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Cultura

Cuarenta años no es nada

  • Les Luthiers demostraron el sábado en el Palacio Municipal de Deportes que no sólo el tiempo no pasa por ellos, sino que ellos pasan por el tiempo con lozanía

El pasado sábado, en el Palacio Municipal de Deportes de Chapín, el grupo argentino de instrumentos informales 'Les Luthiers' presentó su espectáculo 'Las obras del ayer' (por favor, léase como Las sobras del ayer).

Todo lo que concierne a este grupo es excepcional y fuera de medida: su longevidad artística, la calidad de sus creaciones, la expectación que levantan sus conciertos… A pesar de su éxito descomunal no tienen ni imitadores dignos de mención ni precedentes directos (si hacemos abstracción de La troupe Garrous, extravagante trío de músicos navarros que en el siglo XIX alcanzó resonancia en España y América usando instrumentos informales similares a los que hoy usan nuestros argentinos favoritos).

En la noche jerezana del sábado volvieron a demostrar que no sólo el tiempo no pasa por ellos, sino que ellos pasan por el tiempo con una envidiable lozanía sostenida en la genialidad y el trabajo. El respetable (que nunca es más respetado que cuando Les Luthiers sale a escena) agradeció con carcajadas y ovaciones el enorme caudal de talento que se le ofreció desde el escenario.

Como indica su propio nombre, 'Las obras del ayer' es un recopilatorio de piezas de espectáculos anteriores, desde 'Mastropiero que nunca' hasta 'Un encanto con humor', abarcando un abanico temporal de casi veinte años. Teniendo esto en cuenta, llama la atención tanto la unidad estilística del espectáculo como la tersa vigencia de las piezas. Lo primero se explica por la persistencia de los mismos recursos a través de los años, que actúan así como elementos vertebradores de un estilo absolutamente reconocible. Lo segundo es la consecuencia natural de que Les Luthiers no utilice en sus composiciones referencias de actualidad, lo cual les sirve para ser actuales siempre.

Cuando los artistas argentinos apuntan con el foco de su ironía, dejan al descubierto la carpintería de la mentira, de lo falsamente serio, de lo pomposo… En dos piezas de 'Las obras del ayer', su objetivo fue la religión o, más bien, la superchería religiosa.

En 'El Sendero de Warren Sánchez' Marcos Mundstock nos desgrana las desventuras de un predicador, al que sólo le mueve el interés crematístico. Las intervenciones del pianista Carlos Núñez como falso testigo de las excelencias de Warren o los apuntes gestuales de Daniel Rabinovich desde la batería redondean la que en mi opinión es una de las mejores piezas de Les Luthiers. La religión 'oficial' tampoco se salva de la quema: en 'San Ictícola de los peces' Jorge Maronna, embutido en el desopilante instrumento informal 'bajo barríltono' que es a la vez violonchelo y púlpito, parodia a un clérigo de pueblo que lleva años guiando a los pescadores a rezar al santo equivocado… Lo bélico tiene su apartado en 'La balada del séptimo Regimiento'. Un grupo de amilanados músicos militares tiene que cumplir una arriesgada misión encargada por un general lunático, sin más armas para ello que su música... La historia oficial, representada por el descubrimiento de América, encuentra su caricatura en la célebre 'Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras…' en la que el reemplazante Horacio Tato Turano desempeña muy dignamente el papel principal que en su día representara el ex Luthier Ernesto Acher.

Indicaré para los más lesluthierófilos que el protagonista original previsto para esta pieza era precisamente Daniel, pero los problemas de éste para imitar el acento castellano provocaron que fuera finalmente Ernesto, en su momento, el que diera vida al fracasado conquistador. Una brillante colección de canciones representativas de distintos ritmos americanos convierten a esta obra en una fiesta para los oídos.

Los equívocos galantes son el tema de 'Quien conociera a María, amaría a María' y 'Pepper Clemens…'. En ambos la gestualidad y la mímica juegan un papel preponderante. El primero, con el soporte de una hermosa e hilarante canción de amor interpretada por Jorge Maronna y el segundo con el sostén de la poderosa voz de Marcos (quien, por cierto, está desarrollando últimamente una interesante carrera de actor de cine).

He dejado para el final las dos piezas que ellos también dejaron para el final: 'La hora de la nostalgia' y 'Los jóvenes de hoy en día' (esta última fue él único bis que regalaron al entregado público jerezano). En ambas se trata, cómicamente, el tema del paso del tiempo y la juventud perdida, aspectos éstos que no parecen afectar ni mínimamente a Les Luthiers.

El pasado año se cumplieron cuarenta años de la fundación del grupo (cuyo integrante más joven, reemplazante aparte, está a punto de cumplir los sesenta años) pero viéndolos actuar se tiene la impresión de que si fuera físicamente posible podrían actuar cuarenta años más, o cuarenta mil…

La exploración de las infinitas posibilidades del castellano como herramienta humorística, la exigencia máxima de sus composiciones musicales (no en vano varios son músicos profesionales), la excelente técnica actoral, el magnífico aprovechamiento de los recursos escénicos… son las credenciales de este grupo irrepetible, para los que desde aquí pido su clonación urgente.

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