Cultura

'Luisa Fernanda', una zarzuela cargada de mucha nostalgia

  • La compañía Teatro Lírico Andaluz pone en escena esta popular obra de Moreno Torroba y cubre con dignidad el cierre de la temporada lírica del Villamarta

Producción: Teatro Lírico Andaluz. Música original: Federico Moreno Torroba. Libreto: F. Romero Sarachaga y G. Fernández-Shaw Iturralde. Dirección escénica: Pablo Prados. Dirección musical: Diego González. Versión, orquesta y coro: Teatro Lírico Andaluz. Reparto: Carmen Serrano, Antonio Torres, Manuel de Diego, Cristina Toledo, Sonia García, Miguel Guardiola, Susana Galindo, Carlos Alberto, Pablo Prados, Patricio Sánchez, Guillermo Díaz. Teatro Villamarta. Sábado 30 de junio 2012. 20,00 horas.

De verdadero arte de filigranas se puede calificar el enorme trabajo de ajuste dramático, actoral, musical y de escenografía, que, con pocos medios y con las limitaciones presupuestarias que saltaban a la vista en todo momento, consiguió la propuesta que el pasado sábado pudimos ver como cierre de temporada en el Teatro Villamarta.

El género de la zarzuela cosido con alfileres pero con hilos de seda y con paños de alta calidad. Lo principal es que las expectativas del público se cumplieron al menos, pues se aunaron las ganas del respetable y el valiente esfuerzo de la compañía malagueña que presentaba la 'Luisa Fernanda' de Moreno Torroba. En líneas generales, una representación digna en todos sus aspectos, y un público, muy generoso en los aplausos, hicieron posible pasar un buen rato gracias a una puesta en escena simple, un fondo musical archiconocido y números coloristas aunque desiguales en plasticidad y en armonía.

Los primeros diálogos de Doña Mariana, Don Florito y Luisa Fernanda colocaron a modo de presentación las cosas en su sitio en el primer acto. Ya por entonces retrocedíamos al Madrid castizo y a la nostalgia del amor por la zarzuela. En la escenografía sencilla pero suficiente y en la declaración de intenciones de amoríos de capa y espada se fraguó la opereta. Un segundo y tercer actos de desenlace con paradas técnicas amenizadas por la mazurca de las sombrillas sirvieron para situarnos aún más en la trama. En 1868, el reinado de Isabel II, época en la que surgieron sentimientos antimonárquicos y libertarios donde Jerez y Cádiz fueron protagonistas de la revolución. Luisa Fernanda está enamorada de Javier, su novio de siempre, un coronel del regimiento de la Reina, voluble y enamoradizo. Entre ellos se interpone la una condesa Carolina vanidosa y un galán como Vidal, que anhela el amor de la protagonista. Con la consabida apuesta segura para amantes del género, lo que ya define la predisposición de los asistentes, y sin llegar al lleno, la Luisa Fernanda del sábado supo aflorar los matices que le llevaron a ser el mayor éxito en su época, con la nostalgia del ambiente creado y con un lenguaje musical muy completo, con solos muy recios, dúos melodiosos, con coros frescos y pegadizos y con diálogos y números de danzas inolvidables. Cualquier amante del género, con la nostalgia en su memoria, pudo disfrutar la partitura y situarse a disposición de los directores que llegaron hasta el espectador a retazos con demasiada parsimonia, poco enganche diálogos-partitura, pero con una nostálgica rotundidad, armonía y melodías que ya forman parte de la tradición popular, como son las consabidas 'Marchaba a ser soldado', 'Mazurca de las sombrillas', 'Ay, mi morena', etc.

Los solistas tuvieron altibajos quizás poco ayudados por la orquesta, un conjunto musical demasiado limitado en instrumentos para la ocasión y que estuvo buscando encontrar el tempo en todo momento, sin conseguirlo. Podríamos tildar de una pobre utilización del escenario sobre manera en el primer acto, con una sensación de claustrofobia ante la colocación muy baja de la escenografía de la plaza del pueblo. En los demás actos se consiguió un colorido más bucólico gracias a un foro enriquecido con una iluminación en tono verde brillante que, junto a una muestra de arboleda singular, pudo otorgar mayor ambiente campestre al decorado y dar mayor profundidad a la acción. A mejorar, algunos detalles para redondear algo más esta propuesta: mejor dirección en el caos organizativo de muchas salidas y mutis que ensuciaban las escenas, mejor distribución de la iluminación en las zonas débiles, mejor diseño de decorados, una mayor pulcritud en la utilería, más lógica en movimientos diagonales y un mejor uso de los espacios en primera para que no tapar a solistas ni desviar la atención del espectador del nudo de la trama del libreto. Musicalmente, los solistas superaron con nota las adversidades escénicas con segundos de brillantez y los momentos corales nos hicieron recordar la nostalgia de la zarzuela en precario de sus inicios, los sinsabores de los inicios del género y las vicisitudes de los libretistas, los músicos y los actores. Por ello, la noche del sábado se valoró como nunca la enorme suerte de contar con un teatro como el de nuestra ciudad y un coro como el del Villamarta, que durante años ha apostado por ofrecer calidad y una filosofía lírica de primera. Mención especial para las ganas de agradar de esta compañía, pero siempre que el esfuerzo vaya acompañado de elegancia y prestancia en base a un cuidado trabajo con los solistas, que a la postre, son los artífices de la transmisión de las emociones más fuertes en este tipo de espectáculos. Emociones que siempre emanan del amor por un género, nunca mejor dicho, que en esta ocasión, más chico que nunca, cuando es la nostalgia la que prevalece como emoción a recordar. La zarzuela enmarca también otras emociones y no siempre florecieron en el escenario. La nostalgia es un acicate para hacer del arte una forma de vida. Pero no el único.

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