Bernard Devos. Propietario de Fairplay Golf Resort

"Yo también participé en la histeria colectiva"

  • El hotel de lujo de Benalup es la enésima empresa en concurso de acreedores. Su propietario, el belga afincado en Cádiz Bernard Devos, reflexiona sobre el pasado, sobre el naufragio y sobre el futuro

En la figura del empresario Bernard Devos (Bélgica, 1946) hay un retrato en crudo de la historia reciente de la economía española. En la última década, construyó un hotel de cinco estrellas, viviendas y un campo de golf en Benalup, un pueblo que era cualquier cosa salvo un destino turístico. Convirtió el Fairplay en uno de los mejores complejos de la provincia y, casi en paralelo, quiso trasladar ese concepto a Los Barrios y a Trebujena. Siempre, subraya él, porque “los políticos” le buscaron. Era un empresario de éxito, un tipo que arriesgaba, “el belga loco”, alquimia contra el desempleo. Pero el escenario cambió y la compañía naufragó, incapaz de hacer frente a sus deudas con los bancos y con una plantilla de más de un centenar de trabajadores. Desde hace dos meses, el Fairplay está en concurso voluntario de acreedores. Funciona con normalidad pero bajo la administración de un abogado y un economista que intentan reflotar las cuentas. Devos, que sufre serios problemas de salud, acepta realizar una entrevista para explicar cómo ha llegado hasta aquí. Está sentado en su despacho. Saluda, cansado, y anticipa: “Ya no tengo nada que perder”.

–¿Cómo llega un hotel como éste al concurso de acreedores?

–Es un cúmulo de factores. En el hotel, esta situación la había previsto hace varios años. A todos los niveles hemos tenido gastos que son innecesarios, primero, a nivel de multas. Multas, multas y más multas. Como   ejemplo  está el camino de entrada al hotel. Se asfaltó, tal y como recogía el plan parcial de este proyecto. Después me dicen que debo quitar el asfalto y me multan dos veces con 60.000 euros porque el Ayuntamiento ha olvidado avisar a Medio Ambiente de esta actuación. Es absurdo. Un año y medio después puedo poner no asfalto pero sí un hormigón especial. Esto es un gasto de alrededor de 250.000 euros, a costa del hotel. Y es un ejemplo solo. Al final si miras hoy la entrada de un hotel cinco estrellas emblemático es un desastre total. Mi parte está arreglada, y la parte que depende de las administraciones públicas no. Es un escándalo.  Solo esto me ha provocado pérdidas de tres millones de euros en ingresos, clientes como Rolls Royce, Jaguar y Ford, que anuló un evento. No se pueden traer coches de esa categoría a presentaciones a través de una carretera destrozada, llena de baches.

–La administración vela por el cumplimiento de las normas, ahí se justifica una multa.

–La gente de la administración trabaja en muchas ocasiones como la Gestapo. Vienen con la idea de matar el hotel, no vienen a ayudar. Medio Ambiente, Sevillana, la gestión del agua... La lógica es que la administración tenga como función ayudar a particulares y a empresas a funcionar. Hay excepciones, pero por lo general vienen a castigar. En un complejo de 25.000 metros cuadrados es lógico que siempre haya algún defecto. Pero no miran lo que ocurre en muchas ventas, donde hay servicios en los que es difícil bajarse el pantalón para orinar, o uno ve a la Guardia Civil comiendo pajaritos... Allí no importa nada, pero en un hotel de cinco estrellas todo se mira con lupa, aunque todo esté bien. He pagado más de un millón en multas. 

–Habrá más motivos para la quiebra de la empresa.

–Sí. Pedimos subvenciones al Gobierno a la hora de abrir el hotel, como cualquier otro negocio de esta envergadura. La media de subvención  sobre la inversión está entre el 15 y el 18% del total, pero aquí recibí cero punto cero. Nada. Entonces el Gobierno nacional estaba en manos del PP y el color político de Benalup era otro, el PSOE, con Paco Cabaña a la cabeza. De Madrid llaman a María José García Pelayo [PP], que es la que indica que  no se conceda ni un euro para el hotel de Benalup. ¿Qué tengo yo que ver en eso?   PP y PSOE no se ponen de acuerdo, nunca, es imposible, es destructivo.  Y así funcionan las cosas. En Madrid, una persona mira un papel, lo deniega y lo pone en un cajón.  La subvención que me habría correspondido sería de nueve o diez millones, una liquidez importantísima que hoy nos permitiría no estar donde estamos.

