Una disputa de un cuarto de siglo
  • Veinticinco años después de su muerte, el litigio por la herencia del poeta sigue vivo en los juzgados, uno de los más largos que nunca ha existido l El valioso legado, que incluye picassos y mirós, está aún pendiente de tasación

El 'eterno' legado de Alberti

Rafael Alberti posa en 1990 ante las cajas que Diputación acababa de traer de su casa de Roma. Rafael Alberti posa en 1990 ante las cajas que Diputación acababa de traer de su casa de Roma.

Rafael Alberti posa en 1990 ante las cajas que Diputación acababa de traer de su casa de Roma.

En octubre de 1999 desaparecía Rafael Alberti, el último miembro de la generación de oro de la poesía española del siglo XX, la del 27. En 96 años de vida su legado era inmenso, tan inmenso que las crónicas de la época lo cifraron en 20 millones de dólares entre derechos de autor, dibujos, cuadros y esculturas de Picasso, Miró o el propio Lorca, lo que no estaba mal para una persona que se puede decir que rico, lo que se dice rico, no fue nunca y que durante la mayor parte de su existencia fue ajeno al coste de las cosas. Esta cantidad, esos 20 millones, es la que es como pudiera ser cualquier otra, ya que, en realidad, nunca hubo una tasación. 25 años después de su muerte, los juzgados tendrían que dictar si sus últimas voluntades se cumplieron y si estas voluntades cumplen con la ley. Pero es más que probable que puedan pasar otros 25 años (y 25 más) sin que esto suceda.

Oficialmente, su última voluntad se encuentra registrada en el testamento que redactó en 1996, cuando tenía 94 años. Hay nueve testamentos anteriores, pero el que vale es el último. En este documento la principal beneficiaria de su herencia sería su viuda, María Asunción Mateo, una profesora de Lengua 44 años más joven que él y cinco años más joven que Aitana, la única hija del poeta. Entre María Asunción y Aitana habría que dirimir qué corresponde a cada cual. La primera cumplirá este año 80 y la segunda ya ha cumplido los 85.

Alberti conoció a María Asunción en Valencia cuando tenía 79 años y se casó con ella con 87. Fue con ella con la que pasó los últimos años de su vida en un chalé de El Puerto de propiedad municipal al que bautizaron como Ora Marítima. Allí, de hecho, sigue viviendo su viuda.

La que podríamos considerar la perjudicada de aquel documento es su única hija, Aitana, a la que tuvo con su primera mujer, María Teresa León, que vive en La Habana un tanto alejada de los conflictos legales. En el testamento Aitana heredó, como ella lamentó, “lo que ya era mío”, es decir, lo que su padre le había regalado en vida. Aitana afirmaba que las últimas veces que vio a su padre éste ya no la reconocía, sin embargo el último testamento fue redactado con posterioridad a estas visitas. María Asunción ha manifestado lo contrario: que Alberti estuvo lúcido hasta su fallecimiento y que, gracias a ella y a su compañía, el poeta tuvo una convivencia feliz los últimos años de su vida.

Brindis de Alberti en su 94 cumpleaños con María Asunción Mateo y la entonces consejera de Cultura, Carmen Calvo Brindis de Alberti en su 94 cumpleaños con María Asunción Mateo y la entonces consejera de Cultura, Carmen Calvo

Brindis de Alberti en su 94 cumpleaños con María Asunción Mateo y la entonces consejera de Cultura, Carmen Calvo

Pero hay muchos más personajes. Están los dos hijos que tuvo María Asunción Mateo en su primer matrimonio; los descendientes de los dos hijos que tuvo María Teresa, la primera mujer de Alberti, con su anterior marido; las nietas de Alberti, hijas de Aitana; la sobrina Teresa que cuidó del poeta hasta la aparición de María Asunción y que es la que mantiene el curso del litigio; Beatriz Amposta, una bióloga catalana con la que Alberti tuvo una relación durante su exilio en Roma cuando aún estaba casado con María Teresa León… y, por último, los que María Asunción Mateo llama en su libro de memorias recientemente publicado, Mi vida con Alberti, los ‘viudos’.

