Obituario

Un arquitecto enamorado de su profesión

  • Javier Ollero, recientemente fallecido, ha dejado una huella imborrable en la provincia tras muchos años de dedicación desde su estudio en El Puerto de Santa María  

El arquitecto Javier Ollero Marín.

El arquitecto Javier Ollero Marín. / Cedida

La ciudad de El Puerto de Santa María y la provincia de Cádiz han perdido a uno de sus arquitectos de mayor prestigio y más vocación. Hace escasos días fallecía a los 73 años de edad, víctima del Alzheimer, el arquitecto Javier Ollero Marín, un profesional hecho a sí mismo, con estudio propio en la portuense calle Sol, donde elaboró cientos de proyectos de arquitectura y urbanismo que han dejado huella en toda la provincia y en lugares como Córdoba, Alicante o Cornellá (Cataluña). Arquitecto de raza, Javier Ollero hizo sus estudios universitarios en Sevilla, ciudad donde nació y en la que quedó marcado por la influencia del catedrático de arquitectura Rafael Manzano.

Perteneciente a la promoción de 1976, su carrera profesional, aunque ha trascendido fronteras, la ha desarrollado en su totalidad en El Puerto, primero en el edificio que ocupa actualmente la notaría de la Plaza del Castillo y posteriormente, ya en solitario, en una casa restaurada en la esquina de las calles Sol y Palma. En ambos se puede observar su impronta como arquitecto, que se caracteriza por un diálogo entre la tradición y la vanguardia y el uso y la incorporación armónica de materiales modernos en edificios antiguos.

Trabajador incansable y amante de su profesión, Javier Ollero tenía capacidad para diseñar grandes proyectos de urbanización, como los polígonos industriales de Las Salinas, paseos marítimos, centros comerciales, equipamientos como las piscinas municipales cubiertas, estadios o proyectos de ámbito privado: hoteles, viviendas rehabilitadas en el casco histórico o las obras de la Bodega La Vieja, de Osborne, donde se encuentra el restaurante Toro Tapas.  

Aficionado a los viajes, su hijo Javier lo recuerda recorriendo las ciudades a la búsqueda de los detalles de  sus contrucciones y diseños, tomando referencias tanto de los edificios clásicos como de los relacionados con la arquitectura moderna, anotando lo que llamaba su atención para incorporarlo en el momento apropiado a sus proyectos.

Los que conocieron a Javier Ollero destacan su amabilidad personal, a la vez que su simpatía y su carácter jovial y divertido. Conservaba la amistad de sus compañeros de carrera y de su época de niño en Cádiz, donde vivió sus primeros años junto a sus ocho hermanos y sus padres. "Nuestra infancia fue gaditana, pero nuestra juventud es portuense", recuerda con cariño su hermano el abogado Ernesto Ollero

En la ciudad de El Puerto contrajo matrimonio con Marta Ruiz-Gollury, siendo padre de dos hijos, Javier y Marta, a quienes trasladó su amor por la arquitectura. El primero compartió con él sus años iniciales de trabajo como arquitecto en el estudio de la calle Sol.

La otra gran pasión de Javier Ollero fue el mundo de la vela y la navegación, con compañeros inseparables de travesías como Joaquín Calero, con quienes recorrió el Mediterráneo y cruzó el Atlántico en más de una ocasión. Sumaba además a estas pasiones su afición por los caballos y su adscripción a la Semana Santa de Sevilla, en particular a la Hermandad de la Amargura, a cuya salida acudía puntualmente cada Domingo de Ramos para sentir la cofradía de sus padres.      

 

        

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