Cultura

Austral revisa en una antología la poesía española del Siglo de Oro

  • José María Micó recopila y comenta obras de Garcilaso, Lope, Góngora, Quevedo, Fray Luis y San Juan de la Cruz

Cualquier propuesta de promoción de la gran poesía española del Siglo de Oro resulta oportuna. Por desgracia, a pesar de la fama de sus nombres, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, junto a otros muchos creadores de esa hora, habitan una órbita demasiado lejana de los intereses, lecturas y planes de estudio actuales. La antología El oro de los siglos intenta reparar esta separación. Se trata de una selección de algunos de los mejores poemas de seis autores clave, elegidos y comentados por José María Micó (Barcelona, 1961), poeta, traductor y catedrático de Literatura en la Universitat Pompeu Fabra, donde fundó y codirige el Máster en Creación Literaria. Austral recoge la gran poesía de dos centurias (como se sabe, el Siglo de Oro dura más de un siglo) en las que se generó el mayor caudal poético que ha conocido la historia literaria española.

"Cuando me paro a contemplar mi estado / y a ver los pasos por do me han traído, / hallo, según por do anduve perdido, / que a mayor mal pudiera haber llegado". El Soneto I de Garcilaso abre la deslumbrante selección poética que ofrece Micó, que, respecto al toledano, afirma que de las tres "grandes facetas" de su obra, "petrarquismo, clasicismo y bucolismo", sale "casi todo lo mejor de la poesía española clásica, ya sea por su condición de ejemplo temático o de modelo formal". Garcilaso fue, "desde muy temprano y durante mucho tiempo, el poeta clásico de la literatura española".

Con el 'Soneto I' de Garcilaso se abre la deslumbrante selección de 'El oro de los siglos'

"¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!". Los versos de Fray Luis de León "derivan de la línea horaciana, clásica y humanística, y parecen una expansión, o mejor dicho constituyen una aplicación consecuente, de la lección implícita en la breve obra garcilasiana y en el ejemplo de sus prestigiosos modelos latinos". Su escritura poética tuvo otros valores "que no dependían tanto de la inspiración y la sensibilidad cuanto de la vocación y el estudio, y que no se asentaban tanto en la esperanza de una difusión social cuanto en la intimidad y en la ética de una ocupación privada".

"En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada". Micó define a San Juan de la Cruz como "el poeta de las paradojas". El abulense "fue un místico que se valió de la poesía" y su obra "nos habla del despego, del desasimiento, de la entrega desinteresada y de la unión del alma con Dios". "Nunca en la historia del verso español", añade, "ha tenido ha tenido la escritura poética una función más práctica ni una utilidad más concreta: explicar los misterios de la experiencia mística y hacerlo para el público fiel de las monjas del Carmelo".

"Traten otros del gobierno / del mundo y sus monarquías, / mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan tierno, / y las mañanas de invierno / naranjada y aguardiente, / y ríase la gente". Góngora fue "el artífice de una de las principales renovaciones del lenguaje poético, quizá la más profunda, y sin duda la más discutida y polémica, de cuantas conoce la historia de la literatura en castellano". El cordobés realiza, en palabras de Micó, "un viaje a la semilla del lenguaje para apurar su virtualidad poética". Tuvo "un sentido integral de la lengua".

"Suelta mi manso, mayoral extraño, / pues otro tienes de tu igual decoro, / deja la prenda que en el alma adoro, / perdida por tu bien y por mi daño". "No hay género que" Lope de Vega "no probase y en el que no descollase". El madrileño "avasalló a todo el mundo, en todo momento y en cualquier palestra, con una fertilidad y una facilidad inigualables". Todo lo que intentaban sus contemporáneos "Lope ya lo había hecho o lo acabaría haciendo, y por lo general mejor que los demás". De la explotación de su talento "hizo algo parecido a una profesión".

Y Quevedo: "La vida empieza en lágrimas y caca, / luego viene la mu con mama y coco, / síguense las viruelas, baba y moco, / y luego llega el trompo y la matraca". En su poesía, de "fascinante versatilidad", se diferencian "tres grandes apartados: moral, amorosa y satírico-burlesca". Toda ella "abunda en ejemplos prodigiosos de elaboración y concatenación de conceptos complejos" que dan sentido a una "irrebatible" frase de Borges: "La grandeza de Quevedo es verbal".

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