Baldaquino, segunda expedición

Pinacoteca de papel de Juan Rodríguez Pardo

Relato de un nuevo envío en barco desde Roma del baldaquino de la iglesia de Santiago, obra de Gallegos Arnosa, en parte ‘desaparecida’, que llegó a Jerez en 1905

San Pedro. Autorretrato en bronce de José Gallegos Arnosa en el baldaquino de Santiago.
San Pedro. Autorretrato en bronce de José Gallegos Arnosa en el baldaquino de Santiago.
J. R. P.

08 de marzo 2019 - 06:00

Jerez/Mientras montamos las diferentes piezas de mármol que conformarán la mesa de altar para el baldaquino de la iglesia de Santiago, y aguardamos, impacientes, a las siguientes expediciones con el resto del material, espero que me permitan insistir en comentarles sobre la posible cesión en depósito del cuadro de Salvador Sánchez Barbudo ‘La última escena de Hamlet’ a la ciudad de Jerez de la Frontera, la tierra del artista. ¿Dónde debiera ser ubicado?, ¿sería necesaria la existencia de una pinacoteca en la ciudad donde pudieran ser admiradas las obras de nuestros artistas?

Como ya comenté en otro artículo, en el año 1997, durante las gestiones que realizaba con el Museo Nacional del Prado para la Exposición Homenaje dedicada a Salvador Sánchez Barbudo, tuve la oportunidad de conversar con José Luis Díez, entonces jefe del departamento del siglo XIX de dicho Museo, sobre el proyecto de exposición y, también, sobre la cesión en depósito de la mencionada obra a la ciudad de Jerez de la Frontera por parte del Prado, su propietario.

Sobre el tema de la cesión, la respuesta fue concisa e inmediata: “No existe inconveniente alguno, siempre que el lugar donde fuere ubicada la obra cumpla las condiciones ambientales y de seguridad que exigen el Museo Nacional del Prado y la Dirección General de BB.AA.”.

En esas fechas no existía en la ciudad espacio alguno, ni público ni privado, que reuniera dichas condiciones. Pero los tiempos avanzan inexorablemente y, con ellos, también la toma de conciencia y el ánimo de recuperar del deterioro al que están sometidos monumentos, palacios, templos y conventos de nuestra ciudad de gran valor histórico y arquitectónico.

Del mismo modo ocurre con los entornos urbanos bodegueros donde la complicidad aromática entre mosto, azahar y silencio, inunda los sentidos haciendo de barrios bodegueros como San Mateo un paraíso sensorial. Todo ello en alarmante ruina. Pero quiso la Fortuna poner sus ojos en la recuperación de uno de los monumentos más emblemáticos de Jerez: los Claustros de Santo Domingo.

El lunes día 1 de octubre de 2018, con motivo de la presentación en el Museo del Prado del cuadro de Garnelo ‘La muerte de Lucano’ tras su restauración, tuve la ocasión de conocer a Javier Barón Thaidigsmann, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX de nuestro Museo Nacional, presentado por la restauradora Lucía Martínez, quien restauró ‘La última escena de Hamlet’ , obra de nuestro genial Salvador Sánchez Barbudo. Tras una breve charla, la misma pregunta que hace 22 años hice a su antecesor en el cargo el señor Díez y con la misma respuesta. En 22 años no han cambiado las condiciones exigidas por el Prado y la Dirección General de BB.AA. Pero, afortunadamente, la situación en Jerez sí ha cambiado.

Gracias a los trabajos realizados para la recuperación de los Claustros de Santo Domingo, la zona rehabilitada cumple dichas condiciones, y es totalmente posible convertir en realidad el sueño de tener en Jerez, en exposición permanente, la obra de nuestro ilustre artista jerezano Salvador Sánchez Barbudo, ‘La última escena de Hamlet’, tras más de un siglo enrollado y oculto en los sótanos del Museo del Prado.

Aún más. Casi 2.000 m2 de espacio expositivo y posiblemente ampliables dan suficiencia para albergar una pinacoteca en Jerez, tan deseada y necesaria. Todo se reduce a una cuestión de voluntad.

