Cultura

Kool and The Gang hacen grande al Tío Pepe Festival

Un momento del concierto de Kool & The Gang en el Tío Pepe Festival, el pasado jueves.

Un momento del concierto de Kool & The Gang en el Tío Pepe Festival, el pasado jueves. / MIGUEL ÁNGEL CASTAÑO / TÍO PEPE FESTIVAL

Otra genial propuesta del Tío Pepe Festival al conseguir que este grupo mítico se acercara a su festival de verano que cada vez se afianza como un referente nacional e internacional. Tras una presentación en vídeo impactante y sonora entran al escenario como si de una troupe de malabaristas o cómicos de los globetrotters se tratara. Camisas hawaianas, reflejos dorados, motivos florales en sus camisetas, pantalones vaqueros y mucho, mucho, ritmo.

Puesta en escena sin solución de continuidad para hacer que el ambiente se transforme en pocos segundos. Los componentes de la banda, al ritmo del funky más personal, comienzan a tocar y el momento es ya adictivo. Las coreografías, con las manos y con los cuerpos hacen de adorno al ritmo. El ritmo es el que marca los tempos. La elegancia de la puerta en escena 'made in afroamerica'. No hace falta saber inglés perfectamente para entender el sub texto de las primeras canciones y los primeros saludos: todas llenas de amor y sentimiento afroamericano en la forma de entender la vida.

Nos invitan a movernos con 'Tonight' donde ponen las notas sobre la mesa del funk y el rock más auténtico. El carisma lo pone la percusión, las voces y las líneas de bajo se hacen los protagonistas. Es lo que tiene dominar pocos acordes pero hacerlos vibrar de manera repetitiva para conseguir embelesar a quien se ponga por delante. Los primeros minutos son de fábula: una oda a la simbiosis de los sentimientos personales de los presentes con las emociones que evocan este eterno grupo que hace décadas tenía la batuta de los hits en las cadenas de radios y televisión del mundo entero lo que hace que su 'Fresh too hot' se torne mucho más fresco que antaño y que la presentación de la famosa 'Joanna', con unos arreglos de saxo alto y un trombón donde Jermayne Brison hacia virguerías con los pistones, convenza al público a levantarse de sus asientos al ritmo que les hacía recordar de manera nostálgica los acordes de una canción que, sin duda, habría sido una de las más bailadas en su juventud.

De forma sencilla y con la coreografía mundialmente conocida llena el patio de butacas de calor. Se les nota sobrados. Necesitan ventiladores en su escenario. El entorno es bucólico, al aire libre pero parece como si de un antro de Manhattan o en un pub de Nueva Jersey se tratara. Un grupo curtido en mil batallas, afronta cada canción con sapiencia de lo que tienen entre manos. Tanto instrumentos como voces, y desparpajo para que sea el género que sea, éste incluya un ritmo endiablado, unas ganas locas de interpretar y desarrollar los designios de los dioses de Harlem encandilando con una música celestial llena de atributos posibles como la improvisación, los solos supernaturales y la introducción paulatina de instrumentos de forma magistral.

Con pinceladas del lirismo del jazz, la fuerza del funk o la alegría de rock son capaces de rellenar todo un recinto y de entrar con emociones en los corazones de un patio de butacas entregado. Poco a poco emanan las vibraciones que nos hace entender el honor de poder asistir a la muestra única de su trabajo imperecedero. Tienen su público y así lo saben entender.

Con varias décadas de experiencia y varias decenas de álbumes, saben hacer del directo un recorrido sui generis para, además de contentar al público dejar claras sus señas de identidad lo que redunda en que sean dos horas de estilismo y de perfección individual convenientemente aderezados de color y luz para hacer que el resultado sea redondo como en su último trabajo editado indican.

Un despliegue técnico embaucador con un sonido perfecto y con grupo de técnicos que además de ser fundamentales no paraban de moverse al ritmo de sus colegas artistas del escenario. En un concierto avanzando a todo gas, tanto en ritmo como en acordes, son los bajos los que mandan en las siguientes canciones, y pudimos recibir la presentación a lo Tarzán de la famosa 'Jungle Boogie' y acunarnos en la intro de 'Cherish' para no poder parar de bailar. Todas ellas bajo la presencia del protagonismo de los vientos adelantados en proscenio y con la enorme carga emocional de la percusión.

Y en el resto la propuesta era la tiranía del ritmo. Un ritmo basado en la enorme dimensión instrumental que desarrollan. Transmiten planos sonoros llenos de energía, y en la mayoría de canciones hacen uso de una introducción con pocos compases que sirven para presentar la sección rítmica diferente en cada una. También se ayudan de esas introducciones como de nexo de unión musical para entrelazarlas y dejar expedito el camino al que siguen otros compases superpuestos.

La batería sigue el mismo patrón en los minutos siguientes y ahí aparece la voz del solista para acomodar las letras. El bombo aparece como salvador permanente, lo que ayuda a que sobre esa elegante estructura se integran las voces y los vientos. En unas ocasiones la trompeta o en otras las guitarras. De esta manera seducen haciendo maravillas con las notas pero, a sabiendas, del perfecto control de los arreglos.

De manera paulatina hacen de la noche una auténtica lección magistral de saber hacer la música que durante tantos años les ha dado su sitio. Ritmo y engranaje de instrumentos. Una maravilla de la creación de los años ochenta en el pentagrama, pero cuando se disfrutan en directo, se pueden desgranar los compases, se notan los matices de entradas y salidas del coro y con un sonido limpio y abierto, es cuando hay feedback para dar el visto bueno emotivo a tantas melodías como han dado vida a muchos momentos de los allí presentes.

La pandilla de músicos interpreta sus papeles, cada cual. Muchas tablas de manera coral. A pesar de ser grandes profesionales y de ser reconocidos por las siglas de la K y la G, saben que su gran secreto está en formar una banda sin fisuras donde las nuevas incorporaciones se adapten y donde los más veteranos dan en todo momento una lección de saber hacer que es ejemplar. Una sincronía de voces que se coordinan perfectamente haciendo que los solistas, los instrumentos, los coros y los movimientos sean sinónimo de unidad. Energía a tope.

Para el final dejaron temas como 'Sexy' y por supuesto 'Celebration', que sirvió para decir hasta otra, en un momento en que ya todo el ambiente era de fiesta y jolgorio. Una lección de virtuosismo encima del escenario que, por desgracia, no se vio acompañada en el patio de butacas.

A sabiendas del tipo de espectáculo, sea por la falta de criterio de la organización, inusual por otra parte, o por la falta de educación del público, la noche se convirtió en un ir y venir a por copas durante el concierto que deslució mucho el resultado y, al final, la gente parecía estar en una botellona, rememorando sus tiernos años de discoteca pero con cuarenta años más a las espaldas. Menos mal que la luna llena de agosto no quiso perderse el recital y estuvo presente toda la noche en el cielo y que los aromas del olor de la Tonelería sirvieron para hacer que el sentido del olfato fuese protagonista hasta bien entrada la madrugada. Quizás por ello, la banda Kool and the Gang, quiso embriagarnos con su música. Y lo consiguieron con creces.

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