Novedades discográficas | Tríos de Brahms

Las pasiones domésticas de Brahms

  • Un trío de músicos armenios debuta en Rubicon con los dos tríos de la madurez de Brahms

Haroutunian, Melikyan y Hakhnazaryan

Haroutunian, Melikyan y Hakhnazaryan / Kyra Vygrivach

El pasado 20 de octubre, este trío de músicos armenios presentó el disco que aquí se comenta en el Espacio Turina de Sevilla, donde la pianista Sofya Melikyan, de formación en parte española, era ya bien conocida pues fue una muy aplaudida participante en distintas ediciones del añorado Festival Turina. El violinista David Haroutunian y el violonchelista Mikayel Hakhnazaryan la escoltaron aquel día de otoño para un recital ciertamente inolvidable.

En la primavera, el trío había hecho ya este registro, que publica ahora el sello británico Rubicon. “Nunca tuvimos más remedio que grabar Brahms”, dice Hakhnazaryan en un breve comentario que se recoge en el escueto cuadernillo del CD. El nombre del músico hamburgués es desde luego un punto de atracción que infinidad de músicos clásicos tienen por inevitable en casi cualquier género.

Y la cámara no es excepción. Desde principios del siglo XIX, el del trío con piano se había convertido en el género típicamente doméstico del Romanticismo. Y en Brahms pareció germinar así, cuando en 1853 tuvo lugar aquel mítico encuentro con el matrimonio Schumann en su casa de Düsseldorff. El trío había sido esbozado durante el verano, pero fue en el calor del hogar de sus amigos recién conocidos donde el apasionado joven templó sus ideas para una obra fresca y espontánea que terminó al año siguiente. Luego más de un cuarto de siglo para volver a la forma.

Brahms - Haroutunian, Hakhnazaryan, Melikyan Brahms - Haroutunian, Hakhnazaryan, Melikyan

Brahms - Haroutunian, Hakhnazaryan, Melikyan

Parece que ese primer trío, juvenil, de Brahms será materia de otro disco. Aquí se nos ofrecen el (do mayor, Op.87), compuesto entre 1880 y 1882, y el y último (do menor, Op.101), escrito en 1886. Muestran ambos el apaciguamiento de aquel torrente juvenil hasta una esencialista economía de medios que retrata una personalidad ya inconfundible.

“Cómo quisiera tener a mi disposición los instrumentos para los cuales está compuesto el trío. [...] Me gusta todo”, le escribe Clara Schumann al recibir el Op.87. Y el juicio de la amiga afianza el camino tomado por Brahms. Su música se hace de una concentración de ideas que irá sacrificando el desarrollo temático en pos de una desnudez y una austeridad que llega a desafiar incluso las formas (ese rapsódico final de la Op.101). Pero el corazón del músico sigue latiendo detrás de esa aparente contención y hay que escuchar este álbum con atención para advertir esas pasiones soterradas emerger en los vibrantes momentos de furia y replegarse en la intimidad de sus tiempos lentos, que pueden resultar afectuosos, pero que son siempre más osados que verdaderamente sentimentales, como el Andante de la Op.101. Música inagotable.

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