De Cerca. Entrevista a Francisco Blanco

"Mi infancia huele a zotal"

  • Siempre estuvo en política, pero a su sombra. Nunca fue político profesional y su verdadera pasión es hablar del bosque junto al que se crió, Los Alcornocales

Francisco Blanco

Francisco Blanco / Lourdes de Vicente

Francisco 'Coco' Blanco (Alcalá de los Gazules, 1954) es una figura fundamental en la visión medioambiental en la provincia. Aunque es miembro del conocido como el 'clan de Alcalá', ese grupo de jóvenes de los 70 que integraron la renovación del socialismo desde Andalucía con los Chaves, Felipe González y Guerra, apenas ha tenido cargos políticos. Sin embargo, lo tuvo en los momentos en que se organizaron los parques naturales en Andalucía entre finales de los 80 y principios de los 90 como director general de Medio Ambiente. Sin ir más lejos, el nombre de Los Alcornocales es idea suya. Geógrafo de formación, los ojos se le encienden más cuando habla de corcho que cuando habla de política.

–¿Cómo era Alcalá en su niñez?

–El olor a zotal, aún lo tengo dentro. Es el olor de mi infancia. Era un Alcalá anterior a la mecanización del campo. La gente iba a trabajar con los mulos y volvían al atardecer. Las cuadras se limpiaban con zotal y por todo el pueblo existía ese olor a zotal y también a jazmín y a albahaca para ahuyentar los mosquitos.

–Nació en el 54, antes de la despoblación.

–En aquel tiempo Alcalá tenía 12.000 habitantes. En el año 75 sólo quedaban 6.000. Alcalá nunca ha sido muy agrícola. El trabajo estaba en el bosque, los trabajos forestales. De ahí se sacaba el sustento. Los arrieros, los carboneros... El principal producto de Alcalá era el picón, que era el carbón con el que se calentaba las casas, con lo que se cocinaba. Cuando llegó el butano se va al garete la actividad que mantenía el sistema forestal. Se pierde población por un cambio del sistema energético.

–Usted es de los que creen que hay que recuperar para Alcalá su protagonismo energético.

–La solución demográfica del despoblamiento está en la biomasa, pero la biomasa no interesa a determinados lobbys económicos. Cuando Griñán hizo un plan para climatizar centros escolares se apuntaron 70, pero sólo uno, el en Zahara de la Sierra, pidió un sistema de alimentación por biomasa; los demás gas y gasoil. Tenemos millones de toneladas para sacar ese combustible, que sería idóneo para cualquier tipo de centro público, para piscinas, como la de Medina, que lo tiene, para instalaciones hoteleras. En la ITI se ha pasado tres kilos de cualquier proyecto relacionado con la biomasa. Sin embargo, dejamos ese combustible en el bosque y ya sabemos lo que sucede cuando el bosque está cargado de combustible.

–La producción del corcho, que era otra riqueza potencial del bosque, aunque la industria transformadora no estuviera aquí, se está desplomando.

–Estamos bajando la producción porque no hay regeneración del alcornocal. No hay plantas jóvenes.

"Se ha pasado tres kilos de cualquier proyecto relacionado con la biomasa. Dejamos ese combustible en el bosque y ya sabemos lo que sucede cuando el bosque está cargado de combustible"

–Y la seca, ¿no?

–Es que la seca es una consecuencia de distintos factores. La puntilla es un hongo que impide que el árbol obtenga los nutrientes, pero al final es que los árboles, al estar los bosques descuidados, tienen una gran competencia en la alimentación, lo que no sucedía en los años del picón, cuando el bosque estaba limpio. A esto hay que añadir el aumento del umbral térmico por el calentamiento. Es una cadena porque la propagación de los hongos supone una pérdida de la calidad atmosférica y corremos el peligro de que el parque de Los Alcornocales se convierta en el parque de los berzales.

–¿Su padre se dedicaba al bosque?

–No, era más bien ganadería. Teníamos una finca que fue expropiada en su mayor parte cuando se hizo el embalse de Barbate en los 90. Me acuerdo que nos decía a mi hermano y a mí ‘pero hijos, ¿vosotros no podéis parar esto?’ No, papá, cómo vamos a poder.

–¿Usted se crió en esa finca?

