Los rompecopas. Episodio II: Los Amontillados
Acotaciones sobre vinos
¿Cuál es la manera de vivir de los vinos generosos? ¿Es su entorno tan diferente a la elaboración y crianza de otro tipo de vinos?
Allí donde habitan, el aire de los altos cascos de las bodegas llena los espacios y se apoya sobre las botas. El eco de los silenciosos pasos entre las andanas no impide que podamos escuchar como caen las lágrimas de vino de la merma, como la bota llora en silencio…
Y cuando se apaga el sonido de los pasos, el silencio nos recuerda que es el lenguaje del alma y del vino de Jerez. Una calma conmovedora en la bodega que guía la mente creadora, donde el tiempo nunca muere, porque está cargado de la sustancia espiritual de los que han morado y trabajado en estas bodegas.
Calma para escribir estas palabras y asombrarnos con una copa de vino, mientras nos preguntamos si hay alguien más ahí fuera. Coge mi mano y no la sueltes porque siempre me queda tiempo para ti.
Sin embargo, todo este silencio creador se quiebra con esta serie de amontillados que rompen la copa haciendo saltar mil cristales de sabor en nuestro paladar. Amontillados llenos de verdad y poesía que es lo que le pedimos a los vinos.
El trayecto de los rompecopas sigue en búsqueda de vinos llenos de luz, mientras en alguna parte suenan los acordes de Stairway to Heaven y a veces las palabras tienen dos significados.
Todos estos vinos viven en un mundo maravilloso.
Amontillado Viña AB (González Byass)
Imaginen ese lugar donde viven esas andanas ordenadas en silencio y se forjan las cosas importantes. Donde la crianza biológica y oxidativa se abrazan para crear un vino cálido, sereno y eterno. Una bodega donde las puertas sólo dejan entrar los susurros del soplido del viento.
Viña AB es un amontillado joven que, tras 12 años de perfecto reposo, infunde el sentimiento de lo infinito. Un vino que brilla ámbar en la copa, con recuerdos al velo de flor que tuvo y que lo convierte en un rompecopas legendario.
Y recordando las palabras bien expresadas de Manuel María González Gordon, un vino agradable debe ser como una vela brillante, a candle bright.
La bota 95 de Amontillado (Equipo Navazos)
Porque hay vinos que comienzan sin un final en tus sentidos y ese es el secreto de las botas elegidas. Un viaje épico que comenzó por soleras de Rainera P. Marín de los años 80, hasta un punto y seguido en 2019, donde se embotelló este preciso y precioso amontillado sanluqueño con más de 25 años.
Un registro natural, salino y elegante, legado del silencio de la desembocadura de un río que proyecta los cálidos destellos del sol en la copa.
Un inolvidable rompecopas nacido en Miraflores y criado en el corazón de la radiante claridad de Sanlúcar y su mundo circundante.
Un viaje que termina en esta copa de momentos sublimes que nos concedemos y que volverá a regalarnos el Equipo Navazos, por otros lares, con la bota 117 de Amontillado.
Amontillado Carlos VII (Bodegas Alvear)
Me sentaré a recordar una vieja historia que valió la pena rememorar mientras brindábamos con aquel vino. La familia Alvear lleva casi tres siglos haciendo vinos generosos en Montilla y haciéndolo desde la viña, apegados a su terruño de albariza.
Es la bodega más antigua de Andalucía y Montilla es el origen de estos vinos silenciosos e irreproducibles que son los amontillados, vinos telúricos que sirvieron de inspiración a Poe en aquel cuento El barril de amontillado, lectura para mezclar lo bebido con lo leído y copa en mano apreciar la potencia y delicadeza natural que tienen los vinos generosos de esta región.
El amontillado Carlos VII responde a lo que un vino generoso montillano nos regala. Un fino de Pedro Ximénez sin encabezar, con un velo de flor sin el menor pliegue, que tras cubrir la faz del cielo va desapareciendo para dejar paso a este amontillado natural que supera los 30 años de crianza.
Denme su copa y déjenme que les sirva un rompecopa perfecto.
Harveys Amontillado (Bodegas Fundador)
He recorrido algunas veces los cascos de las bodegas de Fundador. He caminado con ojos curiosos, contando arcos y columnas; agarrando pensamientos, sintiendo el placer de andar y respirar el aire que escapa de esas botas, preparado para encontrar en esa copa la longevidad del aura de las soleras de Domecq.
El silencio se puede recordar, el silencio de los días y de las horas largas que acontecen cada día. Y también se puede beber y no dejar de pensarse.
Harveys Amontillado es un vino intenso y suave por igual, con una vejez media entre 12 y 14 años, palomino fino del Castillo de Macharnudo, en un bello rompecopas que abre una luz final a todos los avatares de esos míticos solerajes.
Hay algo que nunca se escucha y es cómo se hace el silencio después del primer trago de cualquiera de estos increíbles rompecopas. ¿Pueden oírlo?
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