Los 'viudos'

Los que Mateo llama los ‘viudos’ son los escritores Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, Benjamín Prado y Felipe Benítez Reyes, entre otros. Ellos no tienen nada que ver con la herencia, pero sí con el legado. Desde los años 90 han venido denunciando en numerosas publicaciones el ‘secuestro’ que sufrió Alberti por Mateo y su entorno. También han asegurado que en los últimos años de su vida Alberti, en realidad, no se enteró de nada y ponen en duda que lo reflejado en su último testamento fuera la voluntad del poeta, del mismo modo que también han hablado de la manipulación en las últimas ediciones de sus memorias, La arboleda perdida, borrando de ese modo la verdadera memoria de su autor. Según ellos, para realizar estas transformaciones Mateo habría contado con la colaboración de Gonzalo Santonja, un experto en tauromaquia y catedrático de Literatura, amigo de Alberti en vida, que ha realizado un viaje de la izquierda más extrema a la extrema derecha para acabar como Consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León por Vox. Tanto él como Mateo han negado estas acusaciones y aseguran que todo lo que aparece en las memorias está escrito del puño y la letra de Alberti. Es cierto que el editor de Alberti, Mario Muchnik, no pensaba lo mismo.

Por último, los bautizados como ‘viudos’ consideran que la gestión del grueso de la obra del poeta se ha mercantilizado de tal modo que el efecto que ha producido es que la figura de Alberti cada vez esté más ausente en el interés de los nuevos lectores, mientras sigue viva la llama de otros miembros de la generación como Lorca, Hernández o Cernuda. Lo fundamental de la obra de Alberti está bajo los derechos de autor que gestiona una sociedad llamada El Alba del Alhelí y que es en un 80% propiedad de su viuda y un 20% de sus dos hijos, Marta -administradora única de la sociedad- y David Borcha. No hay prácticamente una palabra escrita por Alberti que pueda salir a la luz sin contar antes con el permiso -ya sea por cesión o previo pago- de esta sociedad.

María Asunción Mateo casi siempre respondió con silencio a estos ataques, que ella no comprendía, hasta que en las memorias antes mencionadas ha decidido despacharse y desmontar todas las acusaciones que ha sufrido. Los ‘viudos’ salen realmente muy mal parados. Mateo les acusa de haber desaparecido en los años 90 de la vida de Alberti por su propia decisión.

El regreso

Todo esto, naturalmente, lo uno y lo otro, es imposible de saber. Es una versión contra otra. Lo que sí se sabe es lo que sucedió antes, desde el mismo momento que Alberti regresa de su exilio.

Rafael Alberti y María Teresa León vivieron durante la guerra civil una ‘belle epoque’ (así lo definió ella). Eran la pareja de moda del bando republicano e incluso pecaron de cierto vedetismo, si hay que hacer caso al celebrado ensayo de Andrés Trapiello Las armas y las letras. Afiliados al partido Comunista desde muy pronto (1931), Alberti y su mujer fueron un símbolo en la guerra y también en la derrota y en el exilio. Alberti no regresó a España hasta abril de 1977. Es cuando dice aquello de “me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta”. Entonces recupera su figura icónica, pero esta vez de la Transición, el hombre de la concordia. Asumirá este rol solo porque al poco tiempo María Teresa olvidará que ha vivido y será recluida con su alzheimer en una residencia de Majadahonda en 1982, donde morirá seis años después sin saber quién es Alberti.

Son en aquellos años en los que los jóvenes poetas, los ‘viudos’, se proponen el rescate y difusión de su obra y su vida. Con el apoyo de la Diputación se ponen al servicio de Alberti en 1987 para crear una Fundación de titularidad pública y una delegación capitaneada por el director del Patronato de Cultura, Manuel González Piñero y la abogada de Alberti, Cristina Almeida, viajan a Roma para repatriar el legado del poeta. Allí en Roma, en un palacete del Trastevere, en la Via Garibaldi, les recibe Beatriz Amposta, a la que el poeta había cedido el uso de la única casa de la que era propietario y que había adquirido con el dinero obtenido del Premio Lenin de la Paz que Rusia le otorgó en 1965. También para ella será el único libro que sigue inédito del poeta, Amor en vilo, cuyo manuscrito guardaba en una caja de zapatos. La obra está bajo su custodia, pero apenas han visto la luz unos pocos poemas rescatados por García Montero y otros que el propio Alberti incluyó en otros libros. Beatriz Amposta (hoy con 77 años) sigue residiendo, rodeada de gatos, en esta finca del Trastevere que antiguamente fue un convento para “jóvenes descarriadas”.

