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Cultura

Cantaora del pueblo

  • Diez años después de su muerte, La Paquera de Jerez sigue levantando pasiones entre los que la descubrieron hace tiempo y a las nuevas generaciones de aficionados al cante

Diez años después de su muerte, la figura de Francisca Méndez Garrido 'La Paquera de Jerez' sigue agrandándose. Resulta curioso pero conforme pasan los años, su silueta abarca cada vez más terreno. Es como un buen vino de su tierra, ese que se conserva en la bota madre.

Diez años después, y a modo de recordarla, en Reserva Flamenca hemos querido profundizar en un ser al que muchos atribuían un don divino, ese que también poseían Camaron o El Torta. Desde este pequeño balcó no hemos querido volver a repasar su extensa discografía, su dilatada trayectoria o la gran cantidad de premios que recogió durante su carrera, simplemente hemos querido recuperarla como aquella persona reservada, casera y que prefería una vida relajada y tranquila o bien en su Jerez natal o bien en Rota, su casa de adopción en los últimos años de su vida.

La Paquera, la segunda hija de una familia de ocho hermanos, había sido testigo de las penurias de la posguerra, por eso valoraba todo lo que tenía, y no se vanagloriaba de nada, pese a que podía presumir. Cuentan que cuando un padre de familia ganaba por aquel entonces 2.500 pesetas al mes, ella ganaba 7.500 pesetas diarias e incluso cuando iba de tournée el sueldo subía hasta las 12.000 pesetas. "Con Pepe Mairena como mánager, aquel que se hizo famoso por el tema 'Mi ovejita lucera', íbamos de tournée a Málaga y hacíamos también Almería y a la vuelta Vélez Málaga. Ganaba mucho dinero y si le hubiera dado por comprar en aquel tiempo hubiera tenido veinte o treinta casas en Jerez. Pero ella decía que era soltera y que pa qué", cuenta uno de sus hermanos. 

A pesar de convertirse en una primera figura, su condición y humildad hacían que fuera del escenario fuese una persona corriente, "lo que pasa es que, por ejemplo, si paseaba por Madrid, la gente la conocía". Es más, la cantaora, fiel a un lema que podemos oírselo en multitud de entrevistas, siempre decía: "Famoso es famoso y artista es artista, famosos los hay a manojillos y los artistas no. Para ser artista hay ser artista abajo y luego arriba".

Su pronto hacía que en ocasiones "muchos hablaran de guasa, pero ella no tenía guasa ni era una persona grosera, lo que pasa es que era muy directa", explica su sobrino Pepe Méndez.

 Eso sí, los que la conocían bien sabían que cuando se sentía artista en su casa "no veas para aguantarla, había que ponerle todo por delante, menos mal que no era siempre".

Era cuestión de estado de ánimo, pues como ella misma reconocía en algunas entrevistas, "hay días en los que me vengo un poquito abajo y me pongo triste. Los artistas, creo yo, somos más sensibles que las otras personas. Yo, hay veces que me levanto y, no sé por qué, no tengo ganas de na. Otras veces estoy muy contenta. Soy un ser humano, y unas días estoy eufórica y otros no me aguanto", decía en 2002.

La Paquera era analfabeta, no sabía leer ni escribir, "pero no le daba coba nadie". Además, como se había ganado su estatus como artista, podía permitirse el lujo de elegir cuándo, cómo y a quién cantaba. Como anécdota, no hay más que escudriñar en la historia de la Fiesta de la Bulería. Un año, cuando se encargó su programación a las peñas, éstas quisieron contratarla por menos. "Fue inútil", cuenta uno de esos peñistas, "porque no se bajaba del burro". 

"Si no me dais este dinero pa el año que viene pido más", decía. 

Cuentan incluso que a Antonio Pulpón le advertía que si había que venir a Jerez tenía que pedir más dinero. "Yo cobro un dinero fuera de Jerez, pero en Jerez quiero más. Si no me lo dan, no voy".

El brindis al sol enojó de tal manera a la Reina de la Bulería que "se llevó un mes más con Farina en el Teatro San Fernando de Sevilla para no venir aquí".

