FIL de Guadalajara: una feria del libro que no es (sólo) una feria
Industria editorial
La FIL homenajea al poeta mexicano David Huerta y acoge un multitudinario acto de Muñoz Molina
La revista 'Estación Poesía', que edita el Cicus, se presentará en el marco de la feria
Guadalajara (México)/Una feria del libro no es una feria. No quiere esto decir que no tenga que ver con lo festivo sino que, al contrario, no se trata de una feria únicamente sino de dos, una feria doble: las dos páginas de un libro abierto. Al componente festivo de toda celebración se le une en este caso la segunda fiesta, en realidad la primera para los letraheridos, que es la literatura. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que comenzó el sábado, hay programados centenares de actividades que son tan difíciles de desglosar como resumir en unas líneas un catálogo que abarca más de 300 páginas. No todas, es cierto, tienen que ver con las letras: hay, además, presentaciones de libros y foros sobre ciencia, economía, política. Pero solamente en lo literario hay tanto –tantísimo– que resulta difícil escoger. Aunque uno hiciera realidad algún argumento de novela de desdoblamiento y coincidieran en él el doctor Jekyll y el señor Hyde, y hasta haciendo triplete Robert Louis Stevenson, ello no le bastaría para repartirse y acudir a todo lo que de interés guarda esta feria en citas simultáneas que llegan a apabullar.
Llega el cronista en el avión procedente de la Ciudad de México y ya se ha encontrado, y se vuelve a topar con ellos ya en la capital de Jalisco, a numerosos autores, editores, responsables de publicaciones. En un momento, en la cola de embarque coincide con Manuel Pimentel, el creador del grupo Almuzara; con el poeta Hernán Bravo Varela, codirector de la Revista de Poesía de la UNAM (Universidad Autónoma Nacional de México); con Jorge Carrión, autor de Contra Amazon, que viene a un congreso de libreros que ocupa las primeras jornadas feriales. La propia FIL es un desmentido de que el libro vaya a fiar su venta a portales de internet, porque el mundo físico, la presencia tangible de los volúmenes y poner cara a los autores, escucharlos, aporta un valor añadido indiscutible sobre la mera distribución aséptica de contenidos. En efecto, en el hotel uno se cruza con Javier Cercas, Mario Vargas Llosa, Elena Poniatowska o Siri Hustvedt.
La FIL comenzó con los discursos de las autoridades, pero también, en la misma ceremonia de inauguración, con la entrega del Premio FIL de Literaturas en Lenguas Romances al poeta mexicano David Huerta. Es éste un acto al que sólo se accede por invitación, pero Huerta también participará en un multitudinario encuentro con jóvenes más adelante en la feria, que culmina el próximo domingo. Se trata este premio de uno de los mejor dotados de todo el ámbito hispánico, y galardona a autores que escriben en lenguas procedentes del latín (el año pasado la agraciada fue la uruguaya Ida Vitale, y el anterior el francés Emmanuel Carrère). El nombre de Pere Gimferrer sonó como posible premiado también en 2017, lo cual –gustos al margen– sería más que apropiado, pues el barcelonés ha escrito poesía en castellano, catalán y hasta en italiano.
David Huerta es autor de una obra poética extensa recogida en dos volúmenes en Fondo de Cultura Económica. No es poeta sencillo, particularmente en su libro Incurable, de versículos y más versículos que no parecen acabar a lo largo de varios cientos de páginas. No obstante, su poesía reciente es más nítida y, digamos, manejable. Bien podría el premio situarlo en buena posición para disputar el Cervantes, como ya ha ocurrido en otras ocasiones con quien obtiene el galardón de la FIL.
Huerta es hijo de Efraín Huerta, importante poeta mexicano del siglo XX que estuvo a punto de formar parte de la delegación mexicana que asistió al Congreso de Intelectuales en defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en 1937. Quienes sí acudieron entonces a España fueron Elena Garro y Octavio Paz. De ella se presenta ahora en la FIL una reedición de su libro de recuerdos de aquella aventura española; además, este noviembre ha aparecido en Alfaguara, tras muchos años en los que no estuvo disponible, su libro más sobresaliente, Los recuerdos del porvenir, que no tiene tanto de realismo mágico, pese a lo que haya escrito cierta crítica, como de crónica social de un mundo provinciano en las violencias que se solaparon de la Revolución mexicana y de la Guerra Cristera. De su marido, Octavio Paz, Nobel de 1995, se ha recordado en Guadalajara su pasión por la India, país invitado de honor este año en la FIL, en mesas redondas en las que han participado diferentes especialistas entre los que no podía faltar su biógrafo y mejor comentarista: Guillermo Sheridan.
Paz era descendientes de andaluces por vía paterna y materna. Sin ser grande la presencia andaluza en la FIL de este año, uno de los actos destacados y multitudinarios fue precisamente Mil jóvenes con Antonio Muñoz Molina. Y aunque el cronista tenga participación en ello, no debería omitir la presentación de la revista Estación Poesía, que publica el Centro de iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla.
Ha habido recortes en cultura recientemente en México, con un presidente, Andrés Manuel López Obrador, que parece ver con recelo a los creadores y da el mismo valor al arte que a la artesanía. En público y en actividades, sin embargo, la FIL sigue sin tener competidor.
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