Cultura

Efectismos sin convicción

Efectismos sin convicción

Efectismos sin convicción

Algunos de los problemas más importantes que aquejan al Arte actual y que provocan el patente desapego hacia sus posturas, vienen dados, casi siempre, por sus infinitas complejidades, sus proposiciones desmesuradas, sus exuberancias, sus extravagancias, sus intenciones gratuitas y escasamente argumentadas, sus desarrollos y desenlaces tan a contracorriente y, por supuesto, la no existencia de unos criterios valorativos estrictos, serios, rigurosos y convincentes. Toda mínima propuesta parece merecer ser tenida como obra de arte y cualquiera, con poco, se cree artista sobresaliente. Todo esto provoca que existan demasiados resquicios para que por ellos se cuelen vientos desvirtuantes que no hacen si no aumentar las muchas dudas en los más pusilánimes que ofrecen trabajos poco convencidos, nada claros y que desenmascaran las cortas luces creativas de los que poco tienen qué decir.

En estos parajes artísticos en los que no es nada fácil saber a qué atenerse, se mueven muchos autores que transitan por terrenos muy inestables, que no saben muy bien por dónde caminar resueltamente, qué planteamientos deben escoger adecuadamente y lo que es peor, que pretenden asumir propuestas modernas cuando no tienen argumentos para ello o deslumbrar con asuntos novedosos que poco aportan a una creación que exige mucho más, que es más seria de lo que algunos creen y a la que se debe llegar más y mejor provistos de como algunos realmente lo hacen.

SERENA FORTÍN- CARLOS JORKARELISala PescaderíaJEREZ

Viene todo esto porque la exposición que tiene lugar en la Sala Pescadería manifiesta demasiadas esquivas situaciones. La muestra se presenta como un diálogo entre la pintura de Carlos Jorkareli y la escultura de Serena Fortín; primer gran error, no existe comunicación alguna entre la obra que muestran los dos autores; en el espacio sólo resuena una voz - estridente y agobiante - que lo ocupa todo ; y lo hace sin clara visión expositiva y abrumando, por completo, a la escultura que queda absolutamente difuminada entre los papeles, colgados sin ton ni son y hasta rompiendo la calidez del propio espacio expositivo.

En cuanto a las propuestas de cada uno de ellos, existe una gran diferencia entre los conceptos plásticos expuestos, que para nada dialogan ni crean estados de emoción conjunta. Los dibujos de Jorkareli nos transportan más a ejercicios de Facultad de Bellas Artes que a obra contundente de artista consolidado y con lenguaje propio. La escultura de Serena Fortín, de sabia estructura plástica y acertado planteamiento escultórico, se pierde en el dédalo expositivo en el que ha sido expuesta con escaso criterio museográfico.

La Sala Pescadería, que debe ser el principal foco de atención expositiva de esta ciudad, ha sido disfrazada impunemente con una muestra que no aporta absolutamente nada, que parece que quiere acercarse a una modernidad que, con lo expuesto, lo consigue muy escasamente; sobre todo, en los dibujos.

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