–Sí, yo viví en el campo desde los tres a los once años a pie de carretera. Veía pasar todos los días el rápido y la valenciana. Y estudié en una escuela rural hasta que me fui a estudiar el bachillerato a Campano y luego al Columela, ya en Cádiz.

–¿Fue en Cádiz donde tomó conciencia y se afilió al PSOE?

–Me afilié en el 72 y en el 73 fue el golpe contra Allende en Chile. Vendíamos discos de Quilapayún para ayudar al pueblo chileno. Nosotros veíamos la luz al final del túnel porque al dictador le quedaban pocos telediarios y los pobres chilenos iban de cabeza al túnel. Eso reforzaba mucho nuestra conciencia política. Un grupo de jóvenes nos pasábamos el Cuadernos para el Diálogo y leíamos los libros del Ruedo Ibérico, que publicó ese libro clave de Gerald Brenan sobre el laberinto español. Pero el origen de esa conciencia estuvo en Alcalá.

–¿Cómo fue?

–Nosotros formábamos parte de lo que podríamos llamar clase media alcalaína, pero veíamos la enorme desigualdad que había en el pueblo. En el verano del 72 llegó Antonio Guerrero, un electricista de Abengoa que era de la UGT para hacer la instalación en la barriada del Larios. Rápidamente echó el ojo a un grupo de jóvenes que pasábamos el tiempo leyendo y jugando al ajedrez. Ahí estábamos mi hermano Pepe, Alfonso Perales y su hermano Antonio, Luis Pizarro y El Piri... Poco a poco todos fuimos cayendo en sus redes.

–¿Y qué pensaba su padre de eso?

–Mi padre no se enteraba porque él estaba centrado en sacar adelante a sus siete hijos. Que dos de ellos estuvieran metidos en política era algo que él ni se suponía.

–Una doble clandestinidad.

–Sí, éramos clandestinos familiares.

–Así se formó todas una camada política que jugaba al ratón y al gato con la Político Social.

–Bueno, aparentábamos tener más fuerza de la que teníamos y por eso pudimos ir al congreso de Suresnes, que fue Alfonso Perales porque era el único que tenía pasaporte. Decíamos que éramos cincuenta, pero la verdad es que no éramos más de quince.

–A usted le detuvieron.

–Bueno, yo no salí muy mal parado para lo osados que éramos. El 11 de septiembre del 74 fue el atentado de la calle Correo de Madrid y para ese día, que era feria en Alcalá, teníamos preparada una panfletada. Por lo del atentado, la Político Social estaba especialmente alerta, por lo que en muchos lugares se suspendió. Nosotros no. Nos fuimos para Cádiz a buzonear propaganda y a hacer pintadas. Y aunque la Político Social era muy mala y se enteraba de poco, nos pillaron. En concreto a mi hermano. Cuando volví a Alcalá mi padre me preguntó que donde estaba Pepe y yo le dije que se había ido a la vendimia a Francia. ¿Sin equipaje? Sí. Le ha dado por ahí, pero vamos, la vendimia la estaba haciendo en el talego, en los calabozos a la entrada de Cádiz. Luego sí, en Madrid me pillaron en un acto en 1975 que íbamos a hacer en la tumba de Pablo Iglesias, pero pillaron a tantos que, cuando me iban a meter en la lechera estaba llena y me soltaron por falta de espacio. Me identificaron, Me pegaron una patada y me dijeron, anda, vete ya. Luego sí, en Jerez me metieron en los calabozos 24 horas y lo peor fueron los chinches que me comieron vivo.

–Así se creó esa mitología.

–Así es, eso se ha mitificado mucho. Alcalá no es una gran cantera de políticos, como nos decían, porque la verdadera excelencia no está en los políticos que hayan salido de ahí, sino en su gremio de panaderos, de trabajadores forestales, El Gazul... esa es la verdadera excelencia.

–Sí, pero el clan se perpetúa. El hijo de Luis Pizarro es el alcalde y no sé si es por él mismo o por ser heredero del clan.

–Hay un hecho que es que fuimos una primera generación con un compromiso en una época complicada y ninguno ha salido rana, ninguno ha metido . Debemos ser los menos malos y quizá eso el pueblo también lo premie, sin quitarle el mérito al hijo de Luis, que ha demostrado ser un buen alcalde.

–Usted le puso el nombre al parque de Los Alcornocales.

