Cultura

El Londres isabelino

Aunque el turista ingenuo y desinformado lo desconozca, viajar fue siempre viajar al pasado. Las geografías exóticas del Setecientos no fueron sino la excusa para hallar, oculto entre la ruina venerable, un rastro del Edén y una pureza arcana. De igual forma, todo el XIX viene atravesado por esta pulsión de lo genuino, de lo incontaminado, que se sustanció en la vaga categoría de lo folkórico. Así lo encontramos en Flaubert, en Chateaubriand, en Twain, en Lawrence de Arabia; así lo habían presupuesto Colón y Vaz de Caminha cuando en tierra americana creyeron ver, intacto, el Paraíso bíblico. No es extraño, por tanto, este curioso y divertido vademécum sobre el Londres isabelino de Richard Tames. Un Londres enemigo de la España Habsburgo, en cuyos teatros triunfan las obras de un genio a la moda: William Shakespeare.

Si bien es cierto que el Londres que conocemos, aquel mismo que paseó la inteligencia febril de Sherlock Holmes, es obra del genio neoclásico de sir Cristopher Wren, también lo es que aún puede contemplarse algún resto de la metrópoli isabelina, rescatado del gran incendio de 1666, y que el lector curioso puede conocer por los diarios de uno de los más formidables y distinguidos pícaros de las islas, el maravilloso Samuel Pepys. Por otra parte, y debido a esta dificultad para rastrear el Londres anterior al incendio, la guía turística de Tames adquiere, no sólo el carácter de curiosidad erudita, sino su utilidad inmediata, que nos permite adivinar, bajo el granito dieciochesco, el viejo burgo de los siglos medios. Planteado, pues, como un folleto para excursionistas, este Londres de Shakespeare por cinco groats al día nos ofrece sin embargo una excelente y humorada lección de Historia moderna. Y al decir moderna nos referimos a esa Historia que, desde Huizinga, Braudel, Duby, etcétera, ha prestado singular atención a la vida doméstica y a las costumbres populares de otros siglos. A esta categoría, si bien modestamente, pertenece la guía de Richard Tames. Una guía ampliamente ilustrada donde sir Walter Raleigh, buscador de El Dorado y dandy a la moda, aparece ataviado como un florero.

Richard Tames. Trad. David Govantes. Akal. Madrid. 2014. 160 páginas. 18 euros

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