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Isabel San Sebastián. Periodista y escritora

“El Camino de Santiago es la mayor autopista cultural del mundo”

  • La autora visitará Jerez el próximo 5 de julio para presentar en la Sala Compañía su libro ‘La peregrina’ (Plaza & Janés)

“El Camino es la mayor autopista cultural del mundo”

“El Camino es la mayor autopista cultural del mundo”

–Qué diferente la forma de peregrinar hoy a Santiago a como lo hizo Alana, la protagonista de su libro ‘La peregrina’ (Plaza & Janés), en el siglo IX.

–Claro, ‘La peregrina’ relata el hallazgo de las reliquias de Santiago y el viaje accidentado del rey Alfonso II ‘El Casto’ hasta aquel bosque perdido en el fin del mundo literalmente, Finisterre, para averiguar si aquellas reliquias son auténticas. A partir de esa peregrinación se produjeron otras, muy pronto, a los 50 años. Evidentemente, no era una cuestión turística como ahora, sino espiritual. Peregrinar al sepulcro de Santiago significaba afrontar unos peligros gigantes para poder orar ante aquellas reliquias y obtener indulgencia o pedir algún tipo de favor. Y nunca han cesado. Más de mil años.

–¿Usted hizo el Camino para escribir la novela?

–Sí, el primitivo, el mismo que siguió el rey Alfonso, pero me estaba recuperando de una rotura de tobillo y no lo hice todo andando. En el libro está contado a través de Alana, mi alter ego medieval, esos dolores, esas agujetas, sed, hambre... El Camino es una experiencia que marca de por vida. Es gratificante y duro a la vez.

–Se puso entonces en la piel de Alana.

–Sí, pero yo tenía más medios: unas botas mejores que en la Edad Media. En el camino primitivo hay etapas muy duras, que se parecen a como serían hace 1.300 años. Ponen a prueba tu resistencia física y mental.

–Regresa Alana, que ya protagonizó ‘La visigoda’, hace 15 años.

–Sí, sí (risas). Retorna y protagoniza una historia fascinante, una especie de spin-off de ‘La visigoda’ que relata el reinado de Alfonso II ‘El Casto’, que es cuando fue descubierto o inventado el sepulcro de Santiago. Después he publicado ‘Las campanas de Santiago’, sobre la terrible destrucción que llevó a cabo Almanzor, 200 años después, de la ciudad de Santiago, cuando robó las campanas de la basílica y se las llevó a Córdoba.

–¿En qué se parecen Alana y usted?

–En la forma de pensar, de sentir, en los valores que abrazamos ambas. Las mujeres son protagonistas de muchas de mis novelas por una cuestión de exigencia de honestidad por mi parte.

–¿Forma parte ‘La peregrina’ de una trilogía?

–‘Astur’, ‘La peregrina’ y ‘La visigoda’ constituyen una trilogía, pero cuando la escribí no lo sabía. Ahora sí sé que todo, junto a ‘Las campanas’, forma parte de un proyecto más ambicioso que es novelar la Reconquista. Llegarán creo que cuatro novelas más hasta culminar en Granada. Yo digo que mis novelas son como una máquina del tiempo y embarco al lector para vivir una aventura.

–¿Cuándo nace su pasión por la historia?

–Se la debo a mi padre. Soy hija de un diplomático, vivíamos fuera y como estudiaba en un colegio francés, él se encargaba de contarme la historia de mi país. Y también a un profesor de Historia cuando tenía 13 años, que me transmitió el gusto por ella. Si no conoces el pasado no puedes entender el presente.

"La política ha sido la gran decepción de mi vida; es un albañal donde unos son peores que otros”

–¿Hay que rescatar mucho de la historia de España?

–Sí, sí. Es que la Reconquista se considera incluso insidiosa. Hay quien habría preferido que siguiéramos ocupados por los musulmanes, cosa que es incomprensible por la falta de libertad. Han emborronado una época de la que me siento muy orgullosa. Es una fuente de inspiración inagotable: en ocho siglos pasaron tantas cosas que para una escritora es irresistible. España es variada y plural precisamente por esos ocho siglos. El Camino de Santiago, por ejemplo, es la mayor autopista cultural del mundo. Y empezó por la iniciativa de un rey, de un reino pequeñísimo que era Asturias, que tuvo la idea de levantar una pequeña iglesia sobre esas reliquias y divulgar la noticia.

–¿A qué tiempo se trasladaría por unos minutos?

–(Risas). Mi tiempo es sin duda la Alta Edad Media, pero sólo un rato corto porque vivir sin medicinas... Pero la parte que me atrae es la de los valores de esa época, la valentía, que está denostada; la lealtad, la fe como capacidad de trascender lo material y el simbolismo.

–¿Qué valores le definen?

–Lealtad, constancia, resistencia, libertad, no traicionarme a mí misma y la capacidad de amar.

–Respecto a no traicionarse a sí misma, ¿ha sobrellevado con ello mejor los reveses de la vida?

–Lo que he sufrido han sido muchas pérdidas: amigos cuando cambias de país siendo pequeña, mis abuelos, mis padres, muy pronto ambos, me divorcié... Me han hecho fuerte por necesidad. Me han forjado una personalidad. Me he quedado en la calle muchas veces y confío en que, mejor o peor, tengo capacidad para salir adelante. No me vendo.

–¿Qué tiene que decir de la política hoy?

–Bueno, que menos mal que puedo dedicarme a la historia (ríe). La política ha constituido la gran decepción de mi vida. A ella he entregado hasta mi seguridad personal. Hoy me parece un albañal donde hay algunos que son peores que otros. Es lo mejor que puedo decir de ella.

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