Cultura

Un Mozart granadino

  • El Trío Vega, conjunto creado por dos instrumentistas de cuerda residentes en Granada, ha registrado en el sello IBS Classical la integral de los Tríos con piano de Wolfgang A. Mozart

De origen cántabro, la violonchelista Orfilia Saiz Vega forma pareja artística con su compañero sentimental, el violinista suizo Marc Paquin, desde hace al menos 20 años. Hoy residen y trabajan en Granada, ella como profesora del conservatorio, y él como miembro de la Orquesta Ciudad de Granada y como reputado lutier. "En 1996 vivíamos en Londres y formamos un cuarteto con intención de participar en las grandes competiciones internacionales. Pero la formación de cuarteto es muy complicada, sobre todo a determinadas edades. La necesidad de vivir se impone, había quien ya no podía quedarse, no tenía más becas, y aquello se rompió. Nos fuimos a vivir a Suiza y allí nació la idea del trío".

-Abandonaron sus sueños de cuarteto.

Los tríos de Mozart tienen el carácter de la música familiar, pero eso no significa menospreciarlos"Como cellista es bonito descubrir cómo cambia la textura del trío dependiendo de tu instrumento"

-La idea de rehacerlo no funcionó. Y el trío es una buena base para afrontar proyectos múltiples. Tener un piano te da mucha versatilidad, puedes hacer desde sonatas hasta quintetos con piano. Es un repertorio muy amplio, casi tanto como el de cuarteto, y tiene una gran ventaja: el cuarteto necesita una rutina diaria de trabajo durísima; ahora, nuestra rutina diaria puede integrarse sin problemas en nuestra vida en común. En un trío con piano el trabajo se hace en dos fases: las cuerdas por un lado y luego se une el piano para igualar articulación, fraseo, etcétera. No exige la rutina diaria del cuarteto. Es un tipo de trabajo que se adapta mucho mejor a nuestras necesidades. Podemos hacerlo a un nivel que nos deja mucho más satisfechos que hacer cuarteto en plan bolo. Podemos profundizar mucho más en el trabajo.

-Cambiaron de pianista justo antes de la grabación de este álbum. Yasuyo Yano sustituyó a Domenico Codispoti. ¿Por qué?

-Domenico está en un momento de su vida nuevo, formando una familia. Tiene unas condiciones pianísticas increíbles y ha decidido que quiere darle un empujón a su carrera como solista. Le gusta la música de cámara pero a lo mejor no tanto. Y conocimos a Yasuyo Yano, que vino a tocar con la Orquesta Ciudad de Granada. Es especialista en fortepiano. Empezamos a trabajar juntos en junio de 2016.

-En diciembre registraron este álbum. Parece que la estuvieran esperando.

-La idea venía de hace tiempo. Pero el proyecto está muy ligado a ella. Su visión de especialista en instrumentos antiguos aportaba mucho al Mozart que queríamos hacer. Sin meternos en una versión purista con instrumentos antiguos, nos dio una visión muy fidedigna en fraseo, articulación, gusto por la parte más dramática de Mozart. Al encontrarla a ella, las ganas de hacer esta integral en disco se dispararon.

-¿Tienen los tríos de Mozart ese aire de música doméstica que se suele atribuir tanto al género?

-Sí, se aprecia bien ese carácter familiar, casi para aficionados. En algunos casos son obras escritas por agradecimiento a sus amigos y para sus veladas musicales. El piano ha empezado a ocupar un lugar social importante en muchas casas. Los tríos de Mozart cumplen con el fin de darles repertorio. Pero eso no significa menospreciarlos, grandes obras de Mozart nacieron por necesidades de este estilo. En el caso de los tríos incluso se puede pensar que no están vinculados al dinero. Los hace porque quiere, es algo que puede regalar a un amigo y tocar él mismo.

-¿Se aprecia evolución en estas seis obras?

-Sí, el Divertimento KV 254 es como un preludio, está escrito mucho antes (1776), con otra concepción, ni siquiera lo llama trío. Es prácticamente una sonata piano-violín con acompañamiento. El siguiente, que es ya diez años posterior, es el KV 496 en sol mayor, y es fantástico, con desarrollos mucho más largos, mucho más rico para los tres, con un segundo movimiento muy extenso. Es un salto cualitativo enorme. Junto al KV 542, en mi mayor, representa al mejor Mozart. Quizá sea este el más emblemático, por la misma tonalidad, que para Mozart es muy especial. Fue un regalo para su amigo de logia masónica Michael Puchberg, que lo ayudó en situaciones difíciles muchas veces; tiene una belleza para el teclado profunda, sutil y refinada. El KV 548 en do mayor es el más famoso de todos. Mozart sabe perfectamente lo que tiene que dar al público, una gran riqueza de melodías, con el trabajo de los solistas más repartido. Quizá el tercer movimiento se queda corto en la extensión. El último, el KV 564 en sol mayor, es muy simpático, ligero, fresco, aunque me parece que no está al nivel de los dos anteriores. Es más ingenuo, y el último movimiento, sobre un tema popular, carece del refinamiento de los otros.

-Desde la perspectiva de una violonchelista, ¿cambia el papel de su instrumento en esta evolución?

-Todavía no hemos llegado a Beethoven, pero sí que Mozart empieza a utilizar el cello como aliado del violín y no como bajo del piano. Empieza a poner las cuerdas enfrente del piano. Para mí, como violonchelista, es muy bonito descubrir y valorar cómo cambia el color de un bajo, una línea, si sólo la tiene el piano o si lo acompaña también el cello. Sentir positivamente ese papel del cello y apreciar cómo cambia la textura del trío dependiendo de lo que haga el instrumento.

-¿Les piden ya los programadores estos tríos?

-Sí. Hemos colocado ya varias noches mozartianas. Es curioso porque nosotros hemos hecho programas muy diversos, buscando espacios poco transitados del repertorio, música contemporánea... y al final de Mozart no se cansa nadie. Los programadores lo cogen y el público va.

-¿Cómo fue grabar con Paco Moya para IBS?

-Habíamos trabajado ya con él en un disco que grabamos para Naxos con los tríos de Martucci. Está haciendo una labor extraordinaria con su sello. El trabajo con él es muy profesional. Se involucra en lo que hace. Te da respuestas a todo, pero además te lo cuestiona todo, lo que está muy bien, porque te obliga a reflexionar sobre lo que realmente quieres. Y quizás lo más difícil fue precisamente convencerlo de la sonoridad que buscábamos. Él quiere una sonoridad característica de IBS, y lo que nosotros le propusimos se salía un poco de sus ideas, y tuvimos que batallar. Estamos un poco en el límite del tipo de sonido que él desea. Nos hemos ido a lo más natural posible, y a él eso le parecía tirando a muy desnudito. Pero ahí está. Creo que al final todos salimos satisfechos.

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