Montilla lo consiguió. Ya su ‘Lucano’ luce en el museo que lleva el nombre de su autor: Museo Garnelo. Resucitado y curado de todas sus heridas por los restauradores Ana Isabel Ortega y Álvaro Fernández. Magnífico trabajo. Desde el día de su presentación, 18 de diciembre de 2018, acto al que no pude asistir por motivos ajenos a mi voluntad, Montilla puede admirar con orgullo y satisfacción la obra mas representativa del artista montillano José Garnelo y Alda.

¿Podremos algún día experimentar esos sentimientos de orgullo y satisfacción al contemplar, tras 130 años de oscuridad, ‘La última escena de Hamlet’ en la tierra natal de su autor Jerez de la Frontera, o se habrá de proceder a una nueva restauración tras el deterioro que provocaría otro periodo indefinido de condena a la oscuridad?

Al tiempo que meditamos sobre la posibilidad de esta sugerente ensoñación, divisamos, de lejos, allá en el horizonte del tiempo entre las brumas y nieblas del Mediterráneo, la imagen velada de un buque a vapor. Sus humeantes chimeneas auguran un complicado y accidentado desembarque de su preciosa carga.

Se trata del vapor ‘Alzira’ o ‘Alcira’ que transporta en sus bodegas la segunda expedición compuesta por bellísimas piezas de mármol plata y bronce para la Iglesia de Santiago. Entre ellas, la imagen en bronce que representa a la figura de San Pedro y que es un autorretrato de José Gallegos Arnosa, su autor, y el magnífico Sagrario de bronce dorado a fuego con su puerta de plata maciza, representando a un Redentor en altorrelieve y su coro celestial en bajorrelieve.

Sagrario éste 'desaparecido' en el último expolio sufrido por el baldaquino, entre enero y febrero del 2010, ‘gracias’ al descuido y abandono del templo durante sus obras de restauración.

El buque a vapor ‘Alcira’, de 72,82 metros de eslora y 9,36 metros de manga, fue botado en el año 1877 y hundido trágicamente por abordaje del buque italiano ‘Avvenaire’ el día 7 de septiembre del 1914, colisión que produjo varios muertos y desaparecidos.

Propiedad de la misma compañía valenciana que el ‘Cabañal’ (primera expedición), fue el elegido y contratado a través del consignatario de Buques Don José Luis Gallegos Arnosa, primo hermano de nuestro artista, para esta segunda expedición de accidentado desembarque. Con fecha de 21 de octubre de 1905 y a través de la compañía de comunicaciones R de Sobrino, en Cádiz, don Guillermo Garvey recibe un telegrama de la Casa de expedición C.Stein de Roma en el que se le confirma que por orden del Profesor José Gallegos Arnosa, se procede al embarque, con salida destino Cádiz ese mismo día, de 15 cajas de esculturas de los materiales antes descritos y un peso total de 10.390 Kg.

Carga ésta asegurada en 64.000 Fr., que tiene prevista su llegada a puerto el día 4 de noviembre del mismo año.Travesía perfecta del vapor ‘Alcira’. No así el desembarque de la carga pues por un extraño movimiento de la barcaza en la que se estaban depositando las cajas, ésta volcó yendo a pique con toda su carga, 11 de las 15 cajas se hundían. Gracias a la rapidez y destreza de los operarios del muelle fueron recuperadas sin problemas. Una de ellas, la que contenía el sagrario y la cruz que culmina el monumento flotó y casi se le atribuyó milagro del contenido.

Tras una inspección una vez en tierra, se comprobó que la carga no sufrió daño alguno. Perfecto embalaje.Una vez depositada en los almacenes de la Dirección General de Aduanas mientras se comprueba la documentación y se tramitan los expedientes, tras nueve días se transporta para su embarque en tren con destino a Jerez. El día 16 de noviembre de 1905 la Iglesia de Santiago recibe con jubilo la segunda expedición con las piezas del baldaquino.

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