Lo mismo ocurrió en otros aspectos de la vida. Quizás por ello, nunca le cantó a nadie, ni al mismo Franco, al que muchos artistas de su época tuvieron que cantar, ni al propio Felipe González "que se quedó con las ganas de llevarla a su bodeguita". "Ella no era política ni nada de eso, ella decía que era la cantaora del pueblo, porque había sido el pueblo quien la había hecho artista", relata su sobrino Pepe Méndez.

La única vez que actuó en un evento de tintes políticos fue en los primeros años de carrera de Pedro Pacheco. Entonces, actuó junto a Lola Flores en un mitín de éste.  

Dicen que La Paquera, conforme iban desapareciendo sus coetáneos, Terremoto, Farruco, Manolo Caracol, Bambino, Lola Flores, Antonio el Bailarín, se debilitaba, sentía una nostalgia que la apresaba.  "Me siento rara, no sé, con todos mis amigos, todos ellos unos monstruos de artistas, ya muertos", confesaba.

Con todos había pasado mil noches de fiesta, y aunque no le gustaba salir demasiado, la artista del Cerro Fuerte vivía intensamente cada cierto tiempo. "Ya luego se acostaba y estaba días sin salir porque el médico le decía que para tener buena voz había que dormir mucho y no beber. Ella eso es lo que hacía", cuenta su sobrino.

Podríamos citar infinidad de anécdotas con artistas. Así, la fiesta podía empezar en Sevilla y terminar durante todo el día siguiente en otro lugar como Utrera. Cuentan que la última feria de Sevilla que se hizo en el Prado, hizo coincidir allí a muchos artistas, porque entre otras cosas toreaba también Paula. Caracol, Terremoto,  el desaparecido Farruquito (hijo de Farruco que murió a los 18 años en accidente de tráfico) y un sinfín de artistas comenzaron la fiesta en Sevilla y acabaron con la Bernarda y la Fernanda en Utrera.  "Se comieron un guiso de papas a la cochambrosa. Todo el día entero en Utrera".

Otra de las noches para la posteridad ocurrió en un de los festivales organizados por Pulpón a beneficio del Sindicato de Artistas. Allí y en una barra antes de cantar, La Paquera y Mairena se enzarzaron en un mano a mano que todavía muchos recuerdan. "Donde mejor se canta y se baila es en Jerez de la Frontera. Dímelo cómo se hace". Así empezó todo, concluyendo a las tantas de la mañana.

La vida del artista era distinta pues se dormía de día y se trabajaba de noche. Tanto es así que en su época buena en la capital de España, el día a día comenzaba a eso de las ocho o las nueve de la noche. "A las nueve nos íbamos a Torre Bermejas o al teatro Calderón, donde La Paquera se llevaba hasta un año entero trabajando. Si era así termínabamos antes, pero cuando había tablao nos acostábamos a las ocho de la mañana y así a diario".

A lo largo de su carrera, La Paquera tuvo poco feeling son las peñas, es más, sus apariciones en peñas flamencas fueron contadas durante su amplia vida artística. "En Jerez actuó en la Peña Los Cernícalos, cuando ésta le homenajeó como cantaora, y en Granada lo hizo en la Peña La Platería", cuenta uno de sus hermanos.

Pero si hay algo que puede definir cuál era el carácter de La Paquera es su devoción por El Cristo. Su padre y haber nacido en Cerro Fuerte fueron dos de los principales causantes de este fervor, un fervor que llevó hasta sus últimos días. Cuentan que en una ocasión llegó a coger hasta una pulmonía por cantar al Cristo, en una de sus recogidas lluviosas.

Hasta su mayor reconocimiento,  la Medalla de Oro de las Bellas Artes, la donó al Cristo, que cada Viernes Santo luce en su cruz.  La Paquera no consintió cantar nunca a otra imagen que no fuese la de su Cristo, y eso "que le llegaron a ofrecer millones para que cantara a la Macarena en Sevilla".  Cuentan que una noche en Madrid, "de pronto se puso  a cantar una saeta y nos quedamos todos de piedra. Luego nos dijo que fue porque había visto a un hombre que le recordaba a El Cristo".

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