VI Tío Pepe Festival

Una 'Vida' entre canciones

  • La cantante madrileña repasó su nuevo trabajo además de interpretar muchos de sus temas clásicos

Ana Belén en Tio Pepe Festival 2019

Ana Belén en Tio Pepe Festival 2019 / Miguel Ángel González (Jerez)

Las canciones son como magdalenas proustianas. Tienen el poder de conducirnos a territorios mágicos que suceden en el pasado. El poeta Jaime Gil de Biedma supo escribirlo en aquel poema que tituló Elegía y recuerdo de la canción francesa. Al salir a escena Ana Belén, elegancia vestida de rojo, los presentes sabíamos que íbamos a encontrarnos con el azul de nuestra propia memoria, con un sendero de palabras y de melodías que nos pertenecen. Pero no confundir esa emoción de lo reconocible con el ejercicio simple de la nostalgia por la nostalgia. Ana Belén habita el presente con los cinco sentidos, sin haberse quedado varada en un ayer de autocomplacencia. Por eso defendió en escena su última propuesta, Vida, que resume en su paleta sonora la artista plural que es Ana Belén, los muchos mundos sonoros que habita con su voz.   

Jerez y el marco privilegiado del Tio Pepe Festival acogieron a la artista cuya voz no ha perdido un ápice de personalidad, de garra, de emotividad. Su nuevo disco es un muestrario perfecto del tiempo que se habita. Canciones rotundas, expresivas, sutilmente escogidas en un abanico autoral que va de Víctor Manuel a Rozalen. Hablar de Ana es hablar de Víctor que siempre ha sabido meterse en su piel con canciones tan poderosas y emblemáticas como Desde mi libertad, himno feminista en noche de verano que no podía faltar en el repertorio de esta gira y forma a su modo un díptico con Mujer valiente, la canción que le ha escrito Rozalen.  

Sonó Yo también nací en el 53 y esa memoria generacional se mezcló con el Lavapiés de las corralas, el recuerdo paterno y materno y la primera imagen del mar de Cádiz donde conserva lazos familiares.  La madrileña entregó todos sus recursos de dama de la escena, bien arropada por los músicos que la acompañan en esta gira con un extraordinario David San José a los teclados o el gran y expresivo Osvi Grecco luciendo su personalidad a la guitarra en varias canciones.  

El periodista musical Álvaro Alonso ha llamado a Ana Belén la Joan Baez de Lavapiés. Y algo de eso ahí en esta Ana que sigue siendo rosa de amor, fuego y vida, rosa entre canciones que fue desplegando en el escenario mezclando lo nuevo con lo viejo y clásico, con aquello que el público, siempre perezoso con lo nuevo, quería escuchar.  

Vida es un buen disco, sin estridencias, que tiene su estandarte en la canción homónima de Víctor Manuel que es la que sirve de obertura de los recitales, para entrar en materia y comprobar, desde el primer instante, la sintonía de la cantante con su banda, destellos eléctricos incluidos sobre una base preferentemente acústica.  Entre las canciones de Vida descuellan las de Federico Lladó, gozoso descubrimiento, que falleciera en 2013 pero cuya figura musical Ana revive en su nuevo disco cantando dos de sus temas: “Quién manda ahí afuera” -filosofía John Lennon- y ese autorretrato involuntario que termina siendo “Soy lo que soy”. Ambas no faltaron en Jerez. 

Mujer valiente cantándole a la vida con la verdad temblándole en el labio. Ana Belén pertenece a una generación de artistas irrepetibles que anduvieron un camino muy largo y deberían ser hoy referentes de lo que viene, si lo que viene supiera tener memoria musical de aquello que nos conforma.  

Ana atravesó Vida, pero tuvo a bien abrir el cofre de las perlas del pasado, rescatando  canciones de antaño, como La salida no es por ahí de aquel esencial Para la ternura siempre hay tiempo, o como su versión de la berlanguiana -de Carlos- Cómo pudiste hacerme esto a mí. Cualquier traje musical le va bien a la artista madrileña, ponga los ojos en la movida madrileña, en Las cuatro y diez de Aute o en la canción italiana. Sonó espléndida, por ejemplo, Rayo de sol, original de Francesco de Gregori.  

El recital se tornó sublime cuando llegaron las piezas para enmarcar en un imaginario museo de la canción en castellano como A la sombra de un león que concibieron, con las musas de su parte, Joaquín Sabina y Josep Maria Bardagí, o la siempre coreada y luminosa Contamíname del canario Pedro Guerra. En ese crescendo de canciones antológicas llegaron la magistral y viajera Peces de ciudad de Sabina o Lía de José María Cano, para culminar con El hombre del piano, Derroche o Sólo le pido a Dios. De la recreación de Billy Joel (in memoriam) al argentino Leon Gieco y entre medías los besos, la ternura, el éxtasis y la noche jerezana a la que se le fue la mano. Ana Belén se despidió con La Banda de Chico Buarque, otro guiño al disco A los hombres que amé y que nos evoca aquel Ana en Río que resumía el impacto de la música brasileira en su propia travesía artística.  

Todo fue un hermoso y palpitante canto de vida de una artista en plenitud que posee duende porque este no es patrimonio de los cantaores flamencos que por aquí resuenan, sino de los artistas que están tocados por la gracia del arte. Y Ana indudablemente lo está.    

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