Absoluto tratado de pintura realista

Diario de las artes

Absoluto tratado de pintura realista
Absoluto tratado de pintura realista
Bernardo Palomo

08 de diciembre 2018 - 06:00

Jerez de la Frontera/REALISMO. Galería Benot. CÁDIZ

La pintura que representa la realidad, a pesar de los tiempos y sus circunstancias, de las modas y de las muchas exigencias interesadas que rodean a lo artístico, sigue manteniendo su imperecedero status y generando convencimientos y adhesiones inalterables. Su salud, por tanto, es óptima y no ofrece algunos de esos episodios terminales que muchos llevan tiempo considerándolos como punto final de su longevo discurrir de siglos. Sin embargo, tras este planteamiento incontestable, hay que diferenciar claramente la pintura realista poderosa, abierta, de acertados recursos plásticos y estéticos, portadora de los eternos valores del arte grande, de esa otra que retrata, sin emoción alguna, lo concreto, buscando meros parecidos o innecesarios efectismos que envilecen una pintura que es, infinitamente, más.

El buen realismo, aquel que nos hace transitar por los caminos que trascienden más allá de lo que la mirada abarca, aquel que descubre registros más profundos que los meros episodios representativos y predisponen para otras sensaciones más profundas, no deja indiferente; no sucumbe a la lineal posición que el ojo capta; el buen realismo transporta más allá de la epidermis, se adentra en espacios donde la espiritualidad habita y el alma sucumbe a tan vehementes posiciones. Además, la gran pintura figurativa, me atrevo a decir que más que otras expresiones artísticas, define al verdadero artista - que no al pintor -, a aquel que transcribe esos esquemas de la emoción más allá de lo que suponen las ilustraciones de lo real.

Fali Benot lleva muchos años ofreciéndonos muy buena pintura realista, de la mejor que se puede contemplar. Desde siempre ha tenido claro cuáles eran los buenos argumentos del realismo y quiénes eran sus más acertados hacedores. Han sido muchos los buenos pintores realistas que han ocupado los espacios de la Avenidas Ramón de Carranza; la lista es interminable. Para constatar todo lo que manifiesto, vale la gran exposición sobre el Realismo que ahora se presenta en estos días prenavideños en una ciudad de escasos adornos por el poco apego de Don Kichi a las luminarias ajenas al Carnaval. Cuatro grandes pintores realistas, de los más ciertos de cuantos dominan esta tendencia, nos ofrecen los variados registros de una pintura que, como digo, deber ser mucho más que la mera copia de lo real.

CARMEN BUSTAMANTE es, sin duda, una de las más preclaras artistas de la pintura de paisaje. Su obra, de tanto realismo como comporta, suspende las propias posiciones representaciones para dotar de un especial sentido mágico a sus realizaciones. En sus playas, en sus dunas, en la espuma de sus olas, en las orillas del mar gaditano, se presiente otro tipo de realidad. Su pintura deja entrever una iconografía particularísima que sólo ella es capaz de conseguir. Es una pintura que podemos llamar "al modo Bustamante"; un personal tratamiento del color que envuelve de un matiz único un paisaje que ella hace, también, único e intransferible. Una pintura que envuelve de magia e inquietante belleza un particular paisaje sabiamente transmitido.

JAVIER BANEGAS suscribe una pintura llena de potencia visual. Sus botellitas de colores o los restos de los lápices después de habérsele sacado punta, además de crear una bella interpretación física del expectante objeto, plantea una contundente lección de pintura realista, generando un importante desarrollo pictórico que es un paso más juicioso y trascendente que esa simple ilustración de la cosa física. Algo que se compendia en la exposición en un espectacular dibujo a lápiz que produce un bello contraste con la potencia cromática del resto de las obras.

CARLOS MORAGO ofrece una galería de espléndida pintura realista. Una serie de bellísimos jardines nos plantean el poder ilustrador de una pintura perfecta en fondo y forma. Y, además, tengo que decir que la acertadísima estructura plástica de sus jardines queda en suspenso gracias a la atmósfera de quietud y serenidad que transmite. Las piezas están envueltas en un halo de misterio que impone un sello de paz que hace transportar a la mirada hasta alcanzar espacios emocionantes donde la sutileza y el rigor de una representación excelsa se acomoda para crear la máxima expectación.

PEDRO ESCALONA, por su parte, nos lleva a su espectacular testimonio artístico. Su pintura está por encima de cualquier dialéctica posible. Su obra nos hace transitar por la perfección artística más absoluta; una perfección, sin embargo, nada afectada ni efectista. Pinta la soledad de las cosas, su esencia, el tiempo que las envuelve. En esta comparecencia el artista nos ofrece dos claros momentos de su gran pintura realista. Por un lado, nos presenta un impresionante barreño antiguo que deja la impronta del tiempo desde un expresionismo pictórico matizado donde cada justísima pincelada es un organismo de sabia estructura artística. Junto a él, el artista nos sitúa en esas naturalezas muertas que trascienden más allá del tiempo y del espacio y que manifiestan unos argumentos texturales sutil y contundentemente interpretados.