–¿Denuncia una persecución política?

–Lo que pasa con la política no es exclusivo de aquí, aunque en España es peor que en otros sitios. Muchas veces he exprimido mi amor por Andalucía y por eso me enfado cuando los políticos hablan de burbuja inmobiliaria. El problema no es la burbuja inmobiliaria, el problema es la burbuja política, la politización que sufre esta sociedad en la que no se puede hacer nada sin política. Está en el fútbol, en la música, en la sanidad... todo está mezclado con la política. Están en la prensa, en la banca, en las cajas. ¿Es esto normal? Hemos olvidado analizar el entorno en el que vivimos, en el que todo es una mentira.

–Pero no hay ningún análisis que rechace la existencia de una burbuja inmobiliaria en el país.

–Burbuja...  Qué burbuja, qué broma. La burbuja es política. Son los políticos los que han creado esta situación, en muchos casos por la corrupción tan enorme que ha existido. Ellos son los que han forzado la creación de un mercado inmobiliario artificial, cuando querían cobrar más y más, reclasificar todo el suelo posible, siempre más de la cuenta. No hay burbuja inmobiliaria en Marruecos, ni en Portugal, que tiene la misma crisis que nosotros. Pero no tienen a tanto Jesús Gil como hemos tenido aquí. ¿Nadie vio esto cuando ocurría? Nadie quiso ver esto...

–La crisis económica ha rematado a la empresa.

–La palabra crisis significa decisión. ¿Qué decisión se ha tomado aquí? No hablo de Andalucía, hablo de Europa. Albert Einstein, que parecía inteligente, pienso yo, dijo que la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países porque la crisis trae progresos. Pienso que es verdad. La crisis nos puede ayudar a cambiar este modo de vida, que yo creo que es lo que va a ocurrir. Nos ayudará a vivir mejor con menos, eso es clave, y de una forma más respetuosa con la naturaleza, que ya nos ha avisado de que esto no puede seguir así. Debemos vivir mejor con menos, menos gasolina, menos electricidad... menos de todo. Yo intento vivir con mucho menos, por obligación, y creo que es posible.

–Le dirán que este hotel no es, precisamente, ejemplo de austeridad.

–Es verdad, estoy de acuerdo. Yo también he cometido muchos errores.  Yo también he participado de la histeria colectiva a, la que hubo antes de la crisis. Yo pienso que si tuviera que hacer otro hotel, que ya por mi edad no va a ser posible, lo haría todo distinto. Hoteles, casas, coches, todo más pequeño, todo con menos consumo, con menos recursos... Yo tampoco escapo a la línea general, también me he equivocado muchas veces.

–¿Qué haría diferente si volviera a empezar?

 –Adaptarme a este nuevo entorno. No quiero utilizar la naturaleza para hacer política como hacen muchos ecologistas, sino decir que el mensaje más grande es que la naturaleza manda. La naturaleza está hablando con nosotros y está advirtiendo,  “ cuidado porque esto va a terminar muy mal” . Aquí en Benalup yo creo que hemos respetado relativamente bien la naturaleza, tenemos 14.000 árboles en la finca, pero en mi juventud tuve empresas de textiles, con sus depuradoras... y otros negocios donde podría haber actuado mejor.

–¿El problema económico es de este hotel, o es de otras de sus empresas y proyectos?

–La empresa Zanona está en concurso voluntario de acreedores. El problema es del hotel, que necesitaba dinero. He vendido todas mis fincas, el Monasterio del Cuervo, Zanona... todo está aquí invertido. Al final dos mujeres me la jugaron. María José García Pelayo, que me quitó las subvenciones, y la otra es Concha Gutiérrez [ex consejera de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, PSOE], que paralizó el proyecto de Trebujena cuando faltaban ocho días para su aprobación. Jamás fui un especulador. Invertí en Trebujena porque los políticos vinieron a buscarme, porque el pueblo estaba deprimido... Yo amaba el Guadalquivir, fui incluso rociero. Empezamos el proyecto, estudios ambientales, estudio de inundabilidad... Una inversión de nueve o diez millones de euros, respaldado por un alcalde comunista [Manuel Cárdenas, IU]. Y a ocho días de la firma definitiva, entra Concha Gutiérrez en Obras Públicas y la primera actuación que hace es pararlo todo y anular el proyecto del Guadalquivir. Ahora todo se ha perdido. Esta mujer con su actuación, sin conocerme a mí ni a mi forma de trabajar, paró el proyecto. Sin motivo, de un día para otro, y me arruinó a mí y a mi familia, me quitó el sueño y la salud. Hoy el proyecto está aprobado pero no es mío, porque lo he tenido que vender por muy poco dinero.

