Cultura

Honda conmoción en el mundo cofrade por el adiós de 'tío Antonio'

  • Nunca dijo no a nada que le llegara de las cofradías, cuya obra es lo mejor de la literatura cofrade .

Pese a que se sabía de su delicado estado de salud, agravado por su avanza edad, el óbito de Antonio Gallardo Molina, 'Tío Antonio', ha causando una gran conmoción en el mundo cofrade al que tan unido estaba. Antonio lo ha pregonado todo, lo ordinario y lo extraordinario; desde la proclamación oficial de la Semana Santa hasta cualquiera de las oraciones poéticas, conferencias y pregones que le comprometían las hermandades, para las que nunca tenía un no como respuesta. Su concurso era siempre garantía de éxito tanto por lo que construía para la ocasión como en su poder de convocatoria.

Tío Antonio fue cofrade y buena gente de verdad, algo de lo que dan testimonio casi la totalidad de las cofradías jerezana, pero muy especialmente aquellas a las que tenía un apego singular como a La Soledad, devoción que le vino de su padre al que tan íntimamente unido estaba al haber quedado huérfano de madre muy joven. Y qué no le dijo y le cantó a La Amargura, hermandad que le concedió el título de hermano mayor honorario, el único de esta corporación; y Prendimiento, la devoción de su gente y de su barrio, imágenes a las que dedicó los versos más hermosos jamás escritos a ellas y que forman parte del tesoro más preciado de la literatura cofrade jerezana.

Fue un cofrade de devoción y de honda sensibilidad. Era capaz de percibir con extrema sensibilidad detalles y ángulos por muy ínfimos que fueran para engrandecerlos y convertirlos en sus musas inspiradoras y regalarlas a todos con absoluta generosidad. La gracia era inherente a Antonio. Su participación en tertulias o incluso en los textos de sus pregones o intervenciones diversas, siempre dejaba un hueco para hacer gala de ese 'ange'. Sin ir más lejos, en el ámbito rociero, en su segundo pregón al Rocío de Jerez, al alimón con su íntimo José Luis Zarzana, fue capaz de levantar a La Concha tanto por su prosa y poesía como por los casi sainetes que fue capaz de montar con absoluta soltura. El mundo rociero lo recibió dos veces en La Concha. La primera en 1975, un año después de haber ido al Rocío por primera vez para conocerlo a fondo haciendo incluso el camino, que como era de esperar, estuvo cargado de anécdotas y de las cosas geniales de Antonio Gallardo.

No era un pregonero de voz fuerte y profunda. Transmitía de forma suave y serena, como sin querer hacer ese ruido que provoca levantar al público; no le hacía falta, lo levantaba porque lo que decía era sencillamente genial. Descansa en paz, amigo.

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