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Diario de las Artes

Feliz reencuentro

Feliz reencuentro

Feliz reencuentro

La pintura figurativa está absolutamente definida desde la historia de los tiempos. Siglos de representar lo más inmediato y siglos marcando un testimonio de igualdad, apenas roto en los inquietantes y expectantes momentos en los que los Impresionistas empiezan a marcar rutas de ruptura con lo que tan longeva historia manifestaba y que, años más tarde, el divisionismo cubista acentuó unas conciencias artísticas que, ya, no tendrían vueltas de hojas. Por eso, entre tanta formal lineal, con un lenguaje demasiado acomodado, repetitivo y con mínimas alteraciones, un zarandeo a las posturas ilustrativas de siempre no le venía mal a una pintura donde todo se parecía a todo.

Manolo Tosar Granados lo dio con vehemencia y entusiasmo y dejó una realidad artística llena de personalidad y sentimiento. Tosar Granados ha sido un artista importante para una inmensa mayoría de aficionados a la pintura de esta zona. Su personal manera de interpretar el paisaje o a las personas, de forma solitaria o en grupo, suponía para muchos una nota de frescura en una pintura que estuvo durante mucho tiempo muy anquilosada. El pintor de Rota planteaba una pintura que era bien asumida por casi todos los paladares. Para muchos, era controladamente moderna cuando serlo, casi siempre, equivalía a imposibles argumentos ininteligibles. Para otros, era un correcto ejercicio de buena pintura con desarrollos valientes hasta donde muchos no llegaban. El recordado Paco Daza nos la trajo muchas veces y siempre dejaba un regusto de muy buen hacer.

A la pintura de Manuel Tosar Granados se la consideraba diferente; mucho más abierta a lo que lo habitual dictaba y con ciertas consideraciones de poderoso expresionismo figurativo. La obra del pintor roteño era, pues, aceptada en un mundo jerezano de establecimientos estancos y poco dado a aceptar esquemas “rupturistas”. Cosa muy rara en un ambiente donde las ideas pictóricas estaban ancladas en un conservadurismo exasperante. Tosar llegaba y Tosar gustaba. Porque Tosar Granados es un pintor de muchas esencias; esencia de lo real, esencia de la representación, esencia del paisaje y esencia de una humanidad que es trasladada a los soportes dentro de un expresionismo formal, intenso, lúcido y con carácter, mucho carácter.

Siempre he tenido a Manolo Tosar Granados como un buen pintor. No descubro nada con esta manifestación. Lo es porque, desde un principio, adoptó unas maneras que se transcribían desde un lenguaje personal e intransferible. Primera de las premisas que es difícil, hoy, encontrar donde casi todos se apuntan a los estamentos establecidos, de antemano por otros y de cuyas sendas, apenas, se apartan. Tosar es un pintor en posesión de unos modos que no tienen discusión. El pintor nacido en Rota, tanto en sus paisajes como en los grupos de personas estructura una línea marcada por la expresión y les efectos lumínicos del color; esos blancos imponentes que reducen pero magnifican, establecen contenidas líneas expresivas que desarrollan expectantes situaciones de gran contundencia formal. En su pintura se remarca un expresionismo figurativo que enmascara lo concreto para acentuar los máximos de una expresión plástica acertadamente definida.

Estamos ante la obra personalísima de un autor que deja estelas de luz en una composición donde todo se suscribe a la contundencia de la forma; un pintor que lleva tiempo demostrando a qué se debe el interés que despierta una pintura compleja a la que hay que dotar de suma trascendencia plástica. Manuel Tosar Granados se nos ofrece en todo aquel esplendor que conocimos hace muchos años y que cautivaba por ese dominio absoluto de la luz y del color como integrantes de una escena representativa, absolutamente expresionista, llena de vida y de sabio formalismo pictórico.

Manolo Tosar Granados llega, de nuevo, a Jerez con esa madurez del tiempo que abre la máxima conciencia de un arte que él domina y descubre con las maneras personales del que sabe bien lo que hace, lo que quiere y cómo hacerlo llegar. Un pintor sin trampa ni cartón, que seduce por el poder manifiesto de una pintura que descubre a un pintor grande, alejado de fórmulas impuestas y modas esquivas. Vuelve a un Jerez con una conciencia artística muy diferente a la que se encontraba cuando acudía allá por los años setenta. No obstante, su pintura sigue interesando; se le nota el pulso bien definido de los que son buenos pintores; sigue argumentando disposiciones de diferentes fórmulas interpretativas y buenas circunstancias pictóricas. Ahora el público podrá mejor valorar la esencia de una pintura que fue, es y será.

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