Stellantis y Renault piden a la UE nuevas reglas para preservar la competitividad europea
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John Elkann y Luca de Meo, los ejecutivos de mayor rango de dos de los más grandes grupos automovilísticos, Stellantis y Renault, ha lanzado un aviso a la UE: es necesario revitalizar el mercado europeo, en declive desde hace cinco años y que amenaza con reducirse en una década a la mitad. La clave para ello sería disponer de coches más accesibles, pero hacen falta cambios normativos.
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En una llamada de atención a Bruselas, los máximos responsables de Renault, Luca de Meo; y Stellantis, John Elkann han advertido que la actual normativa europea, diseñada fundamentalmente para vehículos de mayor tamaño y precio, está amenazando la competitividad y la continuidad de la industria automotriz en Europa, especialmente en el segmento de coches pequeños. En una entrevista conjunta del diario francés Le Figaro, recogida tanto por la agencia EFE como por Europa Press, de Meo y Elkann han exigido a la Unión Europea una “política industrial clara” que permita adaptar las reglas a las necesidades reales del mercado y, de esta forma, consolidar la posición de países como España, Italia y Francia, líderes en la producción y consumo de vehículos pequeños.
La preocupación central estriba en la rigidez y el enfoque de las normativas vigentes, orientadas a regular todo tipo de vehículos de manera indistinta, lo que supone incluir tanto los más grandes y de alta gama, como los más pequeños automóviles que constituyen la columna vertebral del mercado europeo.
"Lo que pedimos es una reglamentación diferenciada para los vehículos pequeños”, explicó De Meo, subrayando que “hay demasiadas reglas concebidas para los más grandes y más caros, lo que no nos permite hacer coches pequeños en condiciones aceptables de rentabilidad”. El director ejecutivo de Renault apuntó, en tono de advertencia, que este modelo regulatorio está provocando que los vehículos se vuelvan cada vez más complejos, pesados y costosos, haciendo que la mayoría de la población no pueda acceder a ellos.
Para ilustrar el impacto de esta situación, De Meo mencionó el caso del Clio, uno de los emblemáticos pequeños urbanos de Renault. “Entre 2015 y 2030, el coste de un Clio habrá aumentado un 40 por ciento. Este aumento es atribuible en un 92,5 por ciento a la reglamentación”, señaló, evidenciando que gran parte de la escalada de precios se debe no a mejoras tecnológicas o innovaciones, sino a la carga normativa impuesta por la Unión Europea. Estas regulaciones, argumenta el directivo, afectan no solo a la competitividad de los fabricantes europeos, sino también a la capacidad de los consumidores para acceder a una movilidad asequible y adecuada a sus necesidades.
Una apuesta por la neutralidad tecnológica
De Meo y Elkann coinciden en señalar que la reciente política europea, centrada casi exclusivamente en la promoción del vehículo eléctrico, podría no ser suficiente para responder a las demandas reales del mercado. “No estamos pidiendo ayuda; solo que se nos permita trabajar, innovar y brindarle a la gente los vehículos más limpios y asequibles que quieren y necesitan”, enfatizó Elkann, haciendo hincapié en la necesidad de la llamada neutralidad tecnológica.
Esta propuesta implica que la estrategia de la UE debe orientarse a la reducción de emisiones sin imponer de antemano una tecnología específica, permitiendo así que tanto el vehículo eléctrico como otras soluciones de movilidad emergentes compitan en condiciones de igualdad.
La apelación a la neutralidad tecnológica es especialmente relevante dado que el mercado de vehículos eléctricos enfrenta aún importantes desafíos: su elevado precio, la limitada infraestructura de recarga y la resistencia de muchos consumidores a abandonar los automóviles de combustión interna. Según De Meo, “los consumidores europeos no han aceptado mayoritariamente hasta ahora los vehículos eléctricos, por lo que una transición forzada podría derivar en una pérdida significativa de cuota en el mercado y en la incapacidad para sustituir las ventas actuales”. En este sentido, la petición de ambos ejecutivos italianos no solo obedece a un interés corporativo, sino a una visión de futuro en la que la diversidad tecnológica permita una transición más gradual y sostenible hacia una movilidad baja en emisiones.
Impacto directo en la industria y en los países líderes
La controversia normativa afecta de forma directa a los países que históricamente han encabezado la producción y comercialización de coches pequeños en Europa. Francia, Italia y España fueron mencionados reiteradamente por Elkann y de Meo como los motores de esta industria: “Los tres países pesan más en conjunto que Alemania en términos de producción. Es importante que estos países hagan una prioridad de la promoción de su industria”, comentó Elkann. En una Europa donde la industria automotriz es un pilar económico y social -en el caso de España, representa un 10 por ciento del PIB y un 18 por ciento de las exportaciones-, el riesgo de que la legislación actual obligue a reestructuraciones profundas y decisiones dolorosas en un plazo de tres años es real y preocupa a los distintos responsables del sector, incluyendo a los máximos directivos de Renault y Stellantis.
Elkann manifestó que, “un cuarto de nuestra ingeniería está consagrado exclusivamente a la reglamentación”, lo que evidencia cuánto se ha distorsionado la innovación y el desarrollo por cuenta de normativas que, lejos de proteger la seguridad y el medio ambiente, terminan por encarecer y complicar la fabricación de vehículos diseñados para entornos urbanos. Esta situación, advierten, podría desembocar en el cierre de fábricas y en una pérdida masiva de empleos, con consecuencias devastadoras para el tejido industrial y social de la región.
