El viaje transformador de Rocío Garrido

Festival de Jerez

La bailaora Rocío Garrido ha estrenado De vidas en el Centro Social Blas Infante, inaugurando también este nuevo espacio que suma el Festival en la presente edición

La Compañía Danza Flamenca Carmen Cortés con 'Memorias' en el Festival de Jerez 2025

La bailaora Rocío Garrido, durante su actuación.
La bailaora Rocío Garrido, durante su actuación. / Tamara Pastora
Valeria Reyes Soto

24 de febrero 2025 - 15:19

Cuando a Rocío Garrido le preguntaron con quién quería trabajar para la dirección artística de su primer espectáculo decidió airear sus sueños y manifestar su deseo, —dicen que a veces hay que nombrar las cosas para que estas sucedan—. Apostó alto y ganó. Su admirada Eva Yerbabuena era la persona ideal para la encomienda y este anhelo se convirtió en realidad tras una conversación entre las dos bailaoras, un encuentro que le sirvió a Yerbabuena para conocer mejor a Rocío Garrido, para sonsacar con labia las claves necesarias que Eva necesitaba saber antes de emprender esta propuesta creativa conjunta. El final de este camino sucedió ayer al finalizar el espectáculo, con un fuerte abrazo que se profesaron ambas artistas al término de De vidas, y es que este ha sido un proceso de aprendizaje mutuo, Rocío ha aprendido de Eva, pero Eva también de Rocío. De vidas cuenta también con la colaboración coreográfica de Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España, credenciales que acreditan la expectación que había por ver esta propuesta.

La bailaora almeriense fue la ganadora en 2023 del Desplante de las Minas, el prestigioso premio al baile que otorga el Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, y en 2024 fue una de las artistas más aclamadas a su paso por Tierra de talento, llegando a la semifinal del programa de Canal Sur. Tras estos hitos tan mediáticos de su trayectoria, la artista parece haber hecho un alto en el camino para repensar su propuesta como bailaora, y es que las vidas propuestas ayer por Rocío Garrido sorprendieron por ser introspectivas y reflexivas, muy lejos del foco mediático que la ha envuelto en esta última etapa.

Prueba de ello es la apertura con el Réquiem de Mozart, una declaración de intenciones precisa y directa de lo que está por venir. Lacrimosa no para de sonar a lo largo de toda la obra en la voz de Esperanza Garrido, una voz lírica poderosísima que impregna al espectáculo de un precioso matiz sonoro. Rocío Garrido parece necesitar bastante tiempo para iniciar una búsqueda, que se intuye por las ropas que se va quitando a medida que avanza la primera parte del espectáculo. Hay simbolismos como el humo de un cigarro que la bailaora se fuma y montones de ramas secas, todo ello en sintonía con una misa de difuntos, con días de luto y lágrimas y con el juicio final. El propio réquiem, el tempus fugit hecho baile. Rocío Garrido extiende sus brazos en forma de cruz y se ancla en la pared. También se mueve por el escenario con un solo zapato y cojeando, baila atrapada en una silla. A nivel escénico se usan recursos interesantes y apropiados para el discurso de la obra, aunque carentes de cierta sorpresa para el espectador.

Rocío Garrido se presenta ante el público con una naturalidad honesta, desprovista de cualquier adorno que la ensalce. Se intuye verdad en su presencia y la necesidad de emprender una búsqueda artística más profunda y coherente con su propio proceso. Mención especial para Pepe de Pura y su presencia arrolladora. No solo es que sea bueno en el cante, es que sabe cómo envolver al baile.

La música permanece en continuo diálogo con Rocío Garrido en una tensión constante que no termina de romperse. Cada vez que el baile se crece, la música parece cortar la subida en una clara intención de que así sea. Rocío Garrido explora una vida de cierto aire tenebroso aunque no termino de caer en esta profundidad propuesta. Quizás el espectáculo predispone al público de forma tan evidente el camino a seguir que extraño cierta sutileza en esta guía, o bien una bajada irremediable a los infiernos. Sin duda es en la seguiriya final cuando De vidas se vuelve más profundo y cuando el baile de Garrido acompaña más la trama de la obra.

De vidas es un espectáculo que nace con una vocación muy íntima de la artista y que desprende mucho cuidado y gusto en todos los detalles, desde la elección musical a la escena final, con un grupo de mujeres exclamando ¡bravo! y tirando claveles en una especie de hoguera, mientras que Rocío Garrido parece agonizar enclavada en la pared. Parece retirarse del aplauso, de los focos y del juicio público que rápidamente eleva y luego destruye, para emprender su propio camino.

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