La otra mirada

¿Crisis o pusilanimidad?

STOY hasta las cápsulas suprarrenales de la palabrita, por no mencionar otras glándulas más machistas. Me levanta el radio-reloj a la inconstitucional hora de las 7,00 am y la palabreja me la engullo mucho antes que el desayuno. Voy al café con los compañeros, y nos la vamos pasando unos a otros como si de la mantequilla se tratara. Crisis y vuelta a la crisis, no hay reunión o charla del tipo que sea que la indeseada señora no haga su estelar aparición.

Ante este panorama ilusionante comienzo hoy una nueva etapa de esta página periodístico-fotográfica, y se trata de su séptima anualidad, que parece mentira. ¿Y de qué voy a hablar este año, Dios, con la escasez de exposiciones que se avecina?

De momento ya he cometido el error, yo también, de mencionarla, está claro que no se puede renegar. Pero el problema está en que si algo es aparentemente prescindible  en estos momentos de recorte, sin duda es la cultura. Eso todo el mundo lo entiende, bueno, pues yo no, al menos no a medias.

En estos terroríficos momentos en lo que lo material se nos tambalea e incluso amenaza con sumirnos en la pérdida de los valores que alimentan nuestra felicidad. En estos momentos en los que la mayoría, por no decir el total, de las instituciones que fomentan la cultura y el arte recortan sus gastos (o inversión) en exposiciones, publicaciones y eventos de esta índole. En estos momentos de absoluta tristeza y pusilanimidad de la sociedad, es cuando más se necesita girar la vista hacia lo inmaterial. Hacia valores más elevados que el de los mercados, el IBEX.35 o la prima de riesgo de ‘Turjiquistán’.

Quizás sean estos los momentos en los que mayor sea la necesidad  de refugiarse en lo interior, en la reflexión humana, en los verdaderos problemas esenciales y existenciales del ser humano, no del consumidor. En definitiva, en las reflexiones que la cultura y el arte, cuando verdaderamente lo son, plantean.

Quizás a muchos, esto que estoy diciendo le parezca utopía o irrealidad, y hasta admito que puedan estar en lo cierto, pero como dice un amigo: ¡Vale ya! ¿no? Vamos a quitarnos la pena, y vamos a hacer algo. Vamos a dejar de lamentarnos e intentemos disfrutar.

Por ello, hay que ensalzar y aplaudir la labor de esos ‘románticos’ que son capaces, a pesar de las dificultades, de poner en marcha sus proyectos personales o proyectos colectivos, como es el caso de la sala de arte Damajuana, o la Sala Polaroid de Julián Odhoa en San Fernando, o la Agrupación Fotográfica de Jerez, o el Colectivo UFCA de Algeciras, o la emergente Galería de Juan Carlos Lamadrid en calle Pozo del Olivar, o la Sala  ArteaDiario, donde con muchas más ilusiones que medios se planta cara a la pusilanimidad. Todo un ejemplo a seguir por agentes potentes y por aquellos que intentamos negamos a clavar nuestra rodilla ante esa palabra que no estoy dispuesto a volver a mencionar, salvo en su alusión a periodo de evolución sobre lo anterior y creatividad.

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