Envejecimiento y alteraciones en la Escultura Polícroma

La Academia, hoy

08 de marzo 2011 - 05:00

LAS obras de arte en cierto sentido están sujetas, al igual que los seres humanos, al inexorable proceso de envejecimiento. Manteniendo esta afinidad argumental, es evidente que no todos nos degradamos del mismo modo, dependiendo de factores como la genética, la forma de vida y los hábitos alimenticios. Si esta reflexión se traslada al ámbito puramente artístico, comprobaremos que tampoco podemos desposeer a las obras de arte de su antigüedad y que en su deterioro intervienen numerosos condicionantes. A pesar de los avances científicos y la evolución de los medios técnicos en el ámbito de la conservación y restauración, el proceso de envejecimiento sólo se puede ralentizar pero no erradicar.

Desde su génesis creativa, las obras de arte o los 'bienes culturales', según la nueva terminología, sufren un detrimento en el que el factor tiempo, la técnica de ejecución y las condiciones expositivas determinan su conservación. El comportamiento y evolución que puede sufrir una obra, está directamente relacionado con los materiales empleados y su técnica de aplicación. Exponer en unas líneas este complejo proceso que altera tanto a las pinturas sobre lienzo, tabla, cartón o cobre, como a las esculturas en mármol, barro o madera, supondría una ardua tarea.

Para sortear esa labor prolija me centraré exclusivamente en las esculturas policromadas talladas en madera. Desde mi experiencia como técnico en conservación y restauración he aprendido que para poder conocer el origen de las alteraciones, es fundamental comprender las propiedades físicas y químicas de los materiales utilizados, e investigar los desencadenantes que terminan por afectar a la materia.

En general, y dentro de un proceso de envejecimiento natural, los soportes de madera suelen estar afectados en mayor medida por múltiples patologías, tales como grietas, fendas, y deformaciones, cuya evolución y magnitud dependerán del tipo de madera, de si la escultura está ahuecada o no, del sistema de ensambles empleados, y de las condiciones microclimáticas del lugar de ubicación.

Además, habría que añadir la presencia de insectos xilófagos, con una acción devastadora en función de su clasificación y el tipo de madera atacada. En otro orden de cosas, la cristalización de los adhesivos también debe entenderse como una degradación natural que, según su gravedad, puede provocar desde leves desprendimientos de piezas hasta la pérdida de elementos, desajustes, e incluso, desensambles generales.

La imaginería procesional, dentro de la escultura policromada, presenta además deterioros específicos, como pueden ser los daños accidentales por manipulaciones (desgastes, golpes, fracturas leves), y en otras ocasiones, mutilaciones de elementos vulnerables durante los traslados de las imágenes a los altares de cultos. Asimismo, las tensiones y sobrecargas originadas durante las procesiones, someten a las imágenes a fuertes sacudidas que en ocasiones llegan a producir daños extremos.

Los escultores y, sobre todo, los imagineros, deberían conocer aspectos técnicos como la elección de la madera, sus características estructurales, el nivel de dureza adecuado, el tipo y corte de la misma, para así obtener una mejor estabilidad futura. Si somos capaces de comprender que las variaciones dimensionales de la madera -contracción y dilatación- dependen de estos factores, de la humedad interna y de las condiciones microclimáticas, se evitaría gran parte de las problemáticas.

Referente a las alteraciones naturales de la superficie pictórica dependen básicamente de la técnica (habitualmente óleo o temple). Pueden estar causadas por el propio soporte o por la naturaleza de los aglutinantes, llegando a producir craquelados, exfoliaciones y pérdidas. También pueden originarse por la modificación de la tonalidad o el color de los pigmentos, por la combustión de las velas, por quemaduras, y por la oxidación de los barnices.

Desgraciadamente el ejercicio de mi profesión me ha demostrado que casi todos los daños anteriormente expuestos quedan minimizados, al contrario de lo que pueda parecer, ante la acción más nefasta y perjudicial, que no es producto del envejecimiento por el paso del tiempo sino que se debe a la intervención indiscriminada del hombre, que con criterios y materiales inapropiados, no sólo han modificado el aspecto de numerosas obras de arte, sino que han provocado situaciones irreversibles que han derivado en daños aún mucho mayores.

De este tema trataré esta noche, en la conferencia titulada 'La Escultura Polícroma: envejecimiento y alteraciones', con motivo de mi toma de posesión como Académico Correspondiente de la Real Corporación de San Dionisio, de Ciencias, Artes y Letras, acto al que quedan invitadas todas las personas interesadas en el tema.

Francisco Bazán Franco

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