Estamos, por tanto, ante un preciso manual de pintura realista. En él se ofrecen cuatro de sus más soberbios y exactos capítulos, escritos por sabios relatores de una pintura llena de absoluta verdad.

La crudeza realidad de lo cotidiano

VANESA CINTAS. Facultad de Bellas Artes. Granada

Con la sociedad encogida, día a día, por las descarnadas imágenes que producen los acontecimientos, extremadamente violentos, que ocurren en nuestros hogares, achacables a infinidad de circunstancias, todas protagonizadas por una humanidad en claro proceso de descomposición racional y asunción de los instintos animales más exagerados, la expresión artística no podía ser mera espectadora de tan abominable situación. Mínimos diseños para anuncios, pobre cartelería y poco más es demasiada corta aportación de lo artístico a tan significativo hecho. Encontramos en este sentido un muy buen proyecto expositivo en la muestra "El ataque de lo doméstico" que Vanesa Cintas presenta en la Facultad de Bellas Artes de Granada.

Con los más amplios registros artísticos, dibujo, pintura, fotografía, instalación y videocración, la joven artista granadina nos ofrece una apasionada reflexión sobre la violencia que acecha a las mujeres, incluso, a las niñas, y que en, la mayoría de las veces, no son si no desarrollos de esa realidad social que, históricamente, ha organizado la existencia y la propia vida en un claro y determinante poder dominador del hombre sobre la mujer.

Vanesa Cintas nació en Sanlúcar de Barrameda. Es Licenciada y Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Granada; miembro del Grupo de Investigación HUM425 de dicha Universidad. Ha sido Profesora en la Facultad de Bellas Artes de Málaga y es una de nuestras artistas con más carácter artístico. Lleva tiempo estudiando tan complejo tema, que fue el centro impulsor de su trabajo de doctorado - o como se llame ahora -. La autora se implica de lleno en el asunto y plantea artísticamente una problemática cruda y llena de espinosos vértices. Plásticamente la exposición se genera desde diferentes registros, positivando esquemas que narran, que invitan a la participación externa y cómplice del espectador, que fundamentan artísticamente posiciones tradicionales; siempre con el objetivo definido contundentemente para positivar un relato descarado de esa historia inmediata de la violencia. El escenario donde la autora sitúa sus acciones es, asimismo, toda una declaración de intenciones que desarrolla la clara teoría de que la violencia de género tiene su centro generador en el propio hogar, en la intimidad de una familia dominada ancestralmente por un personaje masculino al que históricamente se le ha concedido el papel predominante, dominador, "macho" poderoso, jefe patriarcal al que se le debe toda la obediencia y el que puede decidir y, por consiguiente, castigar según sus ideas. Ese espacio íntimo, alejado de las miradas, promueve hechos que pasan desapercibidos para los vecinos - de ahí que cuando ocurre un acto sangriento, los propios ciudadanos que viven cerca a donde ha ocurrido la tragedia, manifiestan incrédulos, que el autor era una persona de lo más "normal" -.

La exposición nos conduce por algunas de esas manifestaciones violentas, crueles y tantas veces sangrientas y trágicas que ocurren, todavía, en muchos hogares, por mucha información y relevancia que se le otorga a tal circunstancia.

Además de la contundencia conceptual que promueve la exposición, ésta nos sitúa ante una artista completa, que pinta magníficamente de forma tradicional, que tiene un dibujo elegante y patrocinador de justas líneas representativas, que domina las estructuras del color, que posee una sentido acertado de lo performativo, que sabe relatarnos la visión textual de una acción fílmica y que se adentra, con precisión y amplia dimensión artística, por los complejos espacios de la fotografía. Todo esto sirve para encontrarnos con una exposición que desprende sapiencia, que no necesita un libro de instrucciones para asimilar sus conceptos y que desarrolla un arte nuevo, muy nuevo, pero sin esos desajustes entre el concepto y su expresión que tanto abunda en la creación contemporánea y que lleva a que muchos espectadores den la espalda a tan complejas manifestaciones y exista una clara deserción hacia la plástica más actual.

De nuevo, la Facultad de Bellas Artes de Granada apuesta por un arte nuevo, comprometido, lleno de intensidad creativa, con los gestos exactos para que el contenido y el continente unifiquen sus posturas y produzcan una unidad significativa de fácil asimilación y provocadora de las más amplias sensaciones y emociones.

La exposición de Vanesa Cintas no deja indiferente por la contundencia de sus argumentos conceptuales; unos descarnados postulados sociales que nos hacen transitar por esa dura y, a veces, trágica realidad que sucede en nuestra sociedad a causa de la intransigencia de algunos que, todavía, mantienen inalterables muchas de aquellas posiciones heredadas en las que el factor masculino se sentía en posesión de privilegios inamovibles que, en extremas circunstancias, eclosionaban en gestos de básica animalidad. Una muestra sabia en fondo y forma, a veces descarnada, que emite los sucesos transgresores de una sociedad muy en decadencia.

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