La crítica no se limita únicamente al sector automovilístico desde el punto de vista técnico y económico, sino que también se extiende a la política europea. Tanto de Meo como Elkann han señalado la “incapacidad de Bruselas de pasar rápidamente de las palabras a las acciones”. En una época en la que el liderazgo tecnológico y la capacidad industrial son determinantes para la competitividad global, esta lentitud administrativa podría provocar que Europa pierda, en el mediano y largo plazo, su estatus de fabricante en favor de competidores emergentes de Asia y Estados Unidos.
Comparativa con modelos internacionales: la lección de los ‘kei cars’
En el marco de la necesidad de una normativa diferenciada, de Meo hizo referencia a los kei cars, los pequeños automóviles japoneses que han revolucionado el concepto de movilidad urbana en ese país y que hoy en día cuentan con una amplia cuota de mercado gracias a políticas estatales de apoyo. En Japón, la existencia de incentivos fiscales, normativas más flexibles como la que afecta al estacionamiento y políticas favorables hacia la producción de vehículos compactos ha permitido que dichos modelos sean sinónimo de eficiencia, economía y adaptabilidad al entorno urbano.
Este ejemplo permite sostener la tesis de que la UE debe repensar sus estrategias de regulación. La comparación con los kei cars subraya que es posible desarrollar un modelo en el que tanto la innovación tecnológica como la viabilidad económica coexistan en armonía, sin que la legislación se convierta en un obstáculo para la producción. “¿Es necesario en vehículos que pasan más del 95 por ciento del tiempo en ciudad imponer normativas que aumentan el peso y la complejidad de un pequeño urbano?”, se pregunta de Meo, cuestionando la asunción en los coches más pequeños de los requisitos de seguridad y asistencia determinados para los de mayor tamaño.
La experiencia japonesa permitiría reflejar que la regulación diferenciada no implica renunciar a altos estándares de seguridad y eficiencia ambiental, sino ajustar los criterios en función del uso real y de las características del vehículo. Así, los directivos abren la posibilidad de que la UE adopte medidas que incentiven tanto la innovación en materiales como en procesos de fabricación, permitiendo que los vehículos urbanos, utilitarios o hasta los compactos sean producidos a menor coste y con mayores márgenes de rentabilidad, sin comprometer la seguridad de los ocupantes ni el impacto medioambiental.
Un panorama incierto si no se actúa de forma decidida
La advertencia de los directivos de Renault y Stellantis cobra sentido en un contexto en el que la industria automovilística se halla en una encrucijada. La presión por cumplir con objetivos ambientales ambiciosos se suma a la necesidad de adaptarse a un mercado que está experimentando cambios profundos en sus hábitos de consumo. La apuesta por el vehículo eléctrico, promovida en los últimos tiempos por la Comisión Europea, ha generado ciertas expectativas, pero también ha puesto de manifiesto que la transición hacia una movilidad más limpia debe ser gestionada de manera equilibrada.
“El nivel actual del mercado europeo es un desastre”, afirmó de Meo, poniendo en relieve la disparidad entre la oferta normativa y la demanda de los consumidores. Elkann, por su parte, recalcó que “si no actuamos pronto, en un plazo de tres años tendremos que tomar decisiones dolorosas en la producción”, lo que implicaría una reestructuración necesaria pero potencialmente devastadora para la industria. En este sentido, la petición a Bruselas es clara: se requiere una decisión política contundente que permita reconstruir el mercado y estabilizar los volúmenes de producción de vehículos pequeños.
Uno de los argumentos fundamentales en esta reivindicación es que, sin una regulación diferenciada, el encarecimiento sistemático de los pequeños urbanos no solo afectará al bolsillo de los consumidores, sino que también podrá abrir el camino a una mayor dependencia de modelos importados o a la pérdida del liderazgo tecnológico europeo. La amenaza de que, en pocos años, el mercado chino acabe superando al de Europa y Estados Unidos juntos es una advertencia que resuena con fuerza entre los responsables del sector. En sus declaraciones, Elkann y de Meo dejaron claro que la transformación de la política industrial europea no es una opción, sino una necesidad urgente para evitar la degradación del tejido productivo y la pérdida del prestigio de la industria europea en el ámbito global.
La visión presentada por los directivos de Renault y Stellantis apunta a un futuro en el que la competitividad de la industria automotriz europea dependa en gran medida de la capacidad de la Comisión Europea para replantear su enfoque normativo. Este replanteamiento implica no sólo reconocer las particularidades del segmento de vehículos pequeños, sino también promover una política de neutralidad tecnológica que permita a los fabricantes elegir la solución que mejor se adapte a las necesidades del mercado sin imponerles un camino preestablecido.
En palabras de Elkann, “queremos ofrecer a la gente los vehículos más limpios, pero también asequibles, que desean y necesitan”. Este mensaje encierra una crítica a un modelo de regulación que, al intentar forzar la producción de vehículos eléctricos y adoptar normativas estándar para todos los segmentos, ignora la diversidad de necesidades de los diferentes mercados europeos. Por ello, la petición de una regulación diferenciada no se trata únicamente de facilitar la producción de coches pequeños, sino de garantizar que la innovación y la competitividad puedan florecer en un entorno en el que el empresario tenga la libertad de diseñar productos ajustados a la realidad de sus consumidores.
La convocatoria a una acción política clara y rápida es uno de los ejes centrales del mensaje de ambos directivos. Así, tanto de Meo como Elkann enfatizaron la necesidad de que la Comisión Europea deje de limitarse a retóricas y compromisos verbales para pasar a implementar medidas concretas que permitan un reajuste normativo acorde a las realidades tecnológicas y económicas de la industria automotriz.
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