Piñero y Almeida hicieron un inventario de unos 1.500 bienes y empaquetaron trescientas cajas que viajaron a España en 1990 para crear los fondos de la futura Fundación. A cambio, ofrecieron a Alberti un sueldo mensual que sería el mismo que el del presidente de la Diputación.

Rafael Alberti en 1990 ante las cajas con su legado que Diputación trajo de Roma Rafael Alberti en 1990 ante las cajas con su legado que Diputación trajo de Roma

Rafael Alberti en 1990 ante las cajas con su legado que Diputación trajo de Roma

Pero algo sale mal. En junio de 1991, sólo un año después de haberse casado con María Asunción Mateo, Alberti concede una entrevista a El País en la que carga contra la Fundación afirmando que se han apropiado de objetos personales que no entraban dentro de la donación: “Me tratan como si no fuera nadie”.

Diputación no quiso líos, entregó todo lo que se trajo de Roma al Ayuntamiento de El Puerto, que se haría cargo de una nueva Fundación que tendría el control de Mateo. El Ayuntamiento había negociado con Alberti nuevas condiciones, entre ellas la entrega de la casa del guardés de la urbanización de Las Viñas, lo que acabaría siendo el chalé Ora Marítima, para que viviera allí en compañía de su mujer. Los bienes traídos de Roma acabarían primero en un sótano de la plaza de toros y, finalmente, en el actual inmueble que ocupa la Fundación, que no cuenta con las mejoras condiciones de conservación, ya que esta pendiente de unas obras de ampliación y rehabilitación que no se pudieron ejecutar porque la Fundación ha pasado más de una década en quiebra.

Ese legado es el meollo del larguísimo litigio que vive un letargo que la abogada del bufete Écija Asociados, Cristina Llop, que defiende los intereses de Aitana, piensa que puede convertirse en eterno. Ahora mismo ese legado se encuentra en periodo de tasación. Para tasar el legado hacen falta peritos y para tener peritos hay que poner dinero. Cada parte tendría que poner 30.000 euros, pero en el caso de la hija de Alberti se puede aplicar la justicia gratuita. Es decir, sería la parte de la viuda, según Llop, la que tendría que depositar ese dinero. Pero, en realidad, nadie le obliga a hacerlo. Mientras no haya dinero, no habrá tasación. Pero el litigio seguirá vivo. Si alguna vez se tasara, habría que poner más dinero para realizar los lotes y el juez decidiría qué parte le correspondería a cada uno, incluyendo el palacete romano de Vía Garibaldi, que a día de hoy tiene más deudas de lo que vale el inmueble.

Alberti siempre quiso que Beatriz Amposta viviera allí, en su casa de Roma, la que había compartido con María Teresa León y con los recuerdos de ambos. Luis García Montero cuenta que durante un tiempo, cuando ya vivía con María Asunción Mateo, el poeta portuense le entregaba dinero a escondidas para que se lo hiciera llegar a Amposta y pudiera pagar el condominio. El dinero dejó de llegar cuando García Montero y sus amigo dejaron de visitar a Alberti, lo que ellos llamaban el 'secuestro' y que Mateo niega rotundamente. El escritor José Luis García Martín narró en su blog un encuentro casual que tuvo con Amposta a mediados de los 90 en Roma: "Me habían dicho que vivía sola rodeada de gatos, que no quería ver a nadie, que no se hablaba con ningún vecino, hartos de los malos olores y de que no pagara los gastos de la comunidad (...)  El piso era una leonera, todo revuelto, con muebles desportillados, papeles y ropa por el suelo. Olía a orín de gato, vi varios por allí".

Mateo asegura que el legado de Alberti se encuentra íntegro y que las piezas de valor han sido periódicamente expuestas al público. Los abogados de Aitana nunca han visto ese legado, esos picassos, esos mirós y esos tápies, como tampoco han podido cotejar los fondos de la Fundación con el inventario de Diputación ¿Cuál es su valor? ¿A quién pertenecen? Quizá aquí ni siquiera valga el dicho de quien viva lo verá.

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