–¿A quién se lo ha vendido?

–A una empresaria de Bélgica, para intentar salvar este hotel. Antes había posibilidad, ocho o nueve socios que querían apoyar aquella iniciativa. Ahora todo se acabó.

–¿Ese proyecto de Trebujena tenía futuro, o estaríamos hoy arrepintiéndonos de haberlo construido?

–Europa tiene una cantidad de gente que sueña con tener una segunda casa, un sitio bonito para venir al sol, jugar al sol, o ir al spa, o a montar a caballo... El clima de esta zona es el mismo que hace veinte años. El problema es que la imagen de España y de Andalucía se ha convertido en la peor, por culpa de unas cuantas personas, los políticos, algunos empresarios, la gente responsable de Turismo, algunos promotores y hoteleros que han hecho las cosas de una forma que no debían. La suma de todo.

–Los bancos, ¿también le han dado la espalda?

–¿Los bancos? Mire, yo he hablado con gente de mi formación, muchas personas. Si tuviéramos lo que habría que tener deberíamos ir a poner fuego en la banca. Sin duda ninguna. Porque son criminales, ladrones. Cada día la banca me roba. Y normalmente una persona que roba debe ir a la cárcel. Pero aquí no pasa nada. Hay políticos en los cargos, todas las cajas llenas de políticos cobrando cada mes... Y ahora la banca va a recibir de Europa 63.000 millones de euros. ¿Dónde va a ir esto a parar?

–¿Qué salida hay para el hotel?

–Va a depender de los clientes. Cómo va a reaccionar un cliente que ha visto en el Diario que el hotel está en concurso de acreedores, en julio y agosto, cuando necesitamos el cliente español. Entiendo que es su trabajo, normal. Aquí todo funciona con normalidad, con el mejor servicio, una plantilla excelente, pero no sabemos qué va a pasar... Qué van a decidir los clientes en octubre y noviembre después de ver la posición de España en Europa... ¿Y si estalla de nuevo el volcán islandés? Nos costó 700.000 euros de pérdidas. ¿Y si hay huelga de pilotos? Es una situación delicada.

–¿Vender este hotel es posible?

–El problema es que hoy nada tiene y todo tiene valor. Los inversores pueden comprar hoy la mitad de España. Todo depende de cómo termine la historia.  ¿Dónde va España la próxima semana? ¿Quién garantiza que no va al suelo? Necesitamos clientes, y eso pasa por mejorar el aeropuerto, funcionarios que ayudan, mejorar el turismo. Antes de la crisis la tarifa en este hotel era de 230 euros por persona, ahora es de 130. Hace falta un cambio general del ambiente y la mentalidad, porque la situación es dificilísima para todos.

–¿Siente que su trabajo ha sido reconocido en el pueblo y la zona?

–Reconocimiento... Claro que no.  Veo que este hotel no corresponde al deseo de la gente de aquí. Esto me duele mucho. No entiendo. Yo pensaba que la gente de Benalup y del entorno estaría contentos de que aquí se construya un hotel de lujo, con un golf que es un plus para la naturaleza de la zona. Pero el hotel tiene más gente que piensa en contra de él. Se fue Paco [Cabaña, exalcalde y parlamentario], que tiene más oposición en el pueblo y también ahora parece estar en contra de esto. He creado 150 puestos de trabajo pero no para 6.000 desempleados, y eso pone a la gente en contra. El empresario es un enemigo, un tío malo, hasta que mete el último euro en el proyecto. Yo he puesto todo lo que tengo aquí, me he arruinado, aunque la gente no lo crea... Lo he perdido todo.  Y yo tenía mucho, eh. Pues nada.

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