Mozárabes, cristianos entre musulmanes
La ciudad de la historia por Eugenio J. Vega y FCO. Antonio García
LA conquista musulmana provoca el impacto y la confrontación de dos creencias y dos culturas. Se produce también el cambio de sede episcopal en esta época, y la desaparición definitiva de la autoridad provincial eclesiástica que desde la Antigüedad tenía a su cargo la espiritualidad de los cristianos de la zona.
Podríamos a la luz de los textos resumir en pocas palabras la situación de los mozárabes asidonenses: en verdad, las basílicas cristianas eran los edificios más seguros donde podía refugiarse la resistencia visigoda e hispanorromana. De ese modo, muchas iglesias fueron tomadas a la fuerza, destruidas o reformadas y convertidas en mezquitas: tenemos ejemplos en la comarca, como ocurrió con los principales templos de Vejer, Tarifa o Arcos. La 'Crónica mozárabe del 754' nos dibuja con muy negras tintas la situación de los territorios invadidos: hambre, cautiverio, torturas, rapiña. Tenemos nombres de mártires asidonenses: Itiza, Félix y el obispo Exuperio. En medio de este supuesto saqueo y ruptura de los pactos, algunos mozárabes logran huir y refugiarse en las montañas. Con todo, estos actos de crueldad fueron desapareciendo con el tiempo. Conocemos también los nombres de algunos obispos asidonenses del período mozárabe: Cesario, Exuperio, Juan Monge, Miro, Pedro y Esteban.
Realmente, la animadversión entre ambos grupos sociales y religiosos se mantuvo largo tiempo, pero la prolongada convivencia fue la causa más importante de la mejoría en las relaciones. No todo es negativo, sin embargo hay que oponerse de plano al romanticismo de moda, por el que se callan los hechos más oscuros mientras se exageran los más brillantes y llamativos (consulten, si no, la obra de Ron Barkai, 'Cristianos y musulmanes en la España Medieval. El enemigo en el espejo'). Hubo momentos de tolerancia y otros de intransigencia. Se puede afirmar que la restrictiva legislación sobre las creencias de los dominados y sus derechos civiles produjo una lenta pero acusada asfixia de la comunidad mozárabe.
No conservamos los textos de todas las capitulaciones, pero no debieron ser muy distintos al compromiso de Teodomiro, señor de Murcia, y Abd al-Aziz, de abril del 713. El texto es claro incluso en sus veladas amenazas. En general, las "gentes del libro", como eran los cristianos hispanos monoteístas, podían seguir fieles a su religión, se regirán por normas jurídicas visigodas y pagarán una capitación personal y otra territorial.
El campo también sufrió una islamización y los cristianos se repliegan por seguridad en las ciudades. Fueron desplazamientos espontáneos y lentos. El obispado y el cuerpo principal de los mozárabes asidonenses estaban en los centros esenciales para la articulación del territorio: Sidonia, primero, y Jerez, después. Fuera de esto solo quedaban comunidades de ermitaños. Con todo, la islamización no fue tan explosiva, ya que hasta el siglo X los musulmanes no serán más de la mitad de la población andalusí.
Los ritos mozárabes se celebraban de forma muy restringida y no se permitían abrir nuevos templos ni dar mayor altura a los existentes; no se debían doblar campanas, solo campanillas, y los templos debían estar abiertos siempre para dar acogida a musulmanes indigentes. En el plano social, los mozárabes no podían contraer nupcias con musulmanes, ni tener esclavos o sirvientes de esta religión. Había desigualdad legal en el caso en que contendieran un musulmán y un cristiano; no ejercían cargos públicos y estaban bajo la tutela directa del califa. Les estaba prohibido el uso del caballo o llevar armas. Pronto los mozárabes comenzaron a utilizar y a sentir influencia de todo lo árabe, en especial a partir del siglo IX. Con todo, el árabe de aquí introdujo giros autóctonos que no fue óbice para la perfección y belleza fonética del árabe de nuestra zona.
En el prólogo de nuestro libro 'Origen e Historia del antiguo Obispado Asidonense',el profesor Rafael Sánchez Saus escribía:
-"Quizá pueda sorprender a alguien este calificativo de fundamental a un asunto de estricta historia eclesiástica, ya que desde hace demasiados años esta rama de nuestra disciplina parece haberse convertido para muchos en algo secundario, cuando no prescindible. Y, sin embargo, es fundamental sin duda, para cualquier aproximación a nuestro pasado, este intento de desvelar la suerte de la cristiandad gaditana a lo largo del dilatadísimo período que se prolonga desde los últimos tiempos bajoimperiales hasta la restauración eclesiástica que conllevó la conquista de los reyes castellanos en el siglo XIII...
A un período visigodo sobre el que se pasa siempre de puntillas, sigue, tras la conquista musulmana, otro largo espacio de tiempo que para algunos sólo parece existir como heraldo de los esplendores califales... se ha convertido en motivo predilecto para quienes, a través del elogio, no parecen pretender otra cosa que el escarnecimiento, a veces zafio, a veces pueril, siempre ignorante, de la contemporánea España cristiana o de la resultante final del pleito cultural, religioso y militar que se convino en llamar Reconquista… En este discurso reduccionista y maniqueo, con papeles de víctimas y verdugos asignados de antemano, poblado de musulmanes cultos y tolerantes y de cristianos hirsutos y bárbaros, la mozarabía andaluza, su larga y a menudo penosa historia de persecución, marginación y, en el mejor de los casos, libertad vigilada, no tiene cabida".
En efecto, para la historia del territorio bañado por los ríos de la cuenca del Guadalete es este un período trascendental, atractivo y, al mismo tiempo, complicado, cuando se trata de realizar un estudio profundo sobre este grupo socio-religioso de la antigua diócesis de Asido o Assidona en las coras de Sidonia y Algeciras. Al tema hemos dedicado varias publicaciones, la más reciente la obra editada a finales del 2103 por Peripecias Libros: 'Una comunidad andalusí olvidada. El obispado mozárabe asidonense'.
Finalmente, con los intransigentes y fundamentalistas almohades, Jerez y las principales ciudades quedaron sin cristianos autóctonos definitivamente. Atesoraron en sí una tradición cultural y étnica que se perdía en la propia Antigüedad: fueron los mozárabes huidos el último eslabón humano que unía en nuestro suelo la Antigüedad y el Medievo.
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