–Bueno, fue una idea que venía de la experiencia. Ya se habían provocado muchas tensiones con el primer nombre del parque andaluz, el de Grazalema. Otros pueblos decían que por qué tenía que tener el nombre de un sólo pueblo si otros pueblos también formaban parte del parque. De hecho, el alcalde de Grazalema creía que porque el parque llevaba su nombre tenían preferencia para ser contratados la gente de Grazalema y ya se le dijo que no. Luego vino el de Cazorla, que no se llama Cazorla, sino Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas para que nadie se enfadara. Cuando llegó el turno de Los Alcornocales, unos querían que fuera el parque del Campo de Gibraltar, otros parque de Alcalá y otros nombres larguísimos que yo decía que no iban a caber en la puerta del Land Rover para rotularlos. Se me ocurrió eso de Los Alcornocales y coló y todo el mundo se quedó contento.

–En todo este tiempo de gestión autonómica del medio rural, ¿cuál es el balance?

–Hemos conseguido muchas cosas y hemos desequilibrado otras. Introdujimos una noción de espacio natural como sinónimo de espacio prohibido. Y ha sido una conservación pasiva porque no se ha destinado el suficiente dinero público para el mantenimiento de los ecosistemas. En muchas ocasiones se nos ha visto como el enemigo. Recuerdo que en el año 86 hubo una neumonía vírica que acabó con los conejos en Grazalema y los cazadores nos acusaban de haber introducido al meloncillo lanzándolo en helicópteros. Figúrate. Lo cuento por esa sensación de que esa idea de protección parecía que iba en contra de los in tereses de la gente de los pueblos y es que es cierto que en determinados aspectos por una sobreregulación no hemos facilitado la explotación de los recursos primarios, pero al mismo tiempo en esta provincia, que es una gran industria de la energía, hemos dejado a las eléctricas hacer lo que les ha dado la gana sin crear ordenamiento alguno de las infraestructuras energéticas. La Consejería de Energía parecía el brazo armado de las eléctricas.

–Le veo muy crítico. ¿Qué pensó el día que el PSOE perdió el gobierno de la Junta?

–Bueno, es una cuestión de higiene democrática y también el fruto de una mala gestión. Le pongo un ejemplo. El dinero del canon de vertidos se quedaba sin ejecutar. ¡Con todas las depuradoras que hay que construir! Eso es mala gestión. En una última etapa se dedicaron más a resolver sus asuntos que los de los ciudadanos. Todavía hay quien busca explicaciones inverosímiles a la pérdida de la Junta, pero las razones son tan sencillas como esa. Tenemos que desempoderar a los partidos y empoderar a los ciudadanos porque no tenemos representantes de los ciudadanos, sino representantes de los partidos y eso nos lleva a que la calidad democrática se resienta.

–Pero ustedes estuvieron en el origen de eso. Construyeron un partido verdaderamente potente durante los años 80.

–Aquello supuso una transformación de pasar de gente con una gran carga ideológica a tener que gestionar la realidad. En el ADN de los socialistas no estaba el sectarismo, sino las aspiraciones de cambio. Pero

Al llegar al poder todos empezamos a creernos que éramos Felipe González"

, todos éramos líderes y así se dio el caso de que un cocinero llegó a presidir una caja de ahorros y a creerse que sabía más de banca que Rafael Termes. Hasta el 82 hubo una identificación con el compromiso, pero a partir del 86 fue el cultivo de la vanidad humana y los controles de calidad se perdieron y no pararon de llegarnos oportunistas, muchos de ellos desde el PCE, y no precisamente lo mejor del PCE.

–La nueva Junta ha resucitado el proyecto de la carretera de Cádiz a Huelva, aunque no se sabe muy bien para qué porque tan pronto lo dice como lo desmiente.

–Ese proyecto es una estupidez. No hay ninguna necesidad. ¿Hay clamor en Huelva o en Cádiz para esa carretera? No. Y, además, ¿por qué necesariamente tiene que ser una comunicación terrestre? Hay que aprovechar las láminas de agua. Los políticos tienen complejo de ingenieros de caminos. ¿Qué ha significado el segundo puente para Cádiz? Nada. Imagínate ese dinero invertido en el casco histórico. Yo niego en buena parte de los casos el carácter benefactor de la obra pública.

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