Descubren dos obras cumbres del Barroco mexicano en Vejer
La restauradora Pilar Morillo descifra que la autoría de las dos emblemáticas piezas que cuelgan de la Ermita de la Oliva es del prestigioso artista Juan Correa, equiparable al Zurbarán o Velázquez español
Hace siglos que en el lateral izquierdo de la Ermita de Nuestra Señora de la Oliva se aprecian dos imponentes lienzos enmarcados en molduras nobles de gran empaque. Sendas imágenes pertenecientes a San José con el Niño y a San Juan Bautista han convivido históricamente con los vejeriegos y devotos, tan vinculados a la Virgen que da nombre a su parroquia. Pero ninguno podía imaginar que tras los bellos trazos de rasgos indianos de las figuras que copan sendas piezas se escondía la mano del prestigioso artista del barroco mexicano Juan Correa, el pintor guadalupano por excelencia, cuya obra sólo puede equipararse a lo que, en este lado de la orilla, representan Zurbarán o Velázquez en la imaginería religiosa española.
Y nadie podía sospecharlo porque aunque la zona inferior derecha de uno de los cuadros exhibe la firma de autor y datación de la obra a finales del XVII, su lectura ha estado siempre sometida a error, al apreciarse fácilmente un nombre que no era el correcto . Así que lo que parecía atribuirse a un tal “Juan Conca Fecit. México año 1684” ha resultado pertenecer a este importante pintor, que logró alcanzar las más altas esferas artísticas de su tiempo.
El hallazgo de este relevante descubrimiento no ha sido casual. Más bien responde al empecinamiento de la conservadora y restauradora Pilar Morillo. Su mirada experta le hacía pensar que no estaba ante cualquier obra, ni cualquier pintor. “Son dos piezas de gran calidad y por más que buscaba información del tal Juan Conca no daba con nada de él”. Fue entonces que decidió ponerse en contacto con la Historiadora del arte, doctora y profesora de la Universidad Iberoamericana de México, Paula Mues Orts. “Le expuse mi interés en estas obras procedentes de su tierra y le envié numerosas fotografías. Cuál fue mi sorpresa cuando me confirmó que acababa de descubrir dos nuevos cuadros del prestigioso artista del barroco mexicano Juan Correa”.
Pero ante la práctica común de falsificaciones de grandes artistas y que sólo una de estas piezas está firmada –la de San José con el Niño– la restauradora quiso cerciorarse de la autenticidad y encargó por cuenta propia y bajo el beneplácito del hermano mayor de la Hermandad de la Oliva, Juan Melero, un estudio de pigmentos de ambos lienzos. Su alegría se multiplicó cuando recibió los resultados del análisis ejecutado por María José Feliu, del departamento de Química y Física de la Facultad de Ciencias de la UCA, que le llevó a refrendar la autoría de Correa. “La preparación o aparejo de ambos cuadros eran totalmente distintas de los que se hacían en España, y tras cotejarlo con Paula Mues nos convencimos de que tras los lienzos estaba la mano de este pintor”.
Un pintor que no sólo atesora una trayectoria profesional de gran envergadura, como muestra el despliegue de su pintura en importantísimos espacios museísticos y religiosos de México, sino una bonita historia que lo vincula muy directamente a esta tierra, como nieto de la gaditana Juana María, nacida en Cádiz y de Juan Correa, de la villa de Albacete.
Pero no es este vínculo de sangre el que trajo su obra a la ermita de Vejer. Su llegada a la tierra parece estar asociada a otras teorías. Así le consta a la restauradora, tras la investigación conjunta que a distancia ha emprendido altruistamente con la colaboración de Paula Mues Orts. “Parece que se debe a patrocinio indiano, españoles que tras su estancia en América vuelven a su país para donarla o bien la envían desde allí para cumplir algún tipo de manda”, le ha comentado la historiadora de sendos lienzos. Lo que sí está claro es la onomástica de los responsables de que hoy luzcan en La Oliva sendas obras de Correa, según consta en la otra inscripción que aparece junto a la firma: “A eboción de Don Juan de Vargas Gonzales y de Doña Angela Paris Ramíres su muger año de 1689”, cuatro años después de su creación.
Según afirma José Carlos García Solano, gerente de Patrimonio de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, la aparición de estas piezas de Correa no sólo cierra el círculo que le ata ancestralmente a la provincia de Cádiz, a Vejer, sino que “refuerza los lazos con Iberoamérica”. Una unión, “la de dos culturas, la de dos pueblos, que parte de la fe. Por un lado, la del pintor cuya obra se rinde a la pintura religiosa y, por otro, el fervor de un pueblo que tradicionalmente ha rendido culto a la Virgen de la Oliva”, dice.
Y es que según asevera la restauradora Pilar Morillo, la pintura de Juan Correa “indaga mucho en la devoción, al estar claramente supeditada a la religión”. En este sentido señala que fue esta especial sensibilidad en la transmisión de ambientes casi místicos, la que le valió numerosos encargos en su país y del resto del mundo.
El casual descubrimiento llega además el año de la celebración del Bicentenario de México, apunta García Solano, quien ya está trabajando en la apertura de varios frentes de cara a la consecución de una subvención que permita, de la mano de la restauradora Pilar Morillo, devolverle a esta obra su esplendor original.
Porque, eso sí, los lienzos de 1.40 de alto no se mantienen en muy buen estado de conservación y sería necesaria la intervención de la investigadora, verdadera artífice del gran descubrimiento.
Tanto es así que la estudiosa y eminente historiadora mexicana Elisa Vargas Lugo, de la Universidad Nacional Autónoma de méxico, que ya tiene en su haber tres catálogos editados a todo lujo sobre el pintor, está a punto de publicar una última entrega sobre la vida y obra de Correa, en cuyo tomo prevé la inclusión de un artículo con este nuevo hallazgo de Morillo. El de dos de las obras cumbres del Barroco mexicano.
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