. Yo soy jerezano puro, de diez generaciones, por los cuatro costados y por la gracia de Dios. Entonces me dicen de niño, ¿quieres trabajar en Madrid? Entro en un restaurante muy andaluz, muy andaluz, el Alboroque. Enfrente estaba el sastre que vestía a Manolete, de paisano, no de torero. Llegué a Madrid con 25 años, cuando Madrid era Madrid.

- Se vivía de noche por entonces…

- En Madrid, antes, la noche era en los cabarets. Estaban el Pasapoga, el Casablanca, Florida Park, el Pavillon. Y todos, a las tres en punto de la mañana, todos, tenían que cerrar. Por la ley. Y entonces en el extrarradio había unas ventas para seguir viviendo la noche. Decíamos: vamos a tomar unas tortillas españolas, vamos a comer unas sopas de ajo, ¿no? Y allí había artistas buscándose la vida, para cantar, para bailar, en fin. Había alguno en el centro de Madrid, como el Villarosa. En unos cuartos reservados, allí entraban los señoritos y decían: venga, unos cantes, unas guitarras. Y esos estaban toda la noche, hasta por la mañana.

- ¿Habría llegado el flamenco tan lejos sin las ventas?

- El cante ya estaba lejos. Desde Don Antonio Chacón, Juan Breva, Manuel Torres…

- Usted ha trabajado en bares históricos: El Alboroque, el Duende, Chicote, El Habra, el Castellana Hilton…

- Ahí empecé, en el Alboroque. El Duende era una Universidad, no un bar. En esos bares es donde se aprende, donde se ve. Yo he vivido el mundo de noche, ese mundo en que todo cambia después de la medianoche. Se ve a los hombres con una categoría en su trabajo y luego, con dos copas, son muñecos de trapo.

- Aquellos bares eran de los mejores del mundo, ¿no?

- Chicote, el restaurante Jockey, el Castellana Hilton… Ahí estaba la Ava Gardner. La trajeron aquí cuando se inauguró el Castellana Hilton y a bastantes figuras de Hollywood. El tratamiento de Ava Gardner era señora. Allí trabajaba yo. Los grupos de mesas se llamaban rango, como unas parcelas. Ella se sentaba en mi sitio, porque yo le caía bien a la señora. Iba a cobrarle luego al hotel. Ella no pagaba sus copas en el momento, le daba igual. Antonio el Bailarín iba con ella, y Enrique Herreros, el productor de cine. Gardner bebía mucho y dormía poco, pero solía estar sola. Conocí también a Frank Sinatra. Ava Gardner me regaló un encendedor de oro, un DuPont…

- Una mujer generosa.

- Sí que era generosa. Ella no tenía problemas. Llegaba cualquiera y le daba un DuPont. Todos por deseo de estar con ella, claro, no por otra cosa. Era una mujer caprichosa. Había por aquí un artista famoso, Espartaco Santoni, que se casó con Marujita Díaz. Era muy guapo, un tío elegante, y empezó con ella. A ella no le gustaba, porque no le transmitía, no, no le gustaba. A ella le daba igual que fuera bajo o que fuera cojo, como le pasó con el feo de Rooney.

- Además de Ava Gardner, otros muchos personajes históricos han tratado con usted.

- Al primero que yo conocí, de estos hombres potentes, pudientes, fue el Aga Khan.

- El hombre más rico del mundo entonces…

- Sí señor, indio. A su padre lo pesaban con oro todos los años, por tradición. Estaba en el Alboroque y llegó. Yo no sabía quién era. Apareció con un torero que tenía un bar en la calle Jardines, que se llamaba La Pañoleta, que es de un barrio de Sevilla. Allí había un sótano donde cantaban y bailaban. Llegó el Aga Khan. El tío sabía español. Y dice: venga a cantar, me dice a mí. Y yo le hice un fandango. Y me dio ¡veinte duros! Eso en el año cincuenta y tantos era un dineral. Yo he conocido a reyes, príncipes, presidentes de gobierno, he trabajado para los Duques de Alba, en el Palacio Real de Madrid, con los reyes, en la boda de la hija de Franco… Al general Perón lo conocí con Ava Gardner. A Ava la echaron del Hilton, porque era muy escandalosa. Y entonces se fue a vivir a la calle Doctor Arce, donde vivía el general Perón. Una de las veces fui allí, a cobrarle a ella, que tenía una criada mexicana muy simpática, Carmen Vargas. Ava tenía dos perritos y Perón tenía otros dos perritos. Y entonces voy una mañana y veo a Ava con un batín, descalza, peleándose con la mujer de Perón por los perritos, que se habían pegado.

- Otro personaje con el que se relacionó fue Picasso.

- Sí, claro, con Picasso. Eso fue en Francia. Picasso me dedicó una firma suya. Yo estaba a las diez de la mañana en la puerta del hotel. Él paraba en un hotel que hay en Biarritz que se llama Le Palais. Allí paraba mucha gente. Enfrente había un casino. Por entonces yo alquilaba un esmoquin para el verano, con una chaquetilla blanca. Luis Miguel Dominguín me dice que vayamos a comer marisco y entonces yo digo, voy a cambiarme, pero no. Fui con esmoquin. Era en pleno agosto. Y venga a bailar y esto y lo otro. Pablo Picasso me había firmado en el pecherín, pero se derritió, con el verano, con un calor tantas horas. Le digo: maestro, fírmeme otra vez, le pedí. Y ya no quiso.

- Pero de todos los personajes, con quien siente usted más querencia es con los toreros.

- Pues con todos o casi todos. Desde Juan Belmonte, Rafael Gallo, Nicanor Villalta, Sánchez Mejías, Marcial Lalanda... Vi una de las corridas más grandes de la historia, en Vista Alegre. Fue el año 1974. Toreaban Antonio Bienvenida, Curro Romero y Rafael de Paula. Bienvenida se despedía de los toros. Paula montó una…

- Usted es uno de los grandes aficionados taurinos de este país.

- Yo siempre he sido aficionado a los toros, porque mi padre fue picador, El Recovero.

- ¿Era gitano su padre o con sangre gitana?

- Era gitano, sí. Yo no soy gitano, vamos, no soy gitano puro, porque mi madre no lo era.

- ¿Esa mezcla de sangres es buena para el arte?

- Sí señor, porque los mejores capotes que han salido en el mundo han sido gitanos. El más grande fue Manolete.

- Usted es propietario de Don Paco. El restaurante, el bar, ¿es una prolongación de la plaza de toros? ¿Se vive con la misma pasión el relato de la corrida que el momento del espectáculo?

- Se recrea, sí. Hace tres días estuvo aquí López Simón, que va a dar mucho ruido. Respeta a los toros. Ha tomado la alternativa el año pasado. También son amigos míos José Tomás, Antonio Ordóñez, Morante de la Puebla, Manzanares…

- A veces su local ha acogido a gente que estaba corta de recursos, a dos velas. ¿Hay un componente altruista en su oficio?

- Sí que es verdad. Me ha encantado siempre ayudar. Porque lo que más me gusta del mundo es dar. Y si me piden, más todavía. Me encanta. La amistad es muy importante para mí y la valoro mucho. La amistad sana, ¿eh? Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan en la vida. De noche, cuando aquella época, todo cambia. Es cuando se abre la caja de Pandora.

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