"La vida en Haití es pura supervivencia"

Directora del colegio El Cuco en los años 70, esta sevillana cuenta desde su lugar de trabajo en Jean Rabel la situación por la que están pasando los haitianos y las necesidades que imperan en este castigado país

Imagen reciente de Teresa Ybarra, en Haití.
Imagen reciente de Teresa Ybarra, en Haití.
A. Cala / Jerez

25 de enero 2010 - 01:00

Su nombre de religiosa es Nazareth. Lo eligió por su devoción a la Sagrada Familia. Nació en Sevilla un 13 de octubre de 1939 y gran parte de su vida ha estado entregada a los demás, a través de la congregación Jesús María. De hecho, fue directora del colegio El Cuco de Jerez desde 1971 a 1974, tiempo en el que se construyeron las instalaciones actuales sobre las antiguas. Estudió la carrera de Historia en Granada. Estuvo 18 años en Bolivia. Allí la congregación llevó la luz a lo largo de 186 kilómetros, que supuso "un gran trabajo". Colaboró con los oblatos en la evangelización de las comunidades del campo, desarrolló el Museo de los Aymaras y restauró la Iglesia. Además, las religiosas instalaron ordenadores en el colegio de Fey Alegria, fundaron una casa de espiritualidad en Machacamarca y un centro para niños de la calle. Después se trasladó un año a Cuba en Santi Spiritu y luego se vino a España otros doce meses. Tras este tiempo se marchó a Haití. Allí lleva nueve años.

-¿Cuál es ahora su labor en Haití?

-Llegué a Haití en agosto de 2000, estuve dos años en Gros Morne y desde septiembre de 2002 estoy en Jean Rabel, pequeño pueblo al noroeste de Haití. Aquí vivo con una hermana irlandesa. Nos ocupamos de supervisar, animar y sostener cinco preescolares con 280 niños en las afueras de Jean Rabel, donde hay pura supervivencia, el hambre se siente.

-¿Qué más proyectos llevan a cabo?

-Gestionamos un taller de artesanía con 25 mujeres, a las que se les paga por obra realizada y se les ayuda así de una manera extra. Por las tardes tenemos 40 chicas más jóvenes que están aprendiendo a coser. Hay también un taller de pintura de 20 jóvenes y los cuadros se venden en Europa, Irlanda y Nueva York, ayuda con la que seguimos adelante. Tenemos además un proyecto que llevamos a cabo con la ayuda de España e Irlanda de construcción de casas de tres habitaciones para gente humilde. Ya llevamos 200 edificadas o arregladas y vemos que no podemos parar porque cuando salimos al campo y vemos cómo están las casas..., no podemos dejarlos así. Estos países colaboran con 1.000 dólares americanos y nosotras ponemos 4.000. Hemos desarrollado además tres proyectos, ya realizados, de captación de agua potable, que es importantísimo para la higiene y salud de los habitantes. La escuela de Colette, por ejemplo, está hecha con el dinero recogido en Jerez el año pasado en el tiro pichón que organizaron los voluntarios.

-¿Cómo sienten los haitianos ahí la catástrofe?

-En la misa del domingo se sentía la tristeza. Qué seriedad, qué dolor contenido de tanta gente que ha perdido a familiares, que ha perdido sus negocios, que ha perdido su capital. Esto para los haitianos, que son descendientes de esclavos de la capital, Puerto Príncipe, es su orgullo. Pero tienen una gran dignidad fortalecida por el dolor. La gente ahora está loquita por salir de Puerto Príncipe. Allí no hay nada, todo está en el suelo y muchos muertos por enterrar, y los presos en las calles ya que la cárcel fue destruida. He estado muchas veces en Puerto Príncipe y era su orgullo, su capital y ahora se han quedado sin ella...Ya hemos mandado tres autobuses para buscar gente y traerla aquí. Piensa que este pueblo no tiene nada, nada mas que hambre.

-¿Tenía relación con los españoles que viven en Haití?

-Sí, de vez en cuando. Algunos de ellos han colaborado con nosotros en los juguetes para la Navidad, entre otras iniciativa.

-¿Cómo se puede ayudar desde aquí?

-Con médicos y medicinas actualmente, pero para la reconstrucción hay que esperar a que no se repitan más terremotos. Nosotras aquí estamos organizando un equipo y que expresen sus necesidades. Hay que atender a los jóvenes que tienen los colegios cerrados o destruidos. Se necesitan profesores y aprovechar el momento para que no haya delincuencia por no haber dónde acudir. El dinero recogido tiene que ir